La Reforma y Después
Durante la Reforma los Reformadores
principales mantenían la doctrina de Nicea-Constantinopla. Calvino
(Institución I: xiii) defiende el uso de términos tradicionales como
“Trinidad” y “Persona”, aunque antes no les utilizó durante su primer periodo
en Ginebra, prefiriendo solamente usar lenguaje bíblico. Cambió de idea al ver que algunos evitaron
los términos porque quisieron negar la doctrina. Calvino mantenía la igualdad absoluta de las
Personas en la Deidad
y la auto-existencia del Hijo (Autotheos).-
o sea, no es la esencia del Hijo, sino su subsistencia personal que es
generado. En realidad esta desarrollando
la tendencia del Oeste de enfatizar la unidad de la Deidad mientras manteniendo
la individualidad de las Personas.
Dice que la esencia
tanto del Hijo como del Espíritu es no generado. “Por tanto, afirmamos absolutamente que la
divinidad es por sí misma. Y por eso declaramos que el Hijo, en cuanto Dios, es
por sí mismo, prescindiendo de su aspecto de Persona; pero en cuanto es Hijo,
decimos que procede del Padre. De esta manera su esencia no tiene principio, y
el principio de la Persona
es Dios mismo.” (Inst I: xiii:25).
Por esto fue criticado por muchos
por oponerse a Nicea. Louis Berkhof defina
la generación del Hijo así: “Es aquel
acto necesario y eterno de la primera persona de la Trinidad, por medio del
cual, dentro del Ser divino está la base para una segunda subsistencia personal
semejante a la misma del Padre, y pone a esta segunda persona en posesión de la
completa esencia divina, sin ninguna división, enajenación o cambio.”[1]
Necesitamos preguntarnos
que quisieron decir los padres de Nicea al referirse a Cristo como “Hijo único de Dios, nacido del Padre... Dios
de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. Estas frases no son simples
superlativos como “Rey de Reyes”, por
ejemplo. Quisieron distanciarse del
Sabelianismo, como ya hemos dicho. El
Padre a solas es no engendrado. El Hijo
es engendrado por el Padre, por un acto de eterna generación por parte del
Padre, pero de tal manera que el Hijo es “engendrado,
no hecho”. ¿Estaban diciendo que el
Hijo deriva su Ser esencial, o existencia como Dios del Padre por “un acto siempre continuo y ya siempre
completo”, como dice Berkhof.[2]? O sea, ¿el Padre a solas tiene su Ser de si
mismo, el Hijo eternamente deriva su Ser del Padre? Quizás no era claro en cuanto a Nicea, pero es
interesante que Constantinopla I (381) no utilizó[J. F.1] la frase “Dios de Dios” en la forma final del
Credo.
Había cuatro
argumentos para la idea de la eterna generación del Hijo: (1) los nombres
mismos de “Padre” e “Hijo” lo indicaron; (2) se pensó que la
palabra MONOGENES (monogenhs) (Jn 1:14, 18; 3:16; I Jn 4:9) le enseñó; (3) Jn 5:26 dice claramente
que el Padre quien tiene vida en si mismo “así
también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” se entendía enseñar que
el Padre comunica la esencia divina al Hijo y; (4) I Jn 5:18b “Aquel que fue engendrado por Dios le
guarda” se veía como explicita.
Primero los términos “Padre” e
“Hijo” no necesariamente indican
fuente de ser y superioridad por un lado ni subordinación y dependencia por
otro. En primer lugar indican que tienen
la misma naturaleza, y en el caso de Jesús, igualdad con el Padre respeto a su
deidad (Jn 10:30-36). En cuanto a (2)
generalmente se entiende MONOGENES (monogenhs) a
significar “uno y único” (Luc 7:12;
8:42; 9:38) o “único de su tipo”. Warfield
escribe “el adjetivo ‘unigénito’ indica
la idea, no de derivación y subordinación, sino de unicidad y
consustancialidad: Jesús es todo lo que es Dios”.[3] (3) Jn 5:26 no necesariamente se refiere a un
donativo ontológico. Más bien es más
probable que se refiere a su papel como Mesías y no a su Ser en si (Vea el
contexto de Jn 5:23-27). (4) I Jn 5:18b
no dice nada de una generación eterna.
