jueves, 27 de setiembre de 2012

Cristología desde el Comienzo hasta Nicea (325)



            En Mat 16:13 leemos Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”  Jesús también hizo una pregunta importante a los dirigentes religiosos de su día: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?” (Mat 22:41-46).  Tales preguntas nos obligan a reflexionar sobre la Persona de Jesucristo.  ¿Es Jesús el Cristo de Dios?  Sí es ¿de quién es Hijo?  ¿Es solamente el Hijo de David,  o es también el Hijo de Dios?   Verle correctamente significa aceptarle como inherentemente Dios?

            La Biblia, y especialmente el N.T. le ve como tanto Dios como hombre.- verdadero Dios en que era la verdadera encarnación del eterno Hijo de Dios, verdadero hombre en que es el Hijo de la virgen María.  Entonces se trata su divinidad bajo la doctrina de la Trinidad y su humanidad en Cristología como un aspecto principal de la encarnación.  También se le trata bajo Soteriología, porque el propósito de la encarnación era cumplir la redención de los elegidos de Dios por su obra en la cruz.

            El problema de Cristología en el sentido restringido de la palabra es definir la relación de lo divino y lo humano en Cristo.  La decisión del Concilio de Nicea (325) que el Logos compartió la misma naturaleza divina como el Padre enfocó atención en la relación entre las dos naturalezas en Cristo durante el siglo IV.  Pero la convicción cristiana por siglos había sido que Cristo era tanto divino como humano a la vez.

            El Nuevo Testamento
           
            Durante la vida y ministerio del Señor había debate sobre quien era (Mat 16:13-18), pero después de su resurrección sus discípulos no tuvieron ninguna duda en cuanto a esto.  “Jesucristo es el Señor” era el tema de su predica (Fil 2:11; Hech 2:36; 10:36; Rom 10:9).  Pero ¿qué significó esto?  La palabra “Señor” (kurios) podría indicar todo desde “caballero” (Mat 8:2) hasta “Jehová” mismo.  Otras veces indica posesión de autoridad (Mat 21:3; 24:42).  Pero a veces su uso es tan expresivo de grandeza y exaltación que claramente indica la deidad de Cristo (Luc 2:11; 3:4; Hech 2:36; I Cor 12:3; Fil 2:11).  Es el Nombre dado a él por el Padre, indicando que él es Mediador.  Indica que es Señor y Amo de su pueblo y ellos son su propiedad, dado por el Padre y comprado por él.  También tiene autoridad sobre todo (Mat 28:18; Apoc 19:16).  

            Los escritores del N.T. consideraron que Cristo era pre-existente (Jn 1:1-18).  Tuvo una doble orden de ser “según la carne” (kata sarka) como hombre y “según el Espíritu” (kata Pneuma) como Dios (Rom 1:3,4; 8:9; II Cor 3:17; Heb 9:14; I Ped 1:11; 3:18).  Tan profundamente fue esta formula enraizada en su pensar que F. Loofs le llamó “el dato fundamental de todo desarrollo cristológico más tarde”.[1]  En la tradición católica la presuposición doble de cristianismo apostólico era que Cristo como Persona era Uno y que fue simultáneamente totalmente divino y totalmente humano.

La Iglesia Primitiva

Los Padres Apostólicos (Bernabé, Hermas, Clemente de Roma, Policarpo, Ignacio)

            Sus escritos son fragmentarios y les faltan originalidad, profundidad, claridad y definición.  Se habla de Cristo como el Hijo y como Dios y hombre sin una consciencia evidente de las implicaciones o problemas involucrados.  Para todos él es divino y llegó a este mundo con una misión de salvación.  Ahora ha sido glorificado y regresará como Juez.  

            La Epístola de Bernabé
           
            Esta obra del siglo II viene de círculos cristianos en Alejandría.  Es antijudío y desprecia el A.T. aparte de donde este señala a Cristo.  En la primera parte (1-17) se muestra que las promesas se refieren a Cristo, el único Hijo del Padre mostrando su deidad y absoluta trascendencia.  Distingue entre fe sencilla y “conocimiento” (gnosis) (1:5).  Dios se ha revelado en la encarnación, pero a la vez se ha escondido.  Nuestros ojos, incapaces de mirarle como Dios, ahora le vemos vestido de carne (5:6).  “El Hijo de Dios vino en la carne para esta razón, que podía recapitular el total de los pecados de los que persiguieron a sus profetas hasta la muerte” (5:11).  El Encarnado es el Hijo de Dios, no solamente desde la encarnación, pero antes de su adviento en la carne, aún antes de la creación (6:12).  Hay frecuentes referencias al Hijo de Dios (5:9, 11; 6:12; 7:2, 9; 12:8, 10; 15:5).  Cristo es el Señor (kurios) de todo el mundo (5:5) y tiene una naturaleza divina.  Su cuerpo es la “vasija del espíritu” (7:3; 11:9) que aquí refiere a su naturaleza divina.  El aparecía “en la carne” (5:6; 6:7, 9, 14; 12:10) o vino en la carne (5:10, 11).  El Cristo quien sufrió la cruz es Dio.  Esto muestra el alcance de su humillación (5:5).

