jueves, 4 de octubre de 2012

La Trinidad: La reforma y Después



La Reforma y Después

            Durante la Reforma los Reformadores principales mantenían la doctrina de Nicea-Constantinopla.  Calvino (Institución I: xiii) defiende el uso de términos tradicionales como “Trinidad” y “Persona”, aunque antes no les utilizó durante su primer periodo en Ginebra, prefiriendo solamente usar lenguaje bíblico.  Cambió de idea al ver que algunos evitaron los términos porque quisieron negar la doctrina.  Calvino mantenía la igualdad absoluta de las Personas en la Deidad y la auto-existencia del Hijo (Autotheos).- o sea, no es la esencia del Hijo, sino su subsistencia personal que es generado.  En realidad esta desarrollando la tendencia del Oeste de enfatizar la unidad de la Deidad mientras manteniendo la individualidad de las Personas.

            Dice que la esencia tanto del Hijo como del Espíritu es no generado.  Por tanto, afirmamos absolutamente que la divinidad es por sí misma. Y por eso declaramos que el Hijo, en cuanto Dios, es por sí mismo, prescindiendo de su aspecto de Persona; pero en cuanto es Hijo, decimos que procede del Padre. De esta manera su esencia no tiene principio, y el principio de la Persona es Dios mismo.” (Inst I: xiii:25).

            Por esto fue criticado por muchos por oponerse a Nicea.  Louis Berkhof defina la generación del Hijo así: “Es aquel acto necesario y eterno de la primera persona de la Trinidad, por medio del cual, dentro del Ser divino está la base para una segunda subsistencia personal semejante a la misma del Padre, y pone a esta segunda persona en posesión de la completa esencia divina, sin ninguna división, enajenación o cambio.”[1]
            Necesitamos preguntarnos que quisieron decir los padres de Nicea al referirse a Cristo como Hijo único de Dios, nacido del Padre... Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.  Estas frases no son simples superlativos como “Rey de Reyes”, por ejemplo.  Quisieron distanciarse del Sabelianismo, como ya hemos dicho.  El Padre a solas es no engendrado.  El Hijo es engendrado por el Padre, por un acto de eterna generación por parte del Padre, pero de tal manera que el Hijo es “engendrado, no hecho”.   ¿Estaban diciendo que el Hijo deriva su Ser esencial, o existencia como Dios del Padre por “un acto siempre continuo y ya siempre completo”, como dice Berkhof.[2]?  O sea, ¿el Padre a solas tiene su Ser de si mismo, el Hijo eternamente deriva su Ser del Padre?  Quizás no era claro en cuanto a Nicea, pero es interesante que Constantinopla I (381) no utilizó[J. F.1]  la frase “Dios de Dios” en la forma final del Credo.

            Había cuatro argumentos para la idea de la eterna generación del Hijo: (1) los nombres mismos de “Padre” e “Hijo” lo indicaron; (2) se pensó que la palabra MONOGENES (monogenhs) (Jn 1:14, 18; 3:16; I Jn 4:9) le enseñó; (3) Jn 5:26 dice claramente que el Padre quien tiene vida en si mismo “así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” se entendía enseñar que el Padre comunica la esencia divina al Hijo y; (4) I Jn 5:18b “Aquel que fue engendrado por Dios le guarda” se veía como explicita.  Primero los términos “Padre” e “Hijo” no necesariamente indican fuente de ser y superioridad por un lado ni subordinación y dependencia por otro.  En primer lugar indican que tienen la misma naturaleza, y en el caso de Jesús, igualdad con el Padre respeto a su deidad (Jn 10:30-36).  En cuanto a (2) generalmente se entiende  MONOGENES (monogenhs) a significar “uno y único” (Luc 7:12; 8:42; 9:38) o “único de su tipo”.  Warfield escribe “el adjetivo ‘unigénito’ indica la idea, no de derivación y subordinación, sino de unicidad y consustancialidad: Jesús es todo lo que es Dios”.[3]  (3) Jn 5:26 no necesariamente se refiere a un donativo ontológico.  Más bien es más probable que se refiere a su papel como Mesías y no a su Ser en si (Vea el contexto de Jn 5:23-27).  (4) I Jn 5:18b no dice nada de una generación eterna.  Por estas razones se puede cuestionar la base exegética de las decisiones de Nicea.  Parece que al hablar como hicieron que estaba negando al Hijo el atributo de auto-existencia que es esencial a deidad.   