Por estas razones se puede cuestionar la base exegética de las
decisiones de Nicea. Parece que al
hablar como hicieron que estaba negando al Hijo el atributo de auto-existencia
que es esencial a deidad.
Esto no era la
intención del Concilio de Nicea, que claramente defendió la deidad del Hijo por
el uso de HOMOOUSIOS pero insistía que él era “engendrado, no creado”. Sin
embargo, al usar la fraseología de Origenes el lenguaje podía implicar no
solamente la subordinación del Hijo al Padre en modos de operación, sino en
modos de subsistencia también. No
obstante la Iglesia
usa el Credo de Nicea hasta hoy.
Tenemos que decir también que las ideas modernas sobre el significado de MONOGENES (monogenes) no
son compartidos por todos. Algunos
contextos en que la palabra ocurre (Heb 11:17; Luc 7:12; 8:42:9:38) le usan a
referirse a un hijo único. El termino se
refiere al Hijo de Dios solamente en los escritos de Juan (Jn 1:14, 18; 3:16, 18; I Jn 4:9). Cada uno de estos pasajes se relaciona a
creyentes cristianos naciendo o siendo engendrados por Dios. El verbo gennao (gennaw) (engendrar o
dar a luz) se usa en cada caso. En este
contexto es la relación del Hijo con el Padre que se enfatiza, no un evento en
su vida. Esta es distinta a, pero provee
la base por, la relación de los creyentes con el Padre. Su relación al Padre trasciende lo temporal
(Jn 1:18).
Como hemos visto
Calvino no estuvo de acuerdo con la supuesta idea de Nicea. Rechazó cualquier forma de subordinacionismo
del Hijo. Gerald Bray considera que esta visión fue “fundamentalmente diferente de cualquier cosa que había estado antes, o
que ha aparecido desde entonces”. El
concepto que “las personas de la Trinidad son iguales la
una a la otra en todo respeto” era nuevo en que antes el Padre fue visto
como de alguna manera la fuente de la divinidad de manera que las otras dos
Personas no eran.[4]
Así Calvino cita a
Agustín a apoyar su idea:
“San
Agustín expone en otro lugar la razón de esta diversidad, diciendo: Cristo
respecto a sí mismo es llamado Dios, y en relación al Padre es llamado Hijo.
Asimismo, el Padre respecto a si mismo es llamado Dios, y en relación al Hijo
se llama Padre. En cuanto en relación al Hijo es llamado Padre, Él no es Hijo;
asimismo el Hijo, respecto al Padre no es Padre. Mas en cuanto que el Padre
respecto a sí mismo es llamado Dios, y el Hijo respecto a sí mismo es también
llamado Dios, se trata del mismo Dios. Así que cuando hablamos del Hijo
simplemente sin relación al Padre, afirmamos recta y propiamente que tiene su
ser de sí mismo; y por esta causa lo llamamos único principio; pero cuando nos
referimos a la relación que tiene con el Padre, con razón decimos que el Padre
es principio del Hijo.
“Todo
el libro quinto de san Agustín de la obra que tituló De la Trinidad no trata más que
de explicar esto. Lo más seguro y acertado es quedarse con la doctrina de la
relación que allí se trata, y no, por querer penetrar sutilmente tan profundo
misterio, extraviarse con muchas e inútiles especulaciones.” (Inst
I:xiii:19)
En cuanto a las relaciones entre el
Padre y el Hijo Calvino acepta que el Padre “engendra”
al Hijo (Inst I:xiii: 7, 8, 18, 23, 24).
El N.T. usa el nombre divino Yahweh para Cristo, y esto muestra que todo
lo que se implica en este nombre, incluyendo auto-existencia, es verdad
igualmente del Hijo como del Padre (Inst I:xiii:23). El término “Dios” a veces se utiliza del Padre “porque es la fuente y origen de la divinidad; y esto se hace para
subrayar la simple unidad de la esencia” (Inst
I:xiii:23). Pero explica la frase “la fuente y origen de la divinidad” más
tarde como “no esenciando al Hijo y al
Espíritu Santo, como mienten estos amigos de fantasías, sino por causa del
orden, según hemos ya explicado” (Inst I:xiii:26). Acepta la distinción entre el Padre y el Hijo
respeto a orden, pero al decir esto también clarifica lo que no acepta: “ciertos miserables... confesaron tres
Personas, pero añadiendo esta razón: que el Padre el cual es verdadera y
propiamente único Dios, formando al Hijo y al Espíritu, trasfundió en ellos su
deidad. E incluso usan un modo de expresarse harto extraño y abominable: que el
Padre se distingue del Hijo y del Espíritu en que Él solo es el
‘esenciador’" (Inst I:xiii:23).