            II Clemente

            Esta carta fue escrita desde Roma a mediado del siglo II (120-150).   Claramente reconoce la deidad de Cristo: “Hermanos, debemos de pensar de Jesucristo como de Dios, como del Juez de los vivos y los muertos; y no debemos pensar poco de nuestra salvación.  Porque si pensamos poco de él también esperamos lograr solamente poco” (1:1,2).  En 9:5 hay uno de los mejores dichos cristológicos de este periodo: “Si Cristo el Señor quien nos salvó, que fue primeramente Espíritu, devino a ser carne y así nos llamó, así también recibiremos nuestra galardón en esta carne”.  “Espíritu” es una expresión de la deidad de Cristo.  Esta unión de Dios y hombre es el tipo y causa de nuestro llamamiento.  En Cristo Dios llega a ser el Padre de los cristianos (1:4; 3:1).  En Cristo aparece Dios (12:1; 17:5) quien nos hizo de la nada (1:8) y nos ha redimido.  Aquí la doctrina de redención es claramente cristocéntrica.  Mientras el desprecio gnóstica por el cuerpo y la resurrección crezca, la encarnación es vista como el fundamento para valorar la naturaleza humana.  Cristo el Espíritu divino llegando a ser hombre llega a ser la garantía de nuestro llamamiento a la resurrección en la carne.      

Desarrollo de Movimientos Heréticos (Siglos I al III)

            Ebionitismo

            Los Ebionitas eran cristianos judíos quienes solucionaron el problema de la relación de las dos naturalezas de Cristo por simplemente negar su naturaleza divina.  La rápida expansión del cristianismo entre los gentiles significó que no iba a tener mucha influencia a largo plazo.  Cuando los cristianos judíos salieron de Jerusalén a Transjordania en 66 su aislamiento era casi completo.  Algunos grupos judíos, mientras enfatizaron la observación de la Ley, eran ortodoxos en cuanto a su creencia que Jesús era el Hijo de Dios (Justino Martír Dial 47; Epifanio Haer 29:7).  En distinción a estos, los Ebionitas rechazaron el nacimiento virginal, considerando al Señor como un hombre nacido de José y Maria; fue el Mesías predestinado, y así regresaría a reinar en la tierra. 

            Adopcionismo

            Algunos grupos gentiles consideraron a Cristo ser un hombre no más por nacimiento, pero que fue adoptado por el Padre, generalmente en su bautismo (Eusebio Hist Eccles 7:30:4; 11; 16).  El más famoso adopcionista era Pablo de Samosata en el siglo III. 

            Docetismo

            Docetismo (de dokein = aparentar) fue el error opuesto, que enseñó que Cristo no era un hombre sino solamente aparecía así.  Entonces sus sufrimientos no eran reales.  Sus raíces estaban en ideas greco-orientales de la impasibilidad de Dios y lo malo de lo material.  Esto afectó Gnosticismo y Marcionismo también.  Justino Martír hace referencia al docetismo al decir “hay algunos quienes declaran que Jesucristo no vino en carne, sino solamente como espíritu y exhibió una apariencia de carne” (De Res 2).  Ignacio protesta contra personas impías quienes decían que Cristo había sufrido en apariencia no más (Trail 10: Esmir 2).  Policarpo anatematizó el rechazo a “confesar que Jesucristo vino en la carne” (Fil 7:1).  En esto suena como el apóstol Juan mismo (I Jn 4:13; II Jn 1:7).  El apócrifo Evangelio de Pedro dijo que el Salvador en la cruz “se quedó en silencio, como no sintiendo ningún dolor” (4:11), que sugiere un tipo de docetismo.

            Gnosticismo (Siglos I al III)

            El Gnosticismo nos lleva a un mundo de especulación cósmica.  Este enseñó que materia fue inherentemente malo y había sido creado por un dios menor (Demiurgo, el Dios del A.T.).  Cristo fue un emisario espiritual especial del reino de luz al reino de las tinieblas, quien proveyó conocimiento secreto por lo cual ciertas personas podrían ser salvas.  Porque lo material es malo, no tuvo un cuerpo humano normal.