            Esto no era la intención del Concilio de Nicea, que claramente defendió la deidad del Hijo por el uso de HOMOOUSIOS pero insistía que él era “engendrado, no creado”.  Sin embargo, al usar la fraseología de Origenes el lenguaje podía implicar no solamente la subordinación del Hijo al Padre en modos de operación, sino en modos de subsistencia también.  No obstante la Iglesia usa el Credo de Nicea hasta hoy. 

            Tenemos que decir también que las ideas modernas sobre el significado de MONOGENES (monogenes) no son compartidos por todos.  Algunos contextos en que la palabra ocurre (Heb 11:17; Luc 7:12; 8:42:9:38) le usan a referirse a un hijo único.  El termino se refiere al Hijo de Dios solamente en los escritos de Juan (Jn 1:14, 18;  3:16, 18; I Jn 4:9).  Cada uno de estos pasajes se relaciona a creyentes cristianos naciendo o siendo engendrados por Dios.  El verbo gennao (gennaw) (engendrar o dar a luz) se usa en cada caso.  En este contexto es la relación del Hijo con el Padre que se enfatiza, no un evento en su vida.  Esta es distinta a, pero provee la base por, la relación de los creyentes con el Padre.  Su relación al Padre trasciende lo temporal (Jn 1:18).

            Como hemos visto Calvino no estuvo de acuerdo con la supuesta idea de Nicea.  Rechazó cualquier forma de subordinacionismo del Hijo.  Gerald Bray considera que esta visión fue “fundamentalmente diferente de cualquier cosa que había estado antes, o que ha aparecido desde entonces”.  El concepto que “las personas de la Trinidad son iguales la una a la otra en todo respeto” era nuevo en que antes el Padre fue visto como de alguna manera la fuente de la divinidad de manera que las otras dos Personas no eran.[4]

            Así Calvino cita a Agustín a apoyar su idea:

            “San Agustín expone en otro lugar la razón de esta diversidad, diciendo: Cristo respecto a sí mismo es llamado Dios, y en relación al Padre es llamado Hijo. Asimismo, el Padre respecto a si mismo es llamado Dios, y en relación al Hijo se llama Padre. En cuanto en relación al Hijo es llamado Padre, Él no es Hijo; asimismo el Hijo, respecto al Padre no es Padre. Mas en cuanto que el Padre respecto a sí mismo es llamado Dios, y el Hijo respecto a sí mismo es también llamado Dios, se trata del mismo Dios. Así que cuando hablamos del Hijo simplemente sin relación al Padre, afirmamos recta y propiamente que tiene su ser de sí mismo; y por esta causa lo llamamos único principio; pero cuando nos referimos a la relación que tiene con el Padre, con razón decimos que el Padre es principio del Hijo.

            “Todo el libro quinto de san Agustín de la obra que tituló De la Trinidad no trata más que de explicar esto. Lo más seguro y acertado es quedarse con la doctrina de la relación que allí se trata, y no, por querer penetrar sutilmente tan profundo misterio, extraviarse con muchas e inútiles especulaciones.” (Inst I:xiii:19)

            En cuanto a las relaciones entre el Padre y el Hijo Calvino acepta que el Padre “engendra” al Hijo (Inst I:xiii: 7, 8, 18, 23, 24).  El N.T. usa el nombre divino Yahweh para Cristo, y esto muestra que todo lo que se implica en este nombre, incluyendo auto-existencia, es verdad igualmente del Hijo como del Padre (Inst I:xiii:23).  El término “Dios” a veces se utiliza del Padre “porque es la fuente y origen de la divinidad; y esto se hace para subrayar la simple unidad de la esencia” (Inst I:xiii:23).  Pero explica la frase “la fuente y origen de la divinidad” más tarde como “no esenciando al Hijo y al Espíritu Santo, como mienten estos amigos de fantasías, sino por causa del orden, según hemos ya explicado” (Inst I:xiii:26).  Acepta la distinción entre el Padre y el Hijo respeto a orden, pero al decir esto también clarifica lo que no acepta: “ciertos miserables... confesaron tres Personas, pero añadiendo esta razón: que el Padre el cual es verdadera y propiamente único Dios, formando al Hijo y al Espíritu, trasfundió en ellos su deidad. E incluso usan un modo de expresarse harto extraño y abominable: que el Padre se distingue del Hijo y del Espíritu en que Él solo es el ‘esenciador’" (Inst I:xiii:23). 