No quiere menguar la gloria del
Hijo, y piensa que decir que el Hijo tiene su esencia del Padre hace esto: “¿cómo el Creador, que da el ser a todas las
cosas, no va a tener su ser por sí mismo, sino que ha de recibir su esencia de
otro? Pues quien afirme que el Hijo es ‘esenciado’ del Padre, por lo mismo niega
que tenga su ser por sí mismo. Pero el Espíritu Santo se opone a esto
llamándole Jehová, que vale tanto como decir que tiene el ser por sí mismo.” (Inst I:xiii:23)
También dice “aunque a causa del orden y la graduación admitamos que el principio de
la divinidad está en el Padre, sin embargo mantenemos que es una fantasía
detestable decir que la esencia sea propia solamente del Padre, como si fuese
el deificador del Hijo, pues entonces, o la esencia se divide en partes, o
ellos llaman Dios a Cristo falsa y engañosamente. Si conceden que el Hijo es
Dios, pero en segundo lugar después del Padre, en ese caso la esencia que en el
Padre no tiene generación ni forma, en Él sería engendrada y formada.”
(Inst I:xiii:24).
“...enseñamos,
conforme a la Escritura,
que no hay más que un solo Dios esencialmente y, por ello, que tanto la esencia
del Hijo como la del Espíritu Santo no han sido engendradas; pero, como quiera
que el Padre es el principio en el orden y engendró de si mismo su sabiduría,
con justa razón es tenido como hace poco dijimos, por principio y fuente de
toda la divinidad Y así Dios no es en absoluto engendrado, y también el Padre
respecto a su Persona es ingénito.” (Inst I:xiii:25).
“...declaramos
que el Hijo, en cuanto Dios, es por sí mismo, prescindiendo de su aspecto de
Persona; pero en cuanto es Hijo, decimos que procede del Padre. De esta manera
su esencia no tiene principio, y el principio de la Persona es Dios mismo.”
(Inst I:xiii:25).
Concluye por decir que la idea de “eterna generación” es de poco provecho:
“Mas como mi deseo es servir a la Iglesia, me pareció que
sería mejor no tocar ni revolver otras muchas cuestiones de poco provecho y que
resultarían enojosas a los lectores. Porque, ¿de qué sirve disputar si el Padre
engendra siempre? Teniendo como indubitable que desde toda la eternidad hay
tres Personas en Dios, este acto continuo de engendrar no es más que una
fantasía superflua y frívola.” (Inst I:xiii:29).
En acertar el atributo de
auto-existencia en cuanto a Cristo, Calvino “toma
su lugar junto a Tertuliano, Atanasio y Agustín como uno de los contribuyentes
principales a la declaración exacta y vital de la doctrina cristiana del Dios
Trino”.[5]
Hay distinciones eternas dentro de la Trinidad y cada Persona
tiene propiedades distintas. El Padre se
distingue por paternidad, el Hijo por filiación y el Espíritu por
espiración. De estos fluyen sus
actividades distintas en el tiempo, o sea sus papeles económicos. Pero algunos arguyen que no debemos ir más
allá de las Escrituras al aplicar textos que hablan de sus distinciones
económicas como si se refirieran a sus relaciones eternas. Sin embargo sin no hacemos esto entonces es
posible que lo que Dios hace no refleja lo que es y tendremos que preguntarnos
si es posible conocerle a Dios con seguridad.
A Calvino le encontró duro la frase “Dios de Dios” usado en Nicea (pero
notemos que Constantinopla no utilizó esta frase en el Credo final). Pero en esto, basándose en los dichos de los
padres de aquel entonces, especialmente en Atanasio, concluye que el Concilio
está hablando de las relaciones y no implica ninguna comunicación de esencia o
consecuente subordinación.
