jueves, 4 de octubre de 2012

La Trinidad: Desarrollos en cuan to a la Doctrina del Espíritu Santo



El Espíritu Santo

Hasta entonces el Espíritu Santo no había recibido mucha atención.  Reflexión teológica estaba menos desarrollada que practica de devoción.  Alejandro simplemente repetía la antigua afirmación que inspiró a los profetas y apóstoles (Atanasio Contra Arrio 1:6).  Arrio le consideró un hipostasis (Ep ad Alex) pero con una esencia diferente que el del Hijo, tal como el del Hijo era diferente del del Padre (Atanasio Contra Arrio 1:6).  Era la primera criatura hecho por el Hijo, como Origenes había pensado.  Nicea simplemente dice “Creo en el Espíritu Santo”.   Pero desde entonces hay un interés renovado en el tema.

Eusebio de Cesaria le consideró un hipostasis, pero dice que es “en el tercer rango”, “un tercer poder” y “tercero desde la Causa Suprema” (Praep Ev 11:20) y utiliza el exégesis de Origenes de Jn 1:3 para argüir que él es “una de las cosas que han llegado a existencia por medio del Hijo” (De Eccl Theol 3:6:3).  Está incluido “en la santa y tres veces bendito Triado” porque trasciende las demás criaturas en honra y gloria (De Eccl Theol 3:5:17).   Los arrianos más tardes le consideraron que era el más grande de las criaturas hechas por el Hijo y el dador de iluminación y santificación.  Cirilo de Jerusalén, mientras desanima investigación de su Persona y origen, tiene una doctrina que muestra movimiento hacia la ortodoxia de más tarde.  El Espíritu pertenece a la Trinidad y “no dividimos al santo Triado, como algunos lo hacen, ni obramos confusión en el como Sabelio hace” (Cat 16:4).  Es en unión con el Espíritu que el Hijo participa en la Deidad del Padre (Cat 6:6) y el Espíritu es “el universal santificador y deificador”, “un ser divino e inefable” (Cat 4:16; 16:3).  Así, como el Hijo, es muy lejos de las criaturas (Cat 8:5; 16:23) y se goza de un conocimiento perfecto del Padre (Cat 7:11; 11:12).  “El Padre da al Hijo, y el Hijo comunica al Espíritu Santo” y “El Padre entrega todas las gracias por medio del Hijo con el Espíritu Santo” (Cat 16:24).  Es “subsistente”,  “siempre presente con el Padre y el Hijo” (Cat 17:5) y es glorificado juntamente con ellos (Cat 16:4; 17:38).

Atanasio empezó a considerar el tema unos diez años después (359) cuando Serapion, obispo de Thmuis le llamó su atención a un grupo de cristianos egipcios que, mientras reconociendo la deidad del Hijo, despreciaron al Espíritu.  Llamados “Tropici” por Atanasio (ad Serap 1:21; 1:30) por su exégesis figurativo (tropos) de las Escrituras, arguyeron que el Espíritu era una criatura traída a existencia desde la nada (ad Serap 1:1; 1:17; 1:26).  Era un ángel, superior a otros ángeles en rango, pe4ro clasificado entre los “espíritus ministradores” de Heb 1:14 (ad Serap 1:1) y entonces era “otro en sustancia” que el Padre y el Hijo (ad Serap 1:2).  Apelaron a tres textos en particular (ad Serap 1:3; 1:11; 1:10): Amós 4:13; Zac 1:9; y I Tim 5:21.  Aunque anticipan los Pneumatomachiones parece que eran una secta local no relacionado a ellos.