            No quiere menguar la gloria del Hijo, y piensa que decir que el Hijo tiene su esencia del Padre hace esto: “¿cómo el Creador, que da el ser a todas las cosas, no va a tener su ser por sí mismo, sino que ha de recibir su esencia de otro? Pues quien afirme que el Hijo es ‘esenciado’ del Padre, por lo mismo niega que tenga su ser por sí mismo. Pero el Espíritu Santo se opone a esto llamándole Jehová, que vale tanto como decir que tiene el ser por sí mismo.”  (Inst I:xiii:23)

            También dice “aunque a causa del orden y la graduación admitamos que el principio de la divinidad está en el Padre, sin embargo mantenemos que es una fantasía detestable decir que la esencia sea propia solamente del Padre, como si fuese el deificador del Hijo, pues entonces, o la esencia se divide en partes, o ellos llaman Dios a Cristo falsa y engañosamente. Si conceden que el Hijo es Dios, pero en segundo lugar después del Padre, en ese caso la esencia que en el Padre no tiene generación ni forma, en Él sería engendrada y formada.” (Inst I:xiii:24).

            “...enseñamos, conforme a la Escritura, que no hay más que un solo Dios esencialmente y, por ello, que tanto la esencia del Hijo como la del Espíritu Santo no han sido engendradas; pero, como quiera que el Padre es el principio en el orden y engendró de si mismo su sabiduría, con justa razón es tenido como hace poco dijimos, por principio y fuente de toda la divinidad Y así Dios no es en absoluto engendrado, y también el Padre respecto a su Persona es ingénito.” (Inst I:xiii:25).

            “...declaramos que el Hijo, en cuanto Dios, es por sí mismo, prescindiendo de su aspecto de Persona; pero en cuanto es Hijo, decimos que procede del Padre. De esta manera su esencia no tiene principio, y el principio de la Persona es Dios mismo.” (Inst I:xiii:25).

            Concluye por decir que la idea de “eterna generación” es de poco provecho: “Mas como mi deseo es servir a la Iglesia, me pareció que sería mejor no tocar ni revolver otras muchas cuestiones de poco provecho y que resultarían enojosas a los lectores. Porque, ¿de qué sirve disputar si el Padre engendra siempre? Teniendo como indubitable que desde toda la eternidad hay tres Personas en Dios, este acto continuo de engendrar no es más que una fantasía superflua y frívola.” (Inst I:xiii:29).

            En acertar el atributo de auto-existencia en cuanto a Cristo, Calvino “toma su lugar junto a Tertuliano, Atanasio y Agustín como uno de los contribuyentes principales a la declaración exacta y vital de la doctrina cristiana del Dios Trino”.[5]

            Hay distinciones eternas dentro de la Trinidad y cada Persona tiene propiedades distintas.  El Padre se distingue por paternidad, el Hijo por filiación y el Espíritu por espiración.  De estos fluyen sus actividades distintas en el tiempo, o sea sus papeles económicos.  Pero algunos arguyen que no debemos ir más allá de las Escrituras al aplicar textos que hablan de sus distinciones económicas como si se refirieran a sus relaciones eternas.  Sin embargo sin no hacemos esto entonces es posible que lo que Dios hace no refleja lo que es y tendremos que preguntarnos si es posible conocerle a Dios con seguridad.

            A Calvino le encontró duro la frase “Dios de Dios” usado en Nicea (pero notemos que Constantinopla no utilizó esta frase en el Credo final).  Pero en esto, basándose en los dichos de los padres de aquel entonces, especialmente en Atanasio, concluye que el Concilio está hablando de las relaciones y no implica ninguna comunicación de esencia o consecuente subordinación.