Su mito de redención enseñó la liberación del elemento divino, el fragmento de espíritu en la humanidad caída realizado por el conocimiento.  Había gran variedad de sistemas gnósticos, pero un modelo común fue que desde la pleroma o mundo espiritual de eones, el Cristo divino descendió y se unió por un tiempo (entre su bautismo y su crucifixión) a Jesús histórico.  Según varios relatos el cuerpo de Jesús no fue formado de carne ordinaria, sino de sustancia “psíquica” (Ireneo Haer 1:6:1).  Así Cristo Jesús fue compuesto por dos sustancias (ousiai) distintas, siendo a la vez el Cristo del cielo y Jesús, el hijo del Demiurgo, en una relación suelta (Ireneo Haer 3:16:5).  Esto era docético o en decir que el Cristo celestial fue invisible, impalpable e impasible, o implicando que el Jesús terrenal a quien el cristo celestial se unió no fue de verdad carne y sangre. 

            Marción (excomulgado 144)

            Según Marción el Dios del N.T. fue el Dios más grande de amor y misericordia; el Dios del A.T. (el Demiurgo) fue un dios inferior de ley e ira.  Cristo vino como la manifestación del buen Dios y no se le debía identificar con el Mesías del A.T.   Solamente tenía la apariencia de un cuerpo; proclamó el Evangelio de amor y libertad de la Ley del A.T., abriendo el camino de salvación para todos los que creen (aún los malos en el inframundo).   Inconsecuentemente consideró los sufrimientos y muerte de Cristo como reales y efectuando redención (Tertuliano De Car Chr 3-5: Origenes Frag en Luc 1).  No era el hijo de Maria, sino apareció de repente apareció en la tierra como un adulto sin haber crecido.  Jesús manifestó en forma humana al buen Dios invisible (Tertuliano C. Marc 1:19).

            El gnosticismo casi ganó en la Iglesia.  El hecho que no lo logró se debía en gran parte a la insistencia en la Regla de Fe, expresado en liturgia, enseñanza catequética y predicación, que el Hijo de Dios verdaderamente había llegado a ser hombre.  Esto garantizó que el esquema cristológico de la Iglesia Primitiva reprodujo el modelo del N.T..- un solo Cristo, a la vez divino y humano, carne y espíritu.  
           
            Pero aún desde el tiempo de Ignacio la respuesta estaba lista.  El enfatizó la unión de Cristo y la realidad de su doble modo de existencia: “Hay un médico, compuesto de carne y de espíritu, generado y no generado, Dios en el hombre, vida auténtica en la muerte, de María y de Dios, primero pasible, entonces impasible, Jesucristo nuestro Señor” (Efes 7:2).   Se solía enfatizar el hecho que el sujeto de estas experiencias aparentemente contradictorias fue uno indivisiblemente por usar expresiones como “la sangre de Dios”, “el sufrimiento de mi Dios” y “Dios... fue concebido por Maria” (Efes 1:1; 18:2) que anticipó la doctrina más tarde de counicatio idiomatum, o sea, en vista de la unidad de la Persona de Cristo, sus atributos, experiencias etc., divinos y humanos se podían intercambiar.

            La suposición primitiva era lo que se puede llamar una cristología de espíritu, o sea que en el Jesucristo histórico, el Hijo de Dios preexistente, quien es espíritu divino, se unió con una naturaleza humana.  Esto tenía varias formas.  El Espíritu de Cristo preexistente moraba en el hombre Jesús: Barnabas dice que el Hijo de Dios “vino” o “se manifestó” en carne, o en la forma de carne, y que el cuerpo que Cristo ofreció en sacrificio fue “el receptáculo del Espíritu” (Sim 5:6: 5-7).  

Los Apologistas (Justino Martír, Taciano, Aristides, Atenagoro, Mileto, Teofilo de Antioquia)

Ellos se refirieron a Cristo como el Logos de manera filosófica.  Tienen poco interés en el Cristo de los Evangelios, aunque Taciano refiere a él como “Dios en forma de un hombre” (Oración 21:1).  Aristides, reflejando la cristología del Espíritu, dice que “es confesado que este Hijo del Dios altísimo descendió del cielo como espíritu santo y tomó carne de una virgen” (Apología 15:1).  Para Mileto fue “por naturaleza Dios y hombre”, se había “vestido con el hombre”.  Su elemento divino se describe como “espíritu” (De Pascha 8; 100; 66).

Justino repite las afirmaciones de la Regla de Fe.  El Logos devino a ser hombre por nacer de la virgen.  “El que antes fue Logos y aparecía ahora en la semblanza de fuego, ahora de manera incorpórea, por fin, por la voluntad de Dios ha llegado a ser hombre para la raza humana” (I Apol 63:10).  Pre-existía como Dios y fue hecho carne de la virgen, naciendo como hombre (Dialogo 87:2).  En su encarnación asumió carne y sangre (I Apol 66:2).  Sus sufrimientos físicos eran reales (Dia 34:2; 36:1; 39:7; 41:1; 49:2).  Pero no cesó de existir como LOGOS, siendo a la vez “Dios y hombre” (Dia 71:2; 100).  Estas ideas reconocen las dos naturalezas de Cristo, pero no tratan de explicar su relación.

