jueves, 27 de setiembre de 2012

Disputas Cristológicas después de Calcedonia



            El Concilio de Calcedonia y su Definición de Fe no marcaron el fin de los debates cristológicos en el Este.  Egipto, Siria y Palestina tuvieron muchos monjes que apoyaron a Eutico.  Después de Calcedonia estos fueron llamados Monofisitas, porque decían que después de la unión de las dos naturalezas Cristo tuvo una naturaleza compuesta y negaron que tuviera dos naturalezas distintas. 
       
            En Egipto Dioscoro fue considerado por muchos ser un mártir y Flavian y León I de Roma fueron considerados herejes.  Muchos en Siria también pensaron lo mismo.  Estas divisiones fueron apoyadas por motivos políticos y animosidades étnicas.  Los emperadores, tratando de llegar a un consenso solamente lograron alienar a los calcedonios y meter la Iglesia en interminables controversias

            En 476 Basilio, quien había depuesto a Zenón,  publicó un edicto llamando un nuevo concilio y anulando las decisiones de Calcedonia.  Pero este concilio nunca se reunió, puesto que Zenón ganó el trono de nuevo.  En 482 Zenón mismo trató de ganar a los monofisitas por publicar un edicto de unión (el Henoticón).  En este edicto ordenó a todos retornar a la fe de los primeros dos concilios ecuménicos.  El patriarca de Constantinopla, Acacio, le apoyó, pero esto resultó.  Los monofisitas quienes de verdad pensaron que en la encarnación la humanidad de Cristo fue absorbida por su divinidad le rechazaron, mientras los que simplemente pensaron que Calcedonia dejó la puerta abierta para el nestorianismo lo aceptaron.  Pero el papa Felix III rechazó la falla en mencionar las dos naturalezas de Cristo y también rechazó el derecho del emperador de pronunciar autoritativamente sobre doctrina.  Él excomulgó a Acacio así produciendo el dicho “Cisma de Acacio” que duró hasta 519, cuando el emperador Justino y el papa Hormisdas llegaron a un acuerdo que reafirmó las decisiones de Calcedonia.

            Como parte del renacimiento bajo Justiniano él deseaba la unión de la Iglesia.  Mientras él era calcedonense por convicción propia, podía entender la posición de los monofisitas moderados.  Pensó que con ellos los problemas eran mayormente verbales.  Empezó a invitar los obispos monofisitas exiliados por su tío a regresar e invitó a varios al palacio.  En 532 llamó una conferencia de teólogos de ambas partes.  Esta conferencia parecía exitoso y el año siguiente Justiniano publicó su propia confesión de fe, que mientras calcedonense, no utilizó la frase “en dos naturalezas”.  Pero la conferencia había abierto otra controversia llamada “de los Tres Capítulos”.  Justiniano había sugerido que los monofisitas no tuvieron tanto problema con las decisiones de Calcedonia, sino con los teólogos antioqueños, especialmente tres: Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa.  Estos parecían acercarse demasiado al nestorianismo al distinguir entre la divinidad y la humanidad de Cristo. 

            Mediante dos edictos de 544 y 551 Justiniano condenó los escritos de estos tres para ayudar a acomodar a los monofisitas moderados.  Pero en el Occidente este fue visto como el primer paso hacia el rechazó de Calcedonia.  El papa Vigilio fue llevado a Constantinopla donde, bajo presión aceptó el primer edicto, pero esto tuvo consecuencias contraproductivas.  Los obispos del Oeste se opusieron y muchos en el Este retiraron su apoyo de Justiniano y la condenación de los Tres Capítulos.  Entonces Vigilio mismo se retractó.  Justiniano entonces publicó su segundo edicto en 551.  Por esto el emperador llamó un nuevo concilio (Constantinopla II) en 553.

            II Concilio De Constantinopla. 553
           
            Este concilio, segundo de Constantinopla, se convocó para solucionar discrepancias y atraer a los descarriados monofisitas de los cuales se formaron muchas fracciones, sobre todo en el Medio Oriente y Norte de África. El gran interesado en la unión fue el emperador Justiniano. Presidió este Concilio el patriarca Evtichio ocupando al lado sus lugares los patriarcas de Alejandría y Antioquia. Después de interminables divisiones y discusiones se reunió el concilio.  Lo presenciaron 150 obispos orientales y 25 occidentales. Siguió en todo al de Calcedonia, condenando una vez más las herejías de Nestorio y Eutiques. Este concilio no formuló normas especiales, pero si estableció condenas contra distintos heréticos. Promulgó sus decretos: Contra los Tres Capítulos; condenó los escritos de Teodoro de Mopsuestia y de Teodoreto de Ciro contra Cirilo y el Concilio de Efeso.
           
            Se confirma la condenación de los errores precedentes (trinitarios y cristológicos), ratificando el sentido de las definiciones conciliares.  Se condenan también los errores derivados de Orígenes junto con los Tres Capítulos influidos de Nestorianismo.

            Vigilio rechazó condenar los Tres Capítulos pero el concilio sí les condenó.  Meses después Vigilio accedió y les condenó de nuevo.  A pesar de la decisión de este concilio la Iglesia en el Oeste le reconoce como el Quinto Concilio Ecuménico.

            En los siglos VI y VII surgen problemas cristológicos nuevos y se inicia el debate que llevará a su solución.  Así está siempre presente la cuestión de la unidad de las naturalezas humana y divina de Cristo, la de la terminología idónea para expresarla, y sobre todo como controversia se desarrolla coherentemente al tocar el tema del conocimiento humano de Cristo, el de su doble voluntad y actividad. Dos concilios trataron este difícil camino: el de Constantinopla II y el III, con el que prácticamente concluirá un debate cristológico ya secular.

            Leoncio de Byzantium era el más prominente defensor de la teología de Calcedonia.  El añadió un elemento a la doctrina de Cristo que fue desarrollado por Juan de Damasco.  El rechazo del Nestorianismo podría llevar a la idea de una existencia independiente impersonal de la naturaleza humana de Cristo.  Términos como anupostasis y anupostasia abrieron camino a tales ideas.  Entonces Leoncio enfatizó el hecho que la naturaleza humana de Cristo es enupostasia, no impersonal sino en-personal, teniendo su subsistencia personal en la Persona del Hijo de Dios desde el momento de la encarnación.   

Monofisismo
           
Algunos eutiquianos continúan a mantener que después de la unión Cristo tuvo una sola naturaleza compuesta.  El quinto concilio ecuménico, de Constantinopla (553) condenó los escritos de Teodoro de Mopsuestia y de Teodoreto de Ciro contra Cirilo y el Concilio de Efeso.  Pero también declaró anatema los que declararon que Calcedonia contemplaba los mismos errores que en realidad condenó.  Esto selló la separación de los monofisitas de la Iglesia Ortodoxa.

Monotelitismo
                       
            A comienzos del siglo VII el emperador Heraclio de nuevo intentó un acercamiento con los monofisitas.  Esta vez el patriarca Sergio propuso la formula que mientras Cristo tuvo dos naturalezas solamente tuvo una voluntad (Monotelismo).  Sergio era confuso en sus ideas, pero aparecía decir que Cristo solamente tuvo una voluntad divina.  El tema era si la voluntad pertenece a la Persona en si o a la naturaleza.  Como Sergio pensó que pertenecía a la