El Espíritu Santo
Hasta entonces el Espíritu Santo no había recibido mucha
atención. Reflexión teológica estaba
menos desarrollada que practica de devoción.
Alejandro simplemente repetía la antigua afirmación que inspiró a los
profetas y apóstoles (Atanasio Contra Arrio 1:6). Arrio le consideró un hipostasis (Ep ad Alex)
pero con una esencia diferente que el del Hijo, tal como el del Hijo era
diferente del del Padre (Atanasio Contra Arrio 1:6). Era la primera criatura hecho por el Hijo,
como Origenes había pensado. Nicea
simplemente dice “Creo en el Espíritu
Santo”. Pero desde entonces hay un interés renovado en
el tema.
Eusebio de Cesaria le consideró un hipostasis, pero dice
que es “en el tercer rango”, “un tercer poder” y “tercero desde la
Causa Suprema” (Praep Ev 11:20) y utiliza el exégesis de
Origenes de Jn 1:3 para argüir que él es “una
de las cosas que han llegado a existencia por medio del Hijo” (De Eccl
Theol 3:6:3). Está incluido “en la santa y tres veces bendito Triado”
porque trasciende las demás criaturas en honra y gloria (De Eccl Theol
3:5:17). Los arrianos más tardes le
consideraron que era el más grande de las criaturas hechas por el Hijo y el
dador de iluminación y santificación.
Cirilo de Jerusalén, mientras desanima investigación de su Persona y origen,
tiene una doctrina que muestra movimiento hacia la ortodoxia de más tarde. El Espíritu pertenece a la Trinidad y “no dividimos al santo Triado, como algunos
lo hacen, ni obramos confusión en el como Sabelio hace” (Cat 16:4). Es en unión con el Espíritu que el Hijo
participa en la Deidad
del Padre (Cat 6:6) y el Espíritu es “el
universal santificador y deificador”,
“un ser divino e inefable” (Cat 4:16; 16:3). Así, como el Hijo, es muy lejos de las
criaturas (Cat 8:5; 16:23) y se goza de un conocimiento perfecto del Padre (Cat
7:11; 11:12). “El Padre da al Hijo, y el Hijo comunica al Espíritu Santo” y “El Padre entrega todas las gracias por
medio del Hijo con el Espíritu Santo” (Cat 16:24). Es “subsistente”,
“siempre
presente con el Padre y el Hijo” (Cat 17:5) y es glorificado juntamente con
ellos (Cat 16:4; 17:38).
Atanasio empezó a considerar el tema unos diez años
después (359) cuando Serapion, obispo de Thmuis le llamó su atención a un grupo
de cristianos egipcios que, mientras reconociendo la deidad del Hijo,
despreciaron al Espíritu. Llamados
“Tropici” por Atanasio (ad Serap 1:21; 1:30) por su exégesis figurativo (tropos) de
las Escrituras, arguyeron que el Espíritu era una criatura traída a existencia
desde la nada (ad Serap 1:1; 1:17; 1:26).
Era un ángel, superior a otros ángeles en rango, pe4ro clasificado entre
los “espíritus ministradores” de Heb
1:14 (ad Serap 1:1) y entonces era “otro
en sustancia” que el Padre y el Hijo (ad Serap 1:2). Apelaron a tres textos en particular (ad
Serap 1:3; 1:11; 1:10): Amós 4:13; Zac 1:9; y I Tim 5:21. Aunque anticipan los Pneumatomachiones parece
que eran una secta local no relacionado a ellos.
Atanasio al refutarles dice que el Espíritu es
plenamente divino, consustancial con el Padre y el Hijo. Después de refutar el exégesis falso de los
Tropici, muestra que las Escrituras son unánimes que lejos de ser una criatura,
el Espíritu “pertenece a y es uno con la
Deidad que está en el Triado” (ad Serap 1:21). Mientras las criaturas vienen de la nada, son
recipientes de santificación y vida, y son mutables, circunscritas y múltiples,
el Espíritu viene de Dios, entrega santificación y vida, y es inmutable,
omnipresente y único (ad Serap 1:22-27).