Lo único que tenemos es la doctrina del LOGOS SPERMATICOS  de Justino.  Como se ha manifestado de varias maneras en el A.T. ¿porqué no podemos creer que podría nacer como hombre de la virgen?  El Logos ha sido activo en todos los hombres, dando a ellos cualquier bondad y conocimiento que tuvieron (I Apol 32:8; 46:3; II Apol 8:1; 10:2; 13:3).  A veces habla del Logos viviendo en todos los hombres, o siendo plantado en ellos como semilla (I Apol 32:8; II Apol 8:1).  A veces habla de ellos viviendo con el Logos (I Apol 46:3).  A veces habla de ellos teniendo una porción de él (II Apol 10:2; 13:3).

Pero hay un pasaje crucial que parece dar una explicación de la relación entre las dos naturalezas.  Explicando la superioridad del cristianismo, Justino dice que es “por la razón que el principio racional en su totalidad llegó a ser el Cristo, quien apareció por nosotros, cuerpo y Logos y alma” (II Apol 10:1-3).  Algunos han entendido esto a implicar que para Justino el Logos tomó el lugar del espíritu en Cristo en un tipo de cristología Logos- carne.  Pero su énfasis es más bien en el hecho que, mientras el Logos trabaja en todos los hombres de manera fragmentaria, trabaja en Cristo como total.  Para él la humanidad de Cristo era completa, incluyendo un alma animado e iluminado por el Logos.  En otros pasajes refiere al Cristo crucificado rindiendo su espíritu, o a sus sentimientos al enfrentarse con su pasión, que sugieren que reconoció que tuvo un alma y un espíritu humanos (Dial 105:5; 103:7).     

Cristo como la razón divina, inmanente en Dios, a que Dios dio una existencia separada, tuvo una personalidad independiente, y por él Dios se reveló.  El Logos devino a ser hombre por asumir una verdadera naturaleza humana de cuerpo y alma, aunque su divinidad fue escondida.

            Padres Anti-Gnósticos (Ireneo, Hipólito, Tertuliano)

            Ireneo
           
            Ireneo fue influido por los Apologistas, pero más por Pablo y Juan.  Su cristología fue influida negativamente por su oposición a gnosticismo y docetismo, pero positivamente por su vista de Cristo como el Segundo Adán.  En Cristo, como el segundo Adán, la humanidad de nuevo está unida a Dios.  En Cristo hay una recapitulación de la humanidad, que pone al revés el curso en que entró en la Caída: así, aunque mencionó la muerte de Cristo como nuestro sustituto, Ireneo enfatizó la obediencia de Cristo que canceló la desobediencia de Adán.

            El Logos existía desde la eternidad y fue instrumental en revelar al Padre.  Por la encarnación el Logos llegó a ser el Jesús histórico, tanto verdadero Dios como verdadero hombre.  Insiste en la unidad del Dios-hombre (Haer 3:16:8), así repúdienlo la separación gnóstica del Cristo del cielo del hombre Jesús.  Su motivo era soteriológico: solamente si el Logos entrara en la vida humana, podría la haberse cumplido.  Contra los docetistas, arguyó por la realidad de la naturaleza corpórea de Cristo, era “verdaderamente Dios” y “verdaderamente hombre” (Haer 4:6:7); si su carne hubiera sido diferente en cualquier respeto (aparte de que fue libre de pecado) de la carne humana ordinaria, el paralelo entre él y el primer Adán no habría sido valido, y la naturaleza pecaminosa del hombre no se podría reconciliar con Dios (Haer 5:14:2).  El Logos mismo formó su propia humanidad en la vientre de la virgen y esto hizo para que la humanidad que iba a ser el instrumento de salvación sea idéntica con la que necesitaba salvarse (Haer 3:21).  

            Como dice Seeberg al hablar de Dios “...en Ireneo.  El es el Dios activo quien realiza creación y redención El es el Dios vivo quien es justo y misericordioso... y él es el Dios históricamente revelado en Cristo”.[2]  Ireneo no especula sobre el Logos, simplemente diciendo que existía con el Padre desde la eternidad y revela al Padre a ángeles y hombres.  Como Dios solamente puede ser conocido por medio de Dios , y como solamente el Hijo conoce y revela al Padre, el Hijo de Dios es el Revelador.     
           