            En su Expositio Impietatis Valentini Gentilis escrito en contra a un arriano italiano, dice: “Pero las palabras del Concilio de Nicea resuenan ‘Dios de Dios’.  Esto es un dicho duro, reconozco.  Sin embargo, nadie mejor podía quitar cualquier ambigüedad o sería un intérprete más capaz que Atanasio quien lo compuso.  Y ciertamente el consejo de los padres no fue ningún otro que el Hijo en términos de origen es llevado del Padre respeto a su Persona, y de ninguna manera a oponer su ser de la misma esencia y deidad.  Y así, en cuanto a esencia es el verbo de Dios sin comienzo, en cuanto a su Persona, sin embargo, el Hijo tiene un comienzo del Padre.” (CO 9:368)

            Necesitamos tener cuidado aún en explicar las distinciones eternas, a no ir más allá que las Escrituras.  El Padre es Padre del Hijo, pero no podemos definir el “como” de esta paternidad.  El Hijo es el Hijo del Padre.  Esto quiere decir que es igual al Padre respeto a deidad (Jn 5:18; 10:33-36) y como Hijo se distingue del Padre respeto a su propiedad personal de filiación (Jn 1:1-3, 18).  También implica un orden de subordinación relacional (no esencial) al Padre que sin duda dictó la división de labor en el eterno Pacto de Redención. (O sea el Hijo no hubiera mandado al Padre a hacer su voluntad.)  Pero, de nuevo, no debemos intentar de definir el “como” de la filiación del Hijo.  El Espíritu Santo es una Persona divina, quien es el Espíritu de Dios y de Cristo (Rom 8:9) y que “procede” y fue “enviado” por el Padre y el Hijo (Jn 15:26; 16:7; 20:22) en Pentecostés (Hech 2:33).  Esto implica su origen eterno y que es distinto del Hijo, pero no debemos intentar definir más allá de este hecho en si, el “como” de su “espiración”. 

            No fue en su preocupación de distinguir entre las Personas, que los padres de Nicea dijeron lo que dijeron.  Tenían que enfrentar el error de Sabelio de no distinguir entre los Tres.  En esto hicieron bien.  Donde quizás no eran tan claros  era su intento de definir como es que el Hijo llega a ser Hijo del Padre y como es que el Espíritu es el Espíritu de Dios y de Cristo.  El resultado era que el Hijo adquirió su subsistencia personal del Padre y el Espíritu adquirió su subsistencia personal del Padre (y del Hijo).  Lograron preservar la idea de la única esencia igual de las Tres por su uso de la palabra  HOMOOUSIOS.      

            Atanasio y Gregorio de Nacianzo claramente enseñaron el autotheos del LOGOS y Calvino cita al último con agrado: me agrada sobremanera esta sentencia de Gregorio Nacianceno: "No puedo", dice, "concebir en mi entendimiento uno, sin que al momento me vea rodeado del resplandor de tres; ni puedo diferenciar tres, sin que al momento se vea reducido a uno"'. Guardémonos, pues, de imaginar en Dios una Trinidad de Personas que impida a nuestro entendimiento reducirla al momento a unidad. Las palabras Padre, Hijo y Espíritu Santo, denotan sin duda una distinción verdadera, a fin de que nadie piense que se trata de títulos atribuidos a Dios según las diversas maneras como se muestra en sus obras; pero hay que advertir que se trata de una distinción, y no de una división. Los testimonios ya citados muestran suficientemente que el Hijo tiene su propiedad distinta del Padre. Porque el Verbo no estaría en Dios, si no fuera otra Persona distinta del Padre; ni tendría su gloria en el Padre, si no fuera distinto de Él. Asimismo el Hijo se distingue del Padre, cuando dice que hay otro que da testimonio acerca de Él (Jn. 5,32; 8,16; etc.). Y lo mismo se dice en otro lugar, que el Padre creó todas las cosas por el Verbo; lo cual no sería posible, si de alguna manera no fuera distinto del Hijo. Además, el Padre no descendió a la tierra, sino el que salió del Padre; el Padre no murió ni resucitó, sino Aquel a quien Él envió. Y esta distinción no comenzó después de que el Verbo tomase carne humana, sino que es evidente que ya antes el Unigénito estuvo "en el seno del Padre" (Jn. 1, 18). Porque, ¿quién se atreverá a decir que entró en el seno del Padre precisamente cuando descendió del cielo para tomar carne humana? Así que antes estaba en el seno del Padre y gozaba de su gloria con Él.” (Inst 1:xiii:17). 