En su Expositio Impietatis
Valentini Gentilis escrito en contra a un arriano italiano, dice: “Pero las palabras del Concilio de Nicea
resuenan ‘Dios de Dios’. Esto es un
dicho duro, reconozco. Sin embargo,
nadie mejor podía quitar cualquier ambigüedad o sería un intérprete más capaz
que Atanasio quien lo compuso. Y
ciertamente el consejo de los padres no fue ningún otro que el Hijo en términos
de origen es llevado del Padre respeto a su Persona, y de ninguna manera a
oponer su ser de la misma esencia y deidad.
Y así, en cuanto a esencia es el verbo de Dios sin comienzo, en cuanto a
su Persona, sin embargo, el Hijo tiene un comienzo del Padre.” (CO 9:368)
Necesitamos tener cuidado aún en
explicar las distinciones eternas, a no ir más allá que las Escrituras. El Padre es Padre del Hijo, pero no podemos
definir el “como” de esta paternidad. El
Hijo es el Hijo del Padre. Esto quiere decir
que es igual al Padre respeto a deidad (Jn 5:18; 10:33-36) y como Hijo se
distingue del Padre respeto a su propiedad personal de filiación (Jn 1:1-3,
18). También implica un orden de
subordinación relacional (no esencial) al Padre que sin duda dictó la división
de labor en el eterno Pacto de Redención. (O sea el Hijo no hubiera mandado al
Padre a hacer su voluntad.) Pero, de
nuevo, no debemos intentar de definir el “como” de la filiación del Hijo. El Espíritu Santo es una Persona divina,
quien es el Espíritu de Dios y de Cristo (Rom 8:9) y que “procede” y fue “enviado”
por el Padre y el Hijo (Jn 15:26; 16:7; 20:22) en Pentecostés (Hech 2:33). Esto implica su origen eterno y que es
distinto del Hijo, pero no debemos intentar definir más allá de este hecho en
si, el “como” de su “espiración”.
No fue en su preocupación de
distinguir entre las Personas, que los padres de Nicea dijeron lo que dijeron. Tenían que enfrentar el error de Sabelio de
no distinguir entre los Tres. En esto
hicieron bien. Donde quizás no eran tan
claros era su intento de definir como es
que el Hijo llega a ser Hijo del Padre y como es que el Espíritu es el Espíritu
de Dios y de Cristo. El resultado era
que el Hijo adquirió su subsistencia personal del Padre y el Espíritu adquirió
su subsistencia personal del Padre (y del Hijo). Lograron preservar la idea de la única
esencia igual de las Tres por su uso de la palabra HOMOOUSIOS.
Atanasio
y Gregorio de Nacianzo claramente enseñaron el autotheos del LOGOS y Calvino
cita al último con agrado: “me agrada sobremanera esta
sentencia de Gregorio Nacianceno: "No puedo", dice, "concebir en
mi entendimiento uno, sin que al momento me vea rodeado del resplandor de tres;
ni puedo diferenciar tres, sin que al momento se vea reducido a uno"'.
Guardémonos, pues, de imaginar en Dios una Trinidad de Personas que impida a
nuestro entendimiento reducirla al momento a unidad. Las palabras Padre, Hijo y
Espíritu Santo, denotan sin duda una distinción verdadera, a fin de que nadie
piense que se trata de títulos atribuidos a Dios según las diversas maneras
como se muestra en sus obras; pero hay que advertir que se trata de una
distinción, y no de una división. Los testimonios ya citados muestran
suficientemente que el Hijo tiene su propiedad distinta del Padre. Porque el
Verbo no estaría en Dios, si no fuera otra Persona distinta del Padre; ni
tendría su gloria en el Padre, si no fuera distinto de Él. Asimismo el Hijo se
distingue del Padre, cuando dice que hay otro que da testimonio acerca de Él
(Jn. 5,32; 8,16; etc.). Y lo mismo se dice en otro lugar, que el Padre creó
todas las cosas por el Verbo; lo cual no sería posible, si de alguna manera no
fuera distinto del Hijo. Además, el Padre no descendió a la tierra, sino el que
salió del Padre; el Padre no murió ni resucitó, sino Aquel a quien Él envió. Y
esta distinción no comenzó después de que el Verbo tomase carne humana, sino
que es evidente que ya antes el Unigénito estuvo "en el seno del
Padre" (Jn. 1, 18). Porque, ¿quién se atreverá a decir que entró en el
seno del Padre precisamente cuando descendió del cielo para tomar carne humana?
Así que antes estaba en el seno del Padre y gozaba de su gloria con Él.” (Inst 1:xiii:17).