            Hipólito y Tertuliano

            Antes de Nicea el Oeste fue más rápido en formular una cristología madura que el Este.  Esto se debía a teólogos de la calidad de Hipólito y Tertuliano.  Hipólito, como su maestro Ireneo, siguió el modelo jaunino “aquel Logos fue hecho carne”.  A veces parece implicar que el Logos simplemente asumió carne humana como algo externo, como cuando conpare la humanidad de Cristo al vertimiento de un novio (Antich 4).  Pero su verdadera intención se hace clara en frases como “el Logos llegó a ser carne y fue hecho hombre”, que al entrar en la virgen él tomó carne de ella y “llegó a ser todo lo que un hombre es, aparte del pecado”, y que en contra a los docetistas, “llegó a ser hombre verdaderamente, no en apariencia o en una manera de hablar” (Contra Noet 4:17).  Para él, como para Ireneo y Juan antes, “carne” denotó la naturaleza humana en su integridad, y “espíritu” se refería al elemento divino.  Además reconoció las diferentes manifestaciones y operaciones de las dos naturalezas.  Habla del contraste de la debilidad de la humanidad con lo sublime de la naturaleza divina (Contra Noet 18).  Tiene un texto interesante que dice “Ni el Logos sin carne y a solas fue Hijo en el sentido pleno... ni podría la carne existir (oupostanai) a solas aparte del Logos, como tiene su apoyo en el Logos” (Contra Noet 15).  No está diciendo que la naturaleza humana derivó su sustancia del Logos, sino enfatizando su punto de vista que la filiación empezó con la encarnación, y añadiendo que el Logos era el creador de su propia carne.  Se debe notar que esto es la primera referencia a un cognado de ousias en el lenguaje teológica en un debate cristológico.  También hay la implicancia que la Persona del Logos es la base del Dios-hombre.          

            Para Tertuliano el Logos (razón impersonal en Dios) fue de la misma sustancia con el Padre y procedió de él por auto-proyección (como una raíz proyecta un árbol).  El Padre es toda la sustancia, pero el Hijo solamente una parte (porque es derivado).  El Hijo llegó a ser una Persona independiente cuando engendrado por el Padre en la creación y es subordinado al Padre.  Cristo tiene dos naturalezas, divina y humana, y cada una retenía sus propios atributos durante la encarnación. 

            Llegó a ser hombre para la salvación de los hombres, porque solamente como hombre podía realizar su trabajo por nosotros.  Nació de la virgen; como Hijo de Dios no necesitó ningún padre terrenal, pero era necesario para él tomar su humanidad de una fuente terrenal (De Carn Chr 17ss).  Siendo espíritu divino, entró en la virgen y recibió su carne de ella (Adv Prax 26).  Su nacimiento era genuino de ella y no simplemente, como dijo el gnóstico Valentinio, por medio de ella, como un canal (De Carn Chr 20).  Aún dice que al concebir, María perdió su virginidad (De Car Chr 23).  Su humanidad fue completa, incluyendo un alma, la asunción del cual era necesario si el hombre iba a ser salvo (De Carn Chr 10-13).  Como tal sufrió todas las pasiones humanas (Adv Prax 16).  Pero el principio gobernante de su Ser siempre era el Logos.  Fue él, el espíritu divino, quien “tomó el hombre a si” y “mezcló a Dios y al hombre en si mismo” (C. Marc 2:27).

            Si Jesucristo consiste de “dos sustancias” (De Carn Chr 18) ¿qué es la relación entre las dos?  Tertuliano es el primer teólogo en enfrentar este problema.  “Entonces el Verbo está en carne.  Pero esto provoca la investigación como el Verbo llegó a ser carne.  ¿Fue, por decirlo, metamorfoseado en carne? ¿O se visitó en ella?”(Adv Prax 27).  Opta por la segunda explicación.  No se puede pensar en una transformación porque Dios y su Logos son inmutables, y el resultado de tal metamorfosis sería la destrucción de la Deidad y la humanidad y la formación de un tertium quid o mezcla.  La conclusión es que ambas “sustancias” siguen sin cambios después de la unión.  Anticipando definiciones de más tarde, Tertuliano puede decir que cada una preserva sus cualidades peculiares y actividades, el espíritu haciendo los milagros y la humanidad soportando los sufrimientos.  Pero hay una sola Persona: “observamos una doble condición, no confuso, sino conjunto, Jesús en una Persona, a la vez Dios y hombre” (Adv Prax 27).  Decimos que Cristo sufrió, pero es la humanidad que sufrió, Dios no puede sufrir.  Su muerte fue respeto a su “sustancia humana” y no la divina (Adv Prax 30; 29).  Cuando dijo que su alma fue turbada, se refería a su alma humana (De Carn Chr 13).  Sin embargo, podía usar expresiones como “Dios se permite nacer”, “los sufrimientos de Dios”, “Dios fue verdaderamente crucificado, verdaderamente murió” (De Carn Chr 5; De Pat 3; C. Marc 2:27).             

            Los Padres Alejandrinos (Clemente de Alejandría, Orígenes).