El Triado es eterno, homogéneo e indivisible, y como el Espíritu es un
miembro del, entonces debe ser consustancial con el Padre y el Hijo (ad Serap
1:2; 1:20; 3:7). La relación cercana
entre el Espíritu y el Hijo muestra que pertenece en esencia al Hijo, tal como
el Hijo hace al Padre (ad Serap 1:25; 3:2).
Es el Espíritu del Hijo “la
actividad vital y don por lo cual santifica e ilumina” y es dado por el
Hijo (ad Serap 1:20). Cualquier que
posee es del Hijo (ad Serap 3:1). Se une
con el Hijo en su obra de creación como Sal 104:29 y 33:6 indican (Ad Serap
3:4, 5) y su indivisibilidad es ilustrado por su co-actividad en la inspiración
de los profetas y en la encarnación (ad Serap 3:5, 6). Infiere la divinidad del Espíritu del hecho
que nos hace a todos “participantes en
Dios [I Cor 3:15, 16]... Si el Espíritu Santo fuera una criatura no tendríamos
ninguna participación en Dios mediante él; estaríamos unidos a una criatura y
ajenos de la naturaleza divina... Si hace a los hombres divinos su naturaleza
debe, sin duda ser la de Dios” (ad Serap 1:24). Pertenece al LOGOS y al Padre y comparte la
misma sustancia (omoousias) con ellos (ad Serap 1:27).
Para Atanasio la Deidad es un Triado que tiene una
sustancia idéntica e indivisible. Todas
las Tres Personas son poseídos de una y la misma actividad (energeia),
así que “el Padre cumple todas las cosas por
el LOGOS en el Espíritu Santo” (ad Serap 1:28; cp. 1:30, 31). “El
santo y bendito Triado es indivisible y uno en Si. Cuando se menciona al Padre, el LOGOS también
está incluido, como también el Espíritu Quien es en el Hijo. Si el Hijo es nombrado, el Padre es en el
Hijo, y el Espíritu no está fuera del LOGOS.
Porque hay una sola gracia que es cumplida desde el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo” (ad
Serap 1:14).
Este es una clara explicación de la Trinidad. No nos sorprende entonces que
este era el segundo gran desarrollo de entendimiento de doctrina promovido por
el Sínodo de Alejandría (362). Criticó
la actitud de algunos en negar la consustancialidad del Espíritu como Pneumatomachiano
(que habla mal contra al Espíritu). Así
condenó arrianismo y también la opinión paralela que el Espíritu Santo es una
criatura: “.... Anatematizar la herejía arriana y
confesar la fe que confesaron los Santos Padres en Nicea, y también a anatematizar a
los que dicen que
el Espíritu Santo es una criatura y distinto en esencia de Cristo. Porque esto es en verdad una renuncia
completa de la herejía abominable de los arrianos: negarse a dividir la Santa Trinidad, o a
decir que cualquier parte de ella es una criatura,..” (Tom ad Antioch
3).
Así el camino estaba abierto para un entendimiento entre los de Nicea y
los dichos “semi-arrianos” y por un acuerdo que también daría lugar para una
más plena expresión de la doctrina del Espíritu Santo.
En el Oeste Hilario
de Poitiers arguye que el Espíritu Santo quien escudriñó las cosas
profundas de Dios no podía ser extraño a la esencia de Dios. Los Capadocios mantenían el del Espíritu
Santo.
Como hemos mencionado, ya había una nueva generación de
teólogos que, siendo origenistas, apreciaron la obra de Atanasio y apoyaron la
formula de Nicea. Estos incluyeron a los
Capadocios, Basilio de Caesarea, su hermano Gregorio de Nisa y su amigo
Gregorio de Nacianzo. Ya los moderados
como Cirilo de Jerusalén reconocieron la deidad del Espíritu, pero eran
reticentes en usar la palabra HOMOOUSIOS a explicarle. También había muchos subordinistas todavía,
así que asilio de Anquira no hizo más que reconocer que el Espíritu “tiene su ser del Padre por el Hijo”
(Epifanio Haer 73:16).