Atanasio al refutarles dice que el Espíritu es plenamente divino, consustancial con el Padre y el Hijo.  Después de refutar el exégesis falso de los Tropici, muestra que las Escrituras son unánimes que lejos de ser una criatura, el Espíritu “pertenece a y es uno con la Deidad que está en el Triado” (ad Serap 1:21).  Mientras las criaturas vienen de la nada, son recipientes de santificación y vida, y son mutables, circunscritas y múltiples, el Espíritu viene de Dios, entrega santificación y vida, y es inmutable, omnipresente y único (ad Serap 1:22-27).  El Triado es eterno, homogéneo e indivisible, y como el Espíritu es un miembro del, entonces debe ser consustancial con el Padre y el Hijo (ad Serap 1:2; 1:20; 3:7).  La relación cercana entre el Espíritu y el Hijo muestra que pertenece en esencia al Hijo, tal como el Hijo hace al Padre (ad Serap 1:25; 3:2).  Es el Espíritu del Hijo “la actividad vital y don por lo cual santifica e ilumina” y es dado por el Hijo (ad Serap 1:20).  Cualquier que posee es del Hijo (ad Serap 3:1).  Se une con el Hijo en su obra de creación como Sal 104:29 y 33:6 indican (Ad Serap 3:4, 5) y su indivisibilidad es ilustrado por su co-actividad en la inspiración de los profetas y en la encarnación (ad Serap 3:5, 6).  Infiere la divinidad del Espíritu del hecho que nos hace a todos “participantes en Dios [I Cor 3:15, 16]... Si el Espíritu Santo fuera una criatura no tendríamos ninguna participación en Dios mediante él; estaríamos unidos a una criatura y ajenos de la naturaleza divina... Si hace a los hombres divinos su naturaleza debe, sin duda ser la de Dios” (ad Serap 1:24).  Pertenece al LOGOS y al Padre y comparte la misma sustancia (omoousias) con ellos (ad Serap 1:27).

Para Atanasio la Deidad es un Triado que tiene una sustancia idéntica e indivisible.  Todas las Tres Personas son poseídos de una y la misma actividad (energeia), así que “el Padre cumple todas las cosas por el LOGOS en el Espíritu Santo” (ad Serap 1:28; cp. 1:30, 31).  “El santo y bendito Triado es indivisible y uno en Si.  Cuando se menciona al Padre, el LOGOS también está incluido, como también el Espíritu Quien es en el Hijo.  Si el Hijo es nombrado, el Padre es en el Hijo, y el Espíritu no está fuera del LOGOS.  Porque hay una sola gracia que es cumplida desde  el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo” (ad Serap 1:14). 

Este es una clara explicación de la Trinidad.  No nos sorprende entonces que este era el segundo gran desarrollo de entendimiento de doctrina promovido por el Sínodo de Alejandría (362).  Criticó la actitud de algunos en negar la consustancialidad del Espíritu como Pneumatomachiano (que habla mal contra al Espíritu).  Así condenó arrianismo y también la opinión paralela que el Espíritu Santo es una criatura: “.... Anatematizar la herejía arriana y confesar la fe que confesaron los Santos Padres en Nicea, y también a anatematizar a los que dicen que el Espíritu Santo es una criatura y distinto en esencia de Cristo.  Porque esto es en verdad una renuncia completa de la herejía abominable de los arrianos: negarse a dividir la Santa Trinidad, o a decir que cualquier parte de ella es una criatura,..” (Tom ad Antioch 3).

Así el camino estaba abierto para un entendimiento entre los de Nicea y los dichos “semi-arrianos” y por un acuerdo que también daría lugar para una más plena expresión de la doctrina del Espíritu Santo.  

En el Oeste Hilario de Poitiers arguye que el Espíritu Santo quien escudriñó las cosas profundas de Dios no podía ser extraño a la esencia de Dios.  Los Capadocios mantenían el del Espíritu Santo. 

Como hemos mencionado, ya había una nueva generación de teólogos que, siendo origenistas, apreciaron la obra de Atanasio y apoyaron la formula de Nicea.  Estos incluyeron a los Capadocios, Basilio de Caesarea, su hermano Gregorio de Nisa y su amigo Gregorio de Nacianzo.  Ya los moderados como Cirilo de Jerusalén reconocieron la deidad del Espíritu, pero eran reticentes en usar la palabra HOMOOUSIOS a explicarle.  También había muchos subordinistas todavía, así que asilio de Anquira no hizo más que reconocer que el Espíritu “tiene su ser del Padre por el Hijo” (Epifanio Haer 73:16).  