En esto Calvino hasta cierto punto
apoya la posición del Este de empezar con las Tres Personas y no hablar en
términos abstractos de la esencia de Dios antes o aparte de las Tres
Personas. Sin embargo acepta que la
esencia es la fuente de la
Monarquía y no el Padre (como enseñó Gregorio Nacianzo), y en
cuanto a la filioque
claramente sigue el Oeste y Agustín. Esta
enseñanza aparece en muchos pasajes: “Y
ello en muchos lugares, pero en ninguno más claramente que en el capítulo
octavo de la carta a los Romanos, donde el Espíritu Santo es llamado indiferentemente
unas veces Espíritu de Cristo, y otras Espíritu del que resucitó a Cristo de
entre los muertos; y ello con mucha razón. Porque san Pedro también atestigua
que fue por el Espíritu de Cristo por quien los profetas han hablado, bien que la Escritura en muchos
lugares enseñe que fue el Espíritu de Dios Padre (2 Pe. 1,21).”
Se
rompe con el acercamiento escolástico medieval y restaura una exposición
bíblica. No especula. Está abierta a ideas del Este y aprueba a los
Capadocios, especialmente a Gregorio de Nacianzo. Es como un respiro de aire fresco. Pero es conservador, siguiendo los concilios
y a los padres, pero partiendo con los escolásticos medievales. No rompe con la antigua tradición católica,
porque reconoce que es bíblico, y esto para él es lo más importante.
Todas las Confesiones de la Reforma Magisterial
afirman la doctrina de l Trinidad. Su
expresión más completa se ve en la II
Confesión Helvética capítulo III:
“DIOS EN SU UNIQUEDAD Y TRINIDAD
El único Dios.
“Creemos
y enseñamos que Dios es único en esencia y naturaleza; que existe por sí mismo
y en todo se basta a sí mismo; que él es el eterno Creador invisible,
incorpóreo, infinito, de todas las cosas visibles e invisibles; que él es el
Bien Supremo, el viviente, que todo lo crea para vivir y lo mantiene; que él es
todopoderoso, benévolo y misericordioso, justo y veraz.
Pero aborrecemos el
politeísmo; porque expresamente está escrito: «El Señor, nuestro Dios, es uno»
(Deut. 6:4). «Yo soy el Señor, tu Dios... No tendrás otros dioses delante de
mí» (Ex. 20:3). «Yo soy el Señor, y no hay otro que yo» (Isaías 45:5 y 18).
«¿No soy yo el Señor? Y no hay otro Dios que yo. A mi lado no existe
otro Dios verdadero, salvador» (Isaías 45:21). «El Señor, el Señor, fuerte,
misericordioso y fiel; tardo para la ira y grande en benignidad y verdad» (Ex.
34: 6).
El Dios trino.
“Igualmente
creemos y enseñamos que ese Dios
infinito e indivisible e inmezclable es diferenciable en tres personas: Padre,
Hijo y Espíritu Santo. Y esto de la siguiente manera: El Padre ha engendrado al
Hijo desde la Eternidad;
el Hijo ha nacido en forma inenarrable; el Espíritu Santo proviene de ambos
desde toda eternidad y ha de ser adorado con ambos. Esto significa que no se
trata de tres dioses, sino de tres personas esencialmente iguales, igualmente
eternas, igualmente en todo y no obstante diferentes entre sí, siguiendo una a
la otra ordenadamente y siendo siempre iguales. Conforme a su naturaleza y
esencia están unidas de manera tal entre sí, que hay un solo Dios, pero poseen
la esencia divina en común el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las Sagradas
Escrituras nos han comunicado claramente el poder diferenciar entre las
tres personas, cuando
el ángel dice a
María, entre otras cosas: «E1 Espíritu
Santo vendrá a ti y quedarás a la sombra del Altísimo; y por eso lo
santo que será engendrado, será llamado Hijo de Dios» (Luc. 1:35). Pero también en el bautismo de
Cristo se oyó una voz del cielo que llegó hasta Jesús, diciendo: «Este es mi
hijo amado» (Mat. 3:17); y, al mismo tiempo, apareció el Espíritu Santo en
forma de paloma (Juan 1:32). Cuando el
Señor mismo dio el mandato de bautizar, señaló que el bautismo se
realizase «en nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo» (Mat. 28:19). En
otra ocasión dice él en el Evangelio: «Pero el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará
en mi nombre...» (Juan 14:26). También dice: «Cuando venga el Consolador, el
cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu
de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mi» (Juan 15:26). En resumen:
Nosotros aceptamos la confesión de los apóstoles, confesión que nos transmite
la tradición de la verdadera fe.