            Ellos hablaron del Logos como uno con el Padre y de su eterna generación, pero también de que él es la razón divina y subordinada al Padre.  Clemente distinguía el verdadero Logos de Dios y el Hijo-Logos quien apareció en la carne.  Habla del Logos quien “ha venido a nosotros desde el cielo” (Protr 11:111:2; 11:112:1).  Ha “entrado en” carne humana.  En la encarnación se ha engendrado, o sea, ha creado su propia humanidad (Strom 5:16:5).  Es tanto humano como divino.  Se ha “vestido con un hombre” siendo “Dios en la forma de un hombre, sin mancha” (Quis Div 37:3).  Como tal, de verdad ha sufrido (Strom 6:127:2).  Aunque criticado, no fue docetista y defendió la realidad de la encarnación (Strom Protr 7:2; Strom 3:102:1; 5:341:6; 127:1).  Pero varios de sus dichos, como que Cristo no era un hombre ordinario con pasiones (Strom 3:49:3) suenen docéticos.  Parece que atribuyó una alma o mente humana a Cristo (Quis Div 37:4; Paed 1:85:2).  Pero tiene la idea griega de apatheia o emancipación de pasiones.  El Señor debía ser exento de todo deseo, tanto los necesarios para mantener el cuerpo como los del alma, como fue sostenido por “poder divino” (Strom 6:71).  El Logos dirigía a Cristo y era su ser interno (Paed 3:1:2).  Como su alma humana era una copia del Logos divino, es difícil ver que parte práctica jugó para Clemente.   La humanidad de Cristo no parece tan importante en la soteriología de Clemente.   

            Origenes dijo que el verdadero Dios es el Padre, pero que él se revela y obra por el Logos quien es co-eterno con el Padre y engendrado por él en un acto eterno.  Esto logró a afirmar por medio de su interpretación anagógica de las Escrituras.  Este sentido de las Escrituras significa que si el Logos llegó a ser carne por nacer de una virgen, entonces este hecho en el tiempo debe tener una realidad correspondiente en la eternidad.  Tertuliano y los que eran antes de él no habían sabido como explicar la generación del Hijo de Dios fuera de las categorías de espacio y tiempo.  Por esto decían que el Hijo y el Espíritu fueron latentes en Dios el Padre desde toda la eternidad y salieron solamente cuando él deseó crear el mundo.

              Orígenes solucionó este problema con su uso de anagogía.  Nacimiento en tiempo en la tierra reflejó nacimiento en la eternidad en el cielo, entonces el Hijo fue eternamente engendrado del Padre y fue equivocado suponer que había un tiempo cuando el Hijo no había existido.  El Hijo era la replica exacta (Heb 1:3) del Padre y entonces compartió plenamente en su naturaleza eterna.  Habló del Logos como de la misma Ousia del Padre pero como otro hipostasis: “Adoramos al Padre de la verdad y el verdadero Hijo, siendo dos cosas en hipostasis, pero uno en identidad de pensamiento y en armonía y en identidad de voluntad” (Contra Cels 8:12).  Pero como el Hijo hizo la voluntad del Padre en la tierra, siguió por anagogía que siempre había hecho la voluntad de su padre en la eternidad y así subordinación de obediencia fue parte de la naturaleza eterna del Hijo.  Siempre era dependiente de él quien le engendró.  Así Orígenes podría referir al Logos como un “segundo Dios”   
            Tanto Orígenes, como Clemente antes,  mantenían que en la encarnación el Logos asumió la naturaleza humana en su totalidad, cuerpo y alma, y así llegó a ser un verdadero hombre (Dios-hombre).  Explicó claramente su entendimiento de la encarnación: “Creemos que el Logos mismo del Padre fue encerrado dentro de los limites de aquel hombre quien aparecía en Judea; no, más, que la Sabiduría de Dios entró en la vientre de una mujer, nació como un infante, y gimió como niños llorones” (De Princ 2:6:2).  Orígenes mantenía que el alma de Cristo, como todos los demás, fue pre-existente y en su estado pre-existente fue unido con el Logos; esta alma adhirió al Logos mientras todos los demás, por su propia voluntad le abandonaron y cayeron.  Este alma, lleno del Logos, fue encarnado en la vientre de la virgen.  Por un lado insiste en las dos naturalezas (In Ioh 10:6:24; 32:12:192; Contra Cels 3:28).  Habla de su naturaleza divina y humana (fusis) y aún de su hipostasis como hombre y su hipostasis como Unigénito.  Explicando Sal 72:1 (In Ioh 1:28:195) “el rey” y “el hijo del rey” se refieren respectivamente a “la naturaleza (fusis) del Logos” y “al hombre a quien asumió”.  Ambas naturalezas retienen sus características: “el Logos, quedándose Logos en esencia, no experimenta ninguna de las experiencias del cuerpo o del alma” (Contra Cels 4:15), mientras su naturaleza humana tiene que suportar todo lo que cualquier humano suporte (Contra Cels 2:23; De Princ 4:4:4).  Sus clamos Mi alma está muy triste, hasta la muerte (Mat 26:38) y Ahora está turbada mi alma (Jn 12:27) refieren a su alma humana (De Princ 4:4:4).  Podemos decir que el Hijo de Dios murió, pero solamente si aclaramos que fue “respeto a aquella naturaleza que fue de toda manera susceptible a la muerte” (De Princ 2:6:3).  Por otro lado el Señor encarnado es una unidad, “una cosa compuesta” (Contra Cels 1:66).  El Evangelio habla de uno, no de dos (In Ioh 1:28:196).  Defina la relación de las dos naturalezas como una unión (enwsis) o conmezcla (anakrasis) (Contra Cels 3:41) resultando en la deificación de la humanidad de Jesús, y no como una simple asociación (koinwnia).  El Logos y la humanidad realmente son uno (en) (Contra Cels 2:9; 6:47) porque se han unido sustancialmente con el alma humana de Cristo en una unión más intima que efectuó con las almas de profetas o apóstoles por inspiración y gracia (De Princ 2:6:4; 4:4:4). 