En un sermón predicado en 380 Gregorio de Nacianzo explica la variedad de opiniones acerca del Espíritu aún tan tarde como esto: algunos le consideraron una fuerza (energeia), otros una criatura, otros Dios.  Otros no se declaran sobre el tema.  De los que reconocen su deidad algunos los mantienen como una opinión piadosa para si mismos, otros lo proclaman abiertamente, mientras otros parecen postular Tres Personas poseyendo deidad en diferentes grados (Orat 31:5).

Macedonio, Patriarca de Constantinopla, depuesto por los arrianos en 360 dio su nombre a unos que mantenía que el Espíritu Santo era una criatura, subordinada al Hijo, aunque no hay nada que indica que esta era su opinión.  Esta opinión fue considerada herética y sus seguidores fueron llamados Pneumatomacos.  Los moderados entre estos aceptaron la consustancialidad del Hijo con el Padre (Gregorio Naz Or 41:8), pero los radicales, dirigidos por Estadio de Sebaste, preferían “semejante en sustancia” o “semejante en todas las cosas” (Basilio Ep 244:9).  Pero ambos grupos concordaron con el dicho de Eustatio que “no escogió llamar al Espíritu Dios ni presumir llamarle una criatura” (Sócrates Hist Eccles 2:45).  Como otros lo expresaron “ocupa una posición mediana, ni siendo Dios ni uno de los otros” (Didimo De Trin 2:8).  Citaron textos sugiriendo la inferioridad del Espíritu  (Didimo De Trin 3:30-40) y señalaron el silencio de la Biblia respeto a su divinidad (Didimo De Trin 2:10; Gregorio Naz 31:23-8).  Arguyeron que como ninguna relación se podría concebir dentro de la Deidad aparte de ella de Padre e Hijo, el Espíritu, si es Dios debe ser o un principio coordinador sin origen con el Padre o el hermano del Hijo; como ninguna alternativa era aceptable, no más podía ser Dios que los otros espíritus.

            Los que seguían a Atanasio eran cautelosos al hablar.  Gregorio de Nacianzo describe como Basilio predicando en 372 abstenía de hablar abiertamente de la deidad del Espíritu (Ep 58).  Pero siguiendo su ruptura con Eustatio en 373 y viendo el incremento en la actividad de los Pneumatomacos, llegó a ser más y más definitivo.  En la profesión de fe sometido a Eustatio avanzó una nueva prueba: el Espíritu debe reconocerse como intrínsicamente santo, uno con “la divina y bendita naturaleza”, inseparable (como la formula del bautismo implicó) del Padre y del Hijo (Ep 125:3).  En su De Spiritu Sancto (375) tomó otro paso, diciendo que el Espíritu debe recibir la misma gloria, honra y adoración que el Padre y el Hijo: debe ser considerado “con ellos” y no “debajo de ellos”.  Pero nunca fue más allá de esto, nunca le llamó “Dios” ni dijo que era consustancial con el Padre y el Hijo en palabras claras.  Sin embargo, dice claramente que “glorificamos al Espíritu con el Padre y el Hijo porque creemos que él no es ajeno a la naturaleza divina” (Ep 159:2).  Sus argumentos son (a) el testimonio de las Escrituras a la grandeza y dignidad del Espíritu, y al poder y amplitud de su operación; (b) su asociación con el Padre y el Hijo en cualquier que cumplen, especialmente en la obra de santificación y deificación;  (c) su relación personal tanto al Padre como al Hijo.

            Gregorio de Nisa enfatiza la “unidad de naturaleza” compartido por las Tres Personas y cita Sal 33:6 a probar que el LOGOS y el Espíritu son realidades coordinadas (Or Cat 3, 4).  Según su versión de Lucas 11:2 el Padrenuestro se leía “Su Espíritu Santo venga sobre nosotros y nos purifica”.  De esto concluyó que la actividad del Espíritu fue idéntica con la del Padre; y como el Hijo también fue indistinguible no podía ser diferencia de naturaleza entre las Personas (De Orat Dom 3).