En un sermón predicado en 380 Gregorio de Nacianzo
explica la variedad de opiniones acerca del Espíritu aún tan tarde como esto:
algunos le consideraron una fuerza (energeia), otros una criatura, otros
Dios. Otros no se declaran sobre el
tema. De los que reconocen su deidad
algunos los mantienen como una opinión piadosa para si mismos, otros lo
proclaman abiertamente, mientras otros parecen postular Tres Personas poseyendo
deidad en diferentes grados (Orat 31:5).
Macedonio, Patriarca de Constantinopla, depuesto por los
arrianos en 360 dio su nombre a unos que mantenía que el Espíritu Santo era una
criatura, subordinada al Hijo, aunque no hay nada que indica que esta era su
opinión. Esta opinión fue considerada
herética y sus seguidores fueron llamados Pneumatomacos. Los moderados entre estos aceptaron la
consustancialidad del Hijo con el Padre (Gregorio Naz Or 41:8), pero los
radicales, dirigidos por Estadio de Sebaste, preferían “semejante en sustancia” o “semejante
en todas las cosas” (Basilio Ep 244:9).
Pero ambos grupos concordaron con el dicho de Eustatio que “no escogió llamar al Espíritu Dios ni
presumir llamarle una criatura” (Sócrates Hist Eccles 2:45). Como otros lo expresaron “ocupa una posición mediana, ni siendo Dios ni uno de los otros”
(Didimo De Trin 2:8). Citaron textos
sugiriendo la inferioridad del Espíritu
(Didimo De Trin 3:30-40) y señalaron el silencio de la Biblia respeto a su
divinidad (Didimo De Trin 2:10; Gregorio Naz 31:23-8). Arguyeron que como ninguna relación se podría
concebir dentro de la Deidad
aparte de ella de Padre e Hijo, el Espíritu, si es Dios debe ser o un principio
coordinador sin origen con el Padre o el hermano del Hijo; como ninguna
alternativa era aceptable, no más podía ser Dios que los otros espíritus.
Los que seguían a
Atanasio eran cautelosos al hablar.
Gregorio de Nacianzo describe como Basilio predicando en 372 abstenía de
hablar abiertamente de la deidad del Espíritu (Ep 58). Pero siguiendo su ruptura con Eustatio en 373
y viendo el incremento en la actividad de los Pneumatomacos, llegó a ser más y
más definitivo. En la profesión de fe
sometido a Eustatio avanzó una nueva prueba: el Espíritu debe reconocerse como
intrínsicamente santo, uno con “la divina
y bendita naturaleza”, inseparable (como la formula del bautismo implicó) del
Padre y del Hijo (Ep 125:3). En su De
Spiritu Sancto (375) tomó otro paso, diciendo que el Espíritu debe recibir
la misma gloria, honra y adoración que el Padre y el Hijo: debe ser considerado
“con ellos” y no “debajo de ellos”. Pero
nunca fue más allá de esto, nunca le llamó “Dios” ni dijo que era consustancial
con el Padre y el Hijo en palabras claras.
Sin embargo, dice claramente que “glorificamos al Espíritu con el Padre
y el Hijo porque creemos que él no es ajeno a la naturaleza divina” (Ep
159:2). Sus argumentos son (a) el
testimonio de las Escrituras a la grandeza y dignidad del Espíritu, y al poder
y amplitud de su operación; (b) su asociación con el Padre y el Hijo en
cualquier que cumplen, especialmente en la obra de santificación y deificación; (c) su relación personal tanto al Padre como
al Hijo.
Gregorio de Nisa
enfatiza la “unidad de naturaleza”
compartido por las Tres Personas y cita Sal 33:6 a probar que el LOGOS y el
Espíritu son realidades coordinadas (Or Cat 3, 4). Según su versión de Lucas 11:2 el
Padrenuestro se leía “Su Espíritu Santo
venga sobre nosotros y nos purifica”.
De esto concluyó que la actividad del Espíritu fue idéntica con la del
Padre; y como el Hijo también fue indistinguible no podía ser diferencia de
naturaleza entre las Personas (De Orat Dom 3).
Gregorio de Nacianzo
es aún más claro: “¿Es el Espíritu Santo
Dios? Si, de verdad. Ent6nces ¿Es consustancial? Por supuesto, como es Dios”
(Or 31:10). Se apoya en las Escrituras
(Jn 4:24; Rom 8:26; I Cor 14:15) y también en el carácter del Espíritu como el
Espíritu de Dios y de Cristo, su relación con Cristo en la obra de redención y
la práctica de devoción de la Iglesia.