            Aunque quiso mantener la unidad entre el Logos y el alma humana de Cristo como real, su teoría no logra hacerlo.  No importa cuan íntima que sea la relación establecida por la adhesión en amor del alma al Logos, al fin y al cabo no es nada más que un caso especial, diferente en grado, pero no en tipo, de la unión de afecto y voluntad que los santos pueden atener con él.  Pero vio la unidad de Cristo en el Logos.  Que el Señor asumiera una alma tanto como un cuerpo humano, era necesario para la salvación de la humanidad, pero el alma estaba siempre sujeta al Logos.  El Logos vive en y dirige la humanidad de Cristo (Contra Cels 2:9; In Ioh 6:53:275).  El alma humana fue totalmente inundado por y cogido en la sabiduría, bondad, verdad y vida divinas (De Princ 4:4:4).  Además no consideró la encarnación como permanente o esencial.  Son los cristianos sencillos quienes se adhieren a la humanidad de Cristo (In Ioh 2:3: 27-31), el verdadero gnóstico, o sea el hombre de madurez espiritual, se va hacia arriba hacia el Logos, la vida autentica del alma de que se había caído.  El Mediador entre el único verdadero Dios, o sea el Padre inefable, y el hombre no es el Theanthropos Jesucristo, sino el Logos quien llena el espacio entre la deidad no originado y las criaturas.  Jesús es intermedio entre la naturaleza del no creado y la de todas las cosas creadas, y quien nos otorga los beneficios que vienen del Padre, y quien, como Sumo Sacerdote lleva nuestras oraciones al Dios supremo” (Contra Cels 3:34).  Así Jesús podía cambiar su cuerpo cuando querría y que fue “más divino” que otros cuerpos Contra Cellsus 2:64; 1:69).  Compartió la divinidad del Logos (Contra Cels 3:41).  Con la resurrección la deificación de su cuerpo empezó: “y verdaderamente después de su resurrección, existía en un cuerpo intermedio, como si fuera, entre la grosería de el que tenía antes de sus sufrimientos, y la apariencia de una lama no cubierta portal cuerpo” (Contra Cels 2:62).  La exaltación del Hijo del Hombre consiste en esto, que ha cesado de ser otro que el Logos y ha llegado a ser idénticamente uno con él (In Ioh 32:25:325).  En su glorificación la humanidad de Cristo fue absorbida en el Logos.  Así que “no más era otro que el Logos, sino lo mismo con él”.  Como hombre ahora está “en todas partes y se extiende por el universo” (De Prin 2:11:6).  Así no mantenía la integridad de las dos naturalezas de Cristo.    

            El Este Después de Orígenes

            Pero el hecho que habló de Cristo teniendo una alma humana le expuso a Orígenes a acusaciones de tener puntos de vista parecidos a los de Pablo de Samosata (condenado en Antioquia en 268) quien supuestamente mantenía dividió a Cristo en dos.  Muchos en los siglos III y IV consideraron que el alma humana fue reemplazado en Cristo por el Logos (ejem Eusabio de Cesaria De Eccl Theol 1:20:90).  Cuando los demonios lanzaron su ataque “contra el alma de nuestro Salvador” el error que cometieron era suponer que el alma habitando su cuerpo fue una alma humana ordinaria (Dem Ev 10:8:503).  Pero la unión del Logos con la carne de Cristo se reducía a un mínimo.  Las experiencias de la carne (nacimiento, sufrimiento, muerte) no tuvieron efecto en él. 