            Gregorio de Nacianzo es aún más claro: “¿Es el Espíritu Santo Dios? Si, de verdad. Ent6nces ¿Es consustancial? Por supuesto, como es Dios” (Or 31:10).  Se apoya en las Escrituras (Jn 4:24; Rom 8:26; I Cor 14:15) y también en el carácter del Espíritu como el Espíritu de Dios y de Cristo, su relación con Cristo en la obra de redención y la práctica de devoción de la Iglesia.  Para explicar la tardanza en el reconocimiento de su deidad Gregorio de Nacianzo arguye por su desarrollo histórico de doctrina.  El Padre se revela en el A.T., el  Hijo en el N.T.; esto dio ideas no más en cuanto a la deidad del Espíritu, pero él vive en nosotros y revela su naturaleza más claramente.

            Para evitar la acusación arriano que esto implicaría que el Padre tiene dos Hijos los Capadocios tuvieron que distinguir entre el modo de origen del Hijo y el del Espíritu.  Todo lo que Basilio puede decir sobre el tema es que el Espíritu sale de Dios no por medio de generación, sino como “el respiro de su boca”; así “su manera de llegar a ser” se queda “inefable” (De Spir Sanct 46).  También enseña que el único Espíritu “está relacionado con el único Padre por el único Hijo”; es “por medio del Unigénito” que las calidades divinas llegan al Espíritu desde el Padre (De Spir Sanct 45; 47).

            Gregorio de Nacianzo se contenta con el dicho en Jn 15:26 que “procede” del Padre, pero no puede explicarle más que puede explicar la generación del Hijo (Or 31:7, 8).  Gregorio de Nisa proveyó la formula definitiva.  El Espíritu sale de Dios y es de Cristo; procede del Padre y recibe del Hijo; no puede ser separado del LOGOS (C Maced 2:10; 12:24).  De esto es un paso corto a la idea de la doble procesión del Espíritu.  Según él las Tres Personas se deben distinguir por sus origenes: el Padre es la causa y las otras dos son causadas.  A las Dos Personas causadas se les puede distinguir porque Una de ellas es directamente producida por el Padre, mientras la Otra procede del Padre por un intermediario.  Así solamente el Hijo es Unigénito y la relación del Espíritu al Padre no está perjudicada por el hecho que derive su Ser de él por medio del Hijo.  Refiere al Hijo como relacionado al Espíritu como causa a efecto (Eunom 1:42).  Habla de una antorcha dando su luz primero a una y luego a otro antorcha para ilustrar la relación de las Tres Personas (C Maced 6).

            El Hijo actúa como Agente del Padre, quien es la Fuente de la Trinidad, en la producción del Espíritu.  Desde él la enseñanza de la Iglesia del Este es que la procesión del Espíritu Santo es desde el Padre por el Hijo”.  Epifanio, después de describir al Espíritu Santo como “procediendo del Padre y recibiendo del Hijo” toma un paso más y omita la preposición “por”.  Según él (Ancor 7:7, 8) el Espíritu Santo es “no engendrado, no creado, no co-hermano ni hermano al Padre, no antepasado ni descendiente, sino de la misma sustancia del Padre e Hijo”.  Es “de ambos, un Espíritu derivado de espíritu, porque Dios es espíritu” (Ancor 70).  En todo esto no hay el subordinacionismo de Origenes, porque hay un reconocimiento del HOMOOUSIOS del Espíritu.

El  Concilio de Constantinopla en 381 aceptó las decisiones de Nicea.  Confirmó la frase HOMOOUSIOS en cuanto al Hijo.  Bajo la guía de Gregorio de Nacianzo la siguiente formula en cuanto al Espíritu Santo: fue aprobado:“Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”.  Así redactó lo que ahora se conoce como el Credo de Nicea.

            Pero referente al Espíritu no se usó la palabra HOMOOUSIOS para su relación con el Padre, y no se definió su relación con las Otras Dos Personas.  No hay referencia a si procede del Hijo, porque no había unanimidad sobre el punto.  Decir que procede del Padre solamente, parece negar la unidad esencial del Hijo con el Padre; decir que también procede del Hijo, parece poner al Espíritu en una posición más dependiente que el Hijo, e infringir su deidad.  Atanasio, Basilio y Gregorio de Nisa afirmaron la procesión del Espíritu del Padre sin oponerse a la doctrina que también procede del Hijo.  Epifanio y Marcelo de Anquira positivamente afirmaron la doctrina, como hemos visto.