Para explicar la tardanza en el reconocimiento de su deidad Gregorio de
Nacianzo arguye por su desarrollo histórico de doctrina. El Padre se revela en el A.T., el Hijo en el N.T.; esto dio ideas no más en
cuanto a la deidad del Espíritu, pero él vive en nosotros y revela su naturaleza
más claramente.
Para evitar la
acusación arriano que esto implicaría que el Padre tiene dos Hijos los
Capadocios tuvieron que distinguir entre el modo de origen del Hijo y el del
Espíritu. Todo lo que Basilio puede
decir sobre el tema es que el Espíritu sale de Dios no por medio de generación,
sino como “el respiro de su boca”;
así “su manera de llegar a ser” se
queda “inefable” (De Spir Sanct
46). También enseña que el único
Espíritu “está relacionado con el único
Padre por el único Hijo”; es “por
medio del Unigénito” que las calidades divinas llegan al Espíritu desde el
Padre (De Spir Sanct 45; 47).
Gregorio de Nacianzo
se contenta con el dicho en Jn 15:26 que “procede”
del Padre, pero no puede explicarle más que puede explicar la generación del
Hijo (Or 31:7, 8). Gregorio de Nisa
proveyó la formula definitiva. El Espíritu
sale de Dios y es de Cristo; procede del Padre y recibe del Hijo; no puede ser
separado del LOGOS (C Maced 2:10; 12:24).
De esto es un paso corto a la idea de la doble procesión del Espíritu. Según él las Tres Personas se deben
distinguir por sus origenes: el Padre es la causa y las otras dos son
causadas. A las Dos Personas causadas se
les puede distinguir porque Una de ellas es directamente producida por el
Padre, mientras la Otra procede del Padre por un intermediario. Así solamente el Hijo es Unigénito y la
relación del Espíritu al Padre no está perjudicada por el hecho que derive su
Ser de él por medio del Hijo. Refiere al
Hijo como relacionado al Espíritu como causa a efecto (Eunom 1:42). Habla de una antorcha dando su luz primero a
una y luego a otro antorcha para ilustrar la relación de las Tres Personas (C
Maced 6).
El Hijo actúa como Agente del Padre, quien es la Fuente de
la Trinidad, en la producción del Espíritu.
Desde él la enseñanza de la Iglesia del Este es que la procesión del Espíritu
Santo es “desde el Padre por el Hijo”. Epifanio, después de describir al Espíritu
Santo como “procediendo del Padre y
recibiendo del Hijo” toma un paso más y omita la preposición “por”.
Según él (Ancor 7:7, 8) el Espíritu Santo es “no engendrado, no creado, no co-hermano ni hermano al Padre, no
antepasado ni descendiente, sino de la misma sustancia del Padre e Hijo”. Es “de
ambos, un Espíritu derivado de espíritu, porque Dios es espíritu” (Ancor
70). En todo esto no hay el
subordinacionismo de Origenes, porque hay un reconocimiento del HOMOOUSIOS del
Espíritu.
El Concilio de
Constantinopla en 381 aceptó las decisiones de Nicea. Confirmó la frase HOMOOUSIOS en cuanto al
Hijo. Bajo la guía de Gregorio de Nacianzo
la siguiente formula en cuanto al Espíritu Santo: fue aprobado:“Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador
de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria, y que habló por los profetas”. Así redactó lo que ahora se conoce como el Credo
de Nicea.
Pero referente al
Espíritu no se usó la palabra HOMOOUSIOS para su relación con el Padre, y no se
definió su relación con las Otras Dos Personas.
No hay referencia a si procede del Hijo, porque no había unanimidad
sobre el punto. Decir que procede del
Padre solamente, parece negar la unidad esencial del Hijo con el Padre; decir
que también procede del Hijo, parece poner al Espíritu en una posición más
dependiente que el Hijo, e infringir su deidad.