            En esto Calvino hasta cierto punto apoya la posición del Este de empezar con las Tres Personas y no hablar en términos abstractos de la esencia de Dios antes o aparte de las Tres Personas.  Sin embargo acepta que la esencia es la fuente de la Monarquía y no el Padre (como enseñó Gregorio Nacianzo), y en cuanto a la filioque claramente sigue el Oeste y Agustín.  Esta enseñanza aparece en muchos pasajes: “Y ello en muchos lugares, pero en ninguno más claramente que en el capítulo octavo de la carta a los Romanos, donde el Espíritu Santo es llamado indiferentemente unas veces Espíritu de Cristo, y otras Espíritu del que resucitó a Cristo de entre los muertos; y ello con mucha razón. Porque san Pedro también atestigua que fue por el Espíritu de Cristo por quien los profetas han hablado, bien que la Escritura en muchos lugares enseñe que fue el Espíritu de Dios Padre (2 Pe. 1,21).”

            Se rompe con el acercamiento escolástico medieval y restaura una exposición bíblica.  No especula.  Está abierta a ideas del Este y aprueba a los Capadocios, especialmente a Gregorio de Nacianzo.  Es como un respiro de aire fresco.  Pero es conservador, siguiendo los concilios y a los padres, pero partiendo con los escolásticos medievales.  No rompe con la antigua tradición católica, porque reconoce que es bíblico, y esto para él es lo más importante.

            Todas las Confesiones de la Reforma Magisterial afirman la doctrina de l Trinidad.  Su expresión más completa se ve en la II Confesión Helvética capítulo III:         
  
                “DIOS EN SU UNIQUEDAD Y TRINIDAD

            El único Dios.            

            “Creemos y enseñamos que Dios es único en esencia y naturaleza; que existe por sí mismo y en todo se basta a sí mismo; que él es el eterno Creador invisible, incorpóreo, infinito, de todas las cosas visibles e invisibles; que él es el Bien Supremo, el viviente, que todo lo crea para vivir y lo mantiene; que él es todopoderoso, benévolo y misericordioso, justo y veraz.
Pero aborrecemos el politeísmo; porque expresamente está escrito: «El Señor, nuestro Dios, es uno» (Deut. 6:4). «Yo soy el Señor, tu Dios... No tendrás otros dioses delante de mí» (Ex. 20:3). «Yo soy el Señor, y no hay otro que yo» (Isaías  45:5 y 18).  «¿No soy yo el Señor? Y no hay otro Dios que yo. A mi lado no existe otro Dios verdadero, salvador» (Isaías 45:21). «El Señor, el Señor, fuerte, misericordioso y fiel; tardo para la ira y grande en benignidad y verdad» (Ex. 34: 6).

            El Dios trino.
           
            “Igualmente creemos y enseñamos que  ese Dios infinito e indivisible e inmezclable es diferenciable en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y esto de la siguiente manera: El Padre ha engendrado al Hijo desde la Eternidad; el Hijo ha nacido en forma inenarrable; el Espíritu Santo proviene de ambos desde toda eternidad y ha de ser adorado con ambos. Esto significa que no se trata de tres dioses, sino de tres personas esencialmente iguales, igualmente eternas, igualmente en todo y no obstante diferentes entre sí, siguiendo una a la otra ordenadamente y siendo siempre iguales. Conforme a su naturaleza y esencia están unidas de manera tal entre sí, que hay un solo Dios, pero poseen la esencia divina en común el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las Sagradas Escrituras nos han comunicado claramente el poder diferenciar entre las tres  personas,  cuando  el  ángel  dice  a María, entre otras cosas: «E1 Espíritu  Santo vendrá a ti y quedarás a la sombra del Altísimo; y por eso lo santo que será engendrado, será llamado Hijo de Dios»  (Luc. 1:35). Pero también en el bautismo de Cristo se oyó una voz del cielo que llegó hasta Jesús, diciendo: «Este es mi hijo amado» (Mat. 3:17); y, al mismo tiempo, apareció el Espíritu Santo en forma de paloma (Juan 1:32). Cuando el  Señor mismo dio el mandato de bautizar, señaló que el bautismo se realizase «en  nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu  Santo» (Mat. 28:19). En otra ocasión dice él en el Evangelio: «Pero el Consolador,  el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre...» (Juan 14:26). También dice: «Cuando venga el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu  de verdad, que procede del Padre, él dará  testimonio de mi» (Juan 15:26). En resumen: Nosotros aceptamos la confesión de los apóstoles, confesión que nos transmite la tradición de la verdadera fe.

            Falsas doctrinas.                       

            “Por eso condenamos el parecer de los  judíos y mahometanos y todos cuantos blasfeman sobre esa santísima Trinidad digna de adoración. Igualmente condenamos todas las falsas doctrinas y a todos los falsos maestros, según los cuales el Hijo y el Espíritu Santo son Dios únicamente de nombre o que en la Trinidad se trata de algo creador y servidor o, también, de que lo uno esté supeditado a lo otro o que la Trinidad contenga diferencias, cosas grandes y pequeñas, cosas corporales o corporalmente formadas, cosas, en fin, distintas en su modo de comportarse y en sus deseos, o que existan en la Trinidad mezcolanzas o unidades, o que el Hijo y el Espíritu Santo sean solamente situaciones o formas especiales del Dios Padre... Así es cómo han creído los monarquianos o los noecianos, como Praxeas, o los patripasianos, como Sabelio, el Samosateno, Ecio y Macedonio, los antropomorfitas y, finalmente, como Arrio y tantos otros.”

            Los Socinianos eran peores que los Arrianos, negando la preexistencia del LOGOS y viendo a Jesús simplemente como un hombre, aunque con una plenitud del Espíritu y un conocimiento especial de Dios.  En su ascensión recibió dominio sobre todo.  El Espíritu Santo es una energía de Dios.

            Mientras algunos tienen problemas con la eterna generación del Hijo (vea Inst I:xiii:29) y hasta ven las distinciones dentro de la Trinidad como económicas y no eternas y ontológicas, la mayoría mantienen las ideas de Nicea-Constantinopla, como se ve en la II Confesión Helvética, aunque con calificaciones que también se ve.

            Hay debate sobre si la Confesión de Westminster sigue Nicea o a Calvino.  Capítulo II, Artículo III, que trata el tema se lee así:

            “En la unidad de la Divinidad hay tres personas en una sustancia, poder y eternidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo (I*Juan 5:7; Mat.3:16,17; 28:19; 2*Cor. 13:14). El Padre no es de nadie, ni es engendrado, ni precedente de nadie; el Hijo es engendrado al eterno del Padre (Juan 1:14,18), y el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo (Juan 15:26)”     

            Aunque usa frases que vienen de Nicea, Juan Murray comenta que “Había sido tradición de Nicea embellecer la doctrina, especialmente la de Cristo siendo Hijo, con formulas más allá de la justificación de las Escrituras.  La Confesión no condesciende con tales intentos de definición.  Generaciones más tardes están bajo una gran deuda a Westminster por la reserva estudiada que salvaguardó la Confesión de ser cargada con tales nociones especulativas como las que se encomendaron a los teólogos por mucho más que mil años, pero a las cuales las Escrituras no prestaron apoyo.  Así todo lo que encontramos sobre este tema es el breve dicho: ‘El Padre no es de nadie, ni es engendrado, ni precedente de nadie; el Hijo es engendrado al eterno del Padre, y el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo’.”[6]  

            Warfield dice “cuando durante las primeras semanas de sus sesiones la Asamblea de Westminster estaba ocupado con la revisión de los Treinta y Nueve Artículos, y Artículo viii, sobre los Tres Credos, salió para debate, se hizo objeción a las cláusulas de  ek qeou (ek theou).  No aparece que había ningún argumento para la posición subordinacionista: los abogados de retener los Credos más bien gastaron sus esfuerzos en invalidar el dicho del credo de cualquier implicación subordinacionista”.[7]

            Entonces casi no hay especulación en el dicho de la confesión respeto a la Trinidad, y no se hace ninguna referencia a Cristo Como “Dios de (ek) Dios”.  Pero, como hemos visto, esta frase fue quitada del Credo final en Constantinopla en 381.  Entonces Westminster fielmente refleja la posición del Credo definitivo de Nicea-Constantinopla que efectivamente reemplazó el de Nicea.
   


[1] ibid p 110
[2] Ibid p 109
[3] Biblical Doctrines p 194
[4] G. Bray The Doctrine of God pp 197-200
[5] B.B. Warfield “The Biblical Doctrine of the Trinity”  pp 58-59
[6] J. Murray “Systematic Theology” en Collected Writings of John Murray 4:248
[7] B. B. Warfield “Calvin’s Doctrine of the Trinity” p 279 fn 137

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