Falsas doctrinas.
“Por
eso condenamos el parecer de los judíos
y mahometanos y todos cuantos blasfeman sobre esa santísima Trinidad digna de
adoración. Igualmente condenamos todas las falsas doctrinas y a todos los
falsos maestros, según los cuales el Hijo y el Espíritu Santo son Dios únicamente
de nombre o que en la
Trinidad se trata de algo creador y servidor o, también, de
que lo uno esté supeditado a lo otro o que la Trinidad contenga
diferencias, cosas grandes y pequeñas, cosas corporales o corporalmente
formadas, cosas, en fin, distintas en su modo de comportarse y en sus deseos, o
que existan en la Trinidad
mezcolanzas o unidades, o que el Hijo y el Espíritu Santo sean solamente
situaciones o formas especiales del Dios Padre... Así es cómo han creído los
monarquianos o los noecianos, como Praxeas, o los patripasianos, como Sabelio,
el Samosateno, Ecio y Macedonio, los antropomorfitas y, finalmente, como Arrio
y tantos otros.”
Los Socinianos eran
peores que los Arrianos, negando la preexistencia del LOGOS y viendo a Jesús
simplemente como un hombre, aunque con una plenitud del Espíritu y un
conocimiento especial de Dios. En su
ascensión recibió dominio sobre todo. El
Espíritu Santo es una energía de Dios.
Mientras algunos
tienen problemas con la eterna generación del Hijo (vea Inst I:xiii:29) y hasta
ven las distinciones dentro de la
Trinidad como económicas y no eternas y ontológicas, la
mayoría mantienen las ideas de Nicea-Constantinopla, como se ve en la II Confesión Helvética,
aunque con calificaciones que también se ve.
Hay debate sobre si la Confesión de Westminster
sigue Nicea o a Calvino. Capítulo II,
Artículo III, que trata el tema se lee así:
“En la unidad de la
Divinidad hay tres personas en una sustancia, poder y
eternidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo (I*Juan 5:7;
Mat.3:16,17; 28:19; 2*Cor. 13:14). El Padre no es de nadie, ni es engendrado,
ni precedente de nadie; el Hijo es engendrado al eterno del Padre (Juan
1:14,18), y el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo (Juan
15:26)”
Aunque usa frases que
vienen de Nicea, Juan Murray comenta
que “Había sido tradición de Nicea
embellecer la doctrina, especialmente la de Cristo siendo Hijo, con formulas
más allá de la justificación de las Escrituras.
La Confesión
no condesciende con tales intentos de definición. Generaciones más tardes están bajo una gran
deuda a Westminster por la reserva estudiada que salvaguardó la Confesión de ser cargada
con tales nociones especulativas como las que se encomendaron a los teólogos
por mucho más que mil años, pero a las cuales las Escrituras no prestaron
apoyo. Así todo lo que encontramos sobre
este tema es el breve dicho: ‘El Padre no es de nadie, ni es engendrado, ni
precedente de nadie; el Hijo es engendrado al eterno del Padre, y el Espíritu
Santo procede eternamente del Padre y del Hijo’.”[6]
Warfield dice “cuando durante
las primeras semanas de sus sesiones la Asamblea de Westminster estaba ocupado con la
revisión de los Treinta y Nueve Artículos, y Artículo viii, sobre los Tres
Credos, salió para debate, se hizo objeción a las cláusulas de ek qeou (ek theou). No aparece que había
ningún argumento para la posición subordinacionista: los abogados de retener
los Credos más bien gastaron sus esfuerzos en invalidar el dicho del credo de
cualquier implicación subordinacionista”.[7]
Entonces casi no hay
especulación en el dicho de la confesión respeto a la Trinidad, y no se hace
ninguna referencia a Cristo Como “Dios de (ek) Dios”.
Pero, como hemos visto, esta frase fue quitada del Credo final en Constantinopla
en 381. Entonces Westminster fielmente
refleja la posición del Credo definitivo de Nicea-Constantinopla que
efectivamente reemplazó el de Nicea.
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