            El Credo en su forma final lee así:

“Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo Se encarnó de María, Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato: padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Reconocemos un solo Bautismo para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.[1]

            Se nota de esto no solamente más concentración en la obra de Cristo pero también énfasis en el Espíritu Santo.  Las anatemas de Nicea se han omitido también.

            Al decir que el Espíritu “procede del Padre” el Concilio quiso enfatizar la propiedad única del Espíritu que le distingue del Padre y del Hijo, y por esta confesión quiso decir que tal como el Hijo es esencial, necesario y eternamente engendrado por el Padre, así también el Espíritu esencial, necesaria y eternamente procede del Padre.  La doctrina más tarde que el Espíritu procede también del Hijo.- la “doble procesión”.- se puede ver en Hilario, Ambrosio, Jerónimo y Agustín y fue mantenido en Roma en el siglo V, como en el dicho “Credo de Atanasio” que se fecha en el siglo V.  (“El Padre por nadie ha sido hecho; no ha sido creado, ni engendrado; el Hijo proviene únicamente del Padre, no ha sido hecho, creado, si­no engendrado; el Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo, no ha sido hecho, ni creado, ni engendrado, sino que procede.”)  Así el tercer Concilio de Toledo en 589 lo declaró oficialmente por añadir la palabra “filioque” (“y del Hijo”)  al Credo de Nicea.  Esta frase ha sido rechazada por las iglesias del Este porque carece de un apoyo ecuménico.  Sin embargo es aceptado por todas las iglesias del Oeste.

            Louis Berkhof define la “espiración” del Espíritu como “aquel eterno y necesario acto de la primera y segunda personas de la Trinidad por medio del cual, ellos, dentro del Ser divino, se convierten en la base de la subsistencia personal del Espíritu Santo, y ponen a la tercera persona en posesión de la plenitud de la divina esencia, sin ninguna división, enajenación o cambio”.[2]

            Mientras Nicea quiso afirmar la deidad del Espíritu y su igualdad con el Padre y el Hijo, como la cita de Berkhof muestra, en la práctica niega que él es Dios en si mismo.  Como veremos Calvino corrigió el Concilio sobre este punto respeto al Hijo y por implicación respeto al Espíritu.

            El N.T. enseña que el Padre y el Hijo “envian” (Jn 14:26; cp. 15:26; 16:7) al Espíritu Santo, que el Hijo “sopló” (Jn 20:22) y “derramó” (Hech 2:17, 33) al Espíritu Santo el día de Pentecostés.  Pero estas frases describen las actividades de las Personas de la Trinidad en la economía de redención, donde el Espíritu se somete a las otras Dos para realizar la aplicación de redención.  No se refieren a sus relaciones ontológicos entre si.        

            En general en el Este se enfatizó la individualidad de las Tres Personas o Hipostaseis.  Se salvaguardó su unidad por enfatizar que tanto el Hijo como al Espíritu se derivó del Padre.  La relación entre las Personas es ontológica, basada en lo que estas Personas son.  Así el Hijo es “engendrado” del Padre y el Espíritu “procede” de él.

            En el Oeste generalmente los teólogos empezaron con al unidad de Dios.  Y ve las relaciones de las Tres Personas en términos de comunión mutua.  Mantenían la doble procesión del Espíritu.  Como hemos visto, en el Sínodo de Toledo en 589 el famoso “filioque” fue añadido al Símbolo de Nicea-Constantinopla.  En el Este Juan de Damasco era él que puso el toque final a la doctrina.  Según él hay solamente una esencia divina, pero tres Personas o Hipostaseis.  A estos hay que considerar como realidades en el Ser divino, pero no se relacionan como tres hombres.  Son Uno en todo aspeto aparte de su modo de existencia.  El Padre se caracteriza por “no-generación”, el Hijo por “generación” y el Espíritu Santo por “procesión”.   La relación de las Personas la Una a las Otras se describe como “interpenetración mutua”, sin mezclarse.  Mientras rechaza subordinación, todavía habla del Padre como la Fuente de la Deidad y representa al Espíritu como procediendo del Padre por el LOGOS. 