Atanasio, Basilio y Gregorio de Nisa afirmaron la procesión del Espíritu
del Padre sin oponerse a la doctrina que también procede del Hijo. Epifanio y Marcelo de Anquira positivamente
afirmaron la doctrina, como hemos visto.
El Credo en su forma
final lee así:
“Creemos en un solo Dios,
Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible
y lo invisible.
Creemos en un solo
Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de
todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por
quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra
salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo Se encarnó de
María, Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en
tiempos de Poncio Pilato: padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la
derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y
muertos, y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo, Señor
y dador de vida, que procede del Padre que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia, que
es una, santa, católica y apostólica.
Reconocemos un solo
Bautismo para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección
de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.”[1]
Se nota de esto no
solamente más concentración en la obra de Cristo pero también énfasis en el
Espíritu Santo. Las anatemas de Nicea se
han omitido también.
Al decir que el
Espíritu “procede del Padre” el
Concilio quiso enfatizar la propiedad única del Espíritu que le distingue del
Padre y del Hijo, y por esta confesión quiso decir que tal como el Hijo es
esencial, necesario y eternamente engendrado por el Padre, así también el
Espíritu esencial, necesaria y eternamente procede del Padre. La doctrina más tarde que el Espíritu procede
también del Hijo.- la “doble procesión”.- se puede ver en Hilario, Ambrosio,
Jerónimo y Agustín y fue mantenido en Roma en el siglo V, como en el dicho
“Credo de Atanasio” que se fecha en el siglo V.
(“El Padre por nadie ha sido
hecho; no ha sido creado, ni engendrado; el Hijo proviene únicamente del Padre,
no ha sido hecho, creado, sino engendrado; el Espíritu Santo proviene del
Padre y del Hijo, no ha sido hecho, ni creado, ni engendrado, sino que
procede.”) Así el tercer Concilio de
Toledo en 589 lo declaró oficialmente por añadir la palabra “filioque”
(“y del Hijo”) al Credo de Nicea. Esta frase ha sido rechazada por las iglesias
del Este porque carece de un apoyo ecuménico.
Sin embargo es aceptado por todas las iglesias del Oeste.
Louis Berkhof define la “espiración”
del Espíritu como “aquel eterno y
necesario acto de la primera y segunda personas de la Trinidad por medio del
cual, ellos, dentro del Ser divino, se convierten en la base de la subsistencia
personal del Espíritu Santo, y ponen a la tercera persona en posesión de la
plenitud de la divina esencia, sin ninguna división, enajenación o cambio”.[2]
Mientras Nicea quiso
afirmar la deidad del Espíritu y su igualdad con el Padre y el Hijo, como la
cita de Berkhof muestra, en la práctica niega que él es Dios en si mismo. Como veremos Calvino corrigió el Concilio
sobre este punto respeto al Hijo y por implicación respeto al Espíritu.
El N.T. enseña que el
Padre y el Hijo “envian” (Jn 14:26;
cp. 15:26; 16:7) al Espíritu Santo, que el Hijo “sopló” (Jn 20:22) y “derramó”
(Hech 2:17, 33) al Espíritu Santo el día de Pentecostés. Pero estas frases describen las actividades
de las Personas de la
Trinidad en la economía de redención, donde el Espíritu se
somete a las otras Dos para realizar la aplicación de redención. No se refieren a sus relaciones ontológicos
entre si.
En general en el Este
se enfatizó la individualidad de las Tres Personas o Hipostaseis. Se salvaguardó su unidad por enfatizar que
tanto el Hijo como al Espíritu se derivó del Padre. La relación entre las Personas es ontológica,
basada en lo que estas Personas son. Así
el Hijo es “engendrado” del Padre y
el Espíritu “procede” de él.
En el Oeste
generalmente los teólogos empezaron con al unidad de Dios. Y ve las relaciones de las Tres Personas en
términos de comunión mutua. Mantenían la
doble procesión del Espíritu. Como hemos
visto, en el Sínodo de Toledo en 589 el famoso “filioque” fue añadido al Símbolo de Nicea-Constantinopla. En el Este Juan de Damasco era él que puso el
toque final a la doctrina. Según él hay
solamente una esencia divina, pero tres Personas o Hipostaseis. A estos hay que considerar como realidades en
el Ser divino, pero no se relacionan como tres hombres. Son Uno en todo aspeto aparte de su modo de existencia. El Padre se caracteriza por “no-generación”,
el Hijo por “generación” y el Espíritu Santo por “procesión”. La relación de las Personas la Una a las Otras se describe
como “interpenetración mutua”, sin mezclarse.