            Methodio de Olimpo (m 311) por otro lado, dice que el Hijo de Dios “verdaderamente llegó a ser hombre” o aún “asumió el hombre” (De Res 2:18; Symp 7:9).  Describe al Encarnado como “un hombre llenado con deidad no mezclada y perfecta, y un Dios contenido en un hombre” (Symp 3:4).   El también representa la dicha teología de Logos- Carne.    

Arrio y los arrianos.

Arrio fue un presbitero de Alejandría que mantenía que Cristo fue creado de la nada, el primer y más grande de los seres creados, quien creó el mundo y fue escogido por Dios por causa de sus meritos previstos y es llamado el Hijo de Dios por su gloria prevista.  Es inferior al padre, pero tiene derecho a la veneración de los hombres.

Oponentes de Arrio (Alejandro de Alejandría y Atanasio).

Atanasio, su oponente principal, enfatizó la unidad de Dios, pero tres distintos hipostaseis que describió como “unidad de esencia”.  El Hijo es engendrado eternamente como una generación interna y necesaria del Padre.  Soteriología es la clave: unión con Dios es necesaria para salvación, y ninguna criatura aparte de una quien es en si Dios, puede unirnos con Dios. 

            El Concilio de Nicea (325)

            Este fue convocado por el emperador Constantino, quien presidió, para arreglar la controversia arriana en cuanto a la naturaleza de Jesús y la Trinidad.  Lo que ocurrió allí es uno de los capítulos más sorprendentes de la historia de la Iglesia.  Eusebio de Nicomedia, representando la causa de Arrio, presentó la confesión arriana primero.  Fue rechazado rotundamente y el documento fue roto en pedazos delante de todos.  Entonces Eusebio de Cesaria presentó lo que era esencialmente una confesión origenista que fue escrito de tal manera que todos podían ver sus posiciones reflejadas en ella.  Parcialmente se leía:

            “Creemos... en un Señor Jesucristo, el Logos de Dios. Dios de Dios, luz de luz, vida de vida, el Unigénito Hijo, el primogénito de toda la creación, engendrado del Padre antes de todas las edades, por quien todas las cosas fueron hechos.”

            Descontento con esto, Alejandro y su ayudante, Atanasio, propusieron una alternativa que sustituyó la palabra “Hijo” por “Logos” y la frase “verdadero Dios de verdadero Dios” por “vida de vida” y que añadió las frases “de la sustancia (ousia) del Padre”, “no creado”, después de “engendrado”, “de la misma sustancia (omoousion) del Padre” y finalmente “cosas en el cielo y cosas en la tierra” después de la última cláusula citado arriba.  Esta alternativa entonces se leía como sigue:

            “Creemos... en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, engendrado del Padre, Unigénito, eso es, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, verdadero Dios de verdadero Dios, engendrado, no creado, de la misma sustancia con el Padre, por quien todas las cosas fueron hechos, cosas en el cielo y cosas en la tierra.”

            También añadieron lo siguiente, apuntando directamente a los arrianos:

            “Pero la santa y apostólica Iglesia anatematiza a los que dicen que había cuando él no era y que fue hecho de cosas no existiendo o de otro hipostasis (upostasis) o ousia (ousia), diciendo que el Hijo de Dios es mutable o cambiable.”

            Lo que ocurrió entonces es un ejemplo de la providencia de Dios en la historia.  Después de largo debate sobre si deben usar homoousias (omoousias) (de la misma sustancia) o homoiousias (omoiousias) (de sustancia similar) para describir la relación entre el Padre y el Hijo,  todos aceptaron la posición alejandrina, todos los obispos, menos cinco, firmándole, aún el obispo de Nicomedia, aunque no aprobó la anatema.  .        

Las Conclusiones del Concilio de Nicea 
           
            Entonces el Credo de Nicea se leía así:

Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles;
y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, y se hizo hombre, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos;
y en el Espíritu Santo.
A quienes digan, pues, que hubo (un tiempo) cuando el Hijo de Dios no existió, y que antes de ser engendrado no existía, y que fue hecho de las cosas que no son, o que fue formado de otra sustancia (hipóstasis) o esencia (ousía), o que es una criatura, o que es mutable o variable, a éstos anatematiza la Iglesia cat6lica.”[3]

El Concilio adoptó la formula de Atanasio: Cristo es Homoousios (de la misma sustancia) con el Padre, no el Heteroousios (diferentes sustancias) de Arrio o la del partido mediante dirigido por Eusebio de Caesarea (Homoiousios.- sustancia similar).  Así Cristo está al mismo nivel como el Padre, un ser no creado, quien es Dios mismo.



[1] F. Loofs Leitfaden zum Studium der Dogmerngeschichte (Halle 5 edición 1950) 14. 52
[2] Reinhold Seeberg Text-Book of the History of Doctrines (Baker 1977) I:121
[3] Citado en Gonzalez Op Cit p 459