            Sobre este credo todavía hay debate.  Se dice que el uso en el Oeste de la palabra “Persona” desde los tiempos de Tertuliano no es valido hoy, debido a que desde el siglo XVII la palabra quiere decir “un ego auto-consciente”, pero en los siglos IV y V tuvo el sentido de una mascara usado en el teatro, y entonces significó un papel.  Tenemos que decir que mientras no era así entonces, palabras usadas después del cierre del canon no son infalibles.  Sin embargo la Iglesia puede usarles con tal que testifican a lo que las Escrituras enseñan.  No hay nada sacrosanto acerca de la palabra “Persona” y si haya otra que da a entender con mejor exactitud lo que las Escrituras quieren decir, sería bienvenida.  Refiriéndose a tales palabras Calvino comentó:

            Preferiría que todos estuviesen sepultados con tal de que todo el mundo confesara que el Padre, y el, Hijo, y el Espíritu Santo son un solo Dios, y que, sin embargo, ni el Hijo es Padre, ni el Espíritu Santo es Hijo, sino que hay entre ellos distinción de propiedad.” (Inst I:xiii:5)

            Otro problema potencial en el Credo es el de la relación de las Tres Personas a la Esencia de Dios.  ¿Qué es la relación del Uno con la pluralidad de Personas?  La teoría de Realismo ayuda aquí.  Hay cosas reales que son objetos intelectuales no sensorios, por ejemplo el hombre, o Dios mismo.  Al pensar en la Trinidad y la unidad común a las Tres Personas, ¿no podemos decir que las Tres Personas comparten las características comunes de omnipotencia, omnisciencia, etcétera, y así constituyen una Esencia?  El punto de vista Realista hace esta Esencia una realidad tan segura como Hombre o Hermosura son realidades.  Si la Esencia no fuera una realidad, y las Tres Personas entonces fueron las únicas realidades, tendríamos triteísmo en vez de monoteísmo.  Si Tres Personas (distinguidas como Personas por “propiedades personales”) son totalmente idénticas en todos los atributos de deidad, en realidad esencialmente son Un Dios: su única idéntica Esencia divina es tan real como las propiedades distintas de las Personas.  Tres Personas con la misma omnipresencia tendrían una omnipresencia.  Tres Personas idénticas en Esencia divina serían Un Dios.  Mientras hay distinciones entre las Tres, por causa del HOMOOUSIOS nunca podemos pensar correctamente de las Tres Personas como existiendo independientemente la una de las otras.  Dios el Padre es eternamente “el Padre del Hijo” y Dios el Hijo es eternamente “el Hijo del Padre”, mientras el Espíritu Santo es eternamente “el Espíritu de Dios” y “el Espíritu de Cristo”. 

            Al hablar de la unidad de la Trinidad debemos pensar en el mismo Ser, Esencia, Sustancia o Naturaleza.  Cada Uno es esencialmente omnisciente (I Jn 5:20; Mat 11:27; I Cor 2:11).  Pero explicando las distinciones entre los Egos auto-conscientes mismos debemos emplear “Persona” o “Hipostasis” para enfatizar la verdad que hay verdaderas auto-conscientes, sujetivas diferencias en la profundidad del único Ser divino que corresponden a los títulos de Padre, Hijo y Espíritu.  Mientras cada Persona sabe todo, cada Uno sabe estas cosas de la manera distinta a su propia Persona, o sea, lo sabe subjetivamente.  Tanto el Padre, como el Espíritu, por ejemplo, sabían el hecho objetivo que el Hijo moriría en la cruz, pero ninguno pensó “Yo moriré en la cruz”.               


[1] Lo subrayado es añadido al original de Nicea
[2] L. Berkhof Teología Sistemática p 113

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