Mientras rechaza subordinación, todavía habla del Padre como la Fuente de la Deidad y representa al
Espíritu como procediendo del Padre por el LOGOS.
Sobre este credo
todavía hay debate. Se dice que el uso
en el Oeste de la palabra “Persona” desde los tiempos de Tertuliano no es
valido hoy, debido a que desde el siglo XVII la palabra quiere decir “un ego
auto-consciente”, pero en los siglos IV y V tuvo el sentido de una mascara
usado en el teatro, y entonces significó un papel. Tenemos que decir que mientras no era así
entonces, palabras usadas después del cierre del canon no son infalibles. Sin embargo la Iglesia puede usarles con
tal que testifican a lo que las Escrituras enseñan. No hay nada sacrosanto acerca de la palabra
“Persona” y si haya otra que da a entender con mejor exactitud lo que las
Escrituras quieren decir, sería bienvenida.
Refiriéndose a tales palabras Calvino comentó:
“Preferiría
que todos estuviesen sepultados con tal de que todo el mundo confesara que el
Padre, y el, Hijo, y el Espíritu Santo son un solo Dios, y que, sin embargo, ni
el Hijo es Padre, ni el Espíritu Santo es Hijo, sino que hay entre ellos
distinción de propiedad.” (Inst
I:xiii:5)
Otro problema potencial en el Credo
es el de la relación de las Tres Personas a la Esencia de Dios. ¿Qué es la relación del Uno con
la pluralidad de Personas? La teoría de
Realismo ayuda aquí. Hay cosas reales
que son objetos intelectuales no sensorios, por ejemplo el hombre, o Dios
mismo. Al pensar en la Trinidad y la unidad
común a las Tres Personas, ¿no podemos decir que las Tres Personas comparten
las características comunes de omnipotencia, omnisciencia, etcétera, y así
constituyen una Esencia? El punto de
vista Realista hace esta Esencia una realidad tan segura como Hombre o
Hermosura son realidades. Si la Esencia no fuera una
realidad, y las Tres Personas entonces fueron las únicas realidades, tendríamos
triteísmo en vez de monoteísmo. Si Tres
Personas (distinguidas como Personas por “propiedades personales”) son
totalmente idénticas en todos los atributos de deidad, en realidad
esencialmente son Un Dios: su única idéntica Esencia divina es tan real como
las propiedades distintas de las Personas.
Tres Personas con la misma omnipresencia tendrían una
omnipresencia. Tres Personas idénticas
en Esencia divina serían Un Dios.
Mientras hay distinciones entre las Tres, por causa del HOMOOUSIOS nunca
podemos pensar correctamente de las Tres Personas como existiendo
independientemente la una de las otras.
Dios el Padre es eternamente “el Padre del Hijo” y Dios el Hijo es
eternamente “el Hijo del Padre”, mientras el Espíritu Santo es eternamente “el
Espíritu de Dios” y “el Espíritu de Cristo”.
Al hablar de la unidad
de la Trinidad
debemos pensar en el mismo Ser, Esencia, Sustancia o Naturaleza. Cada Uno es esencialmente omnisciente (I Jn
5:20; Mat 11:27; I Cor 2:11). Pero
explicando las distinciones entre los Egos auto-conscientes mismos debemos
emplear “Persona” o “Hipostasis” para enfatizar la verdad que hay verdaderas
auto-conscientes, sujetivas diferencias en la profundidad del único Ser divino
que corresponden a los títulos de Padre, Hijo y Espíritu. Mientras cada Persona sabe todo, cada Uno
sabe estas cosas de la manera distinta a su propia Persona, o sea, lo sabe
subjetivamente. Tanto el Padre, como el
Espíritu, por ejemplo, sabían el hecho objetivo que el Hijo moriría en la cruz,
pero ninguno pensó “Yo moriré en la cruz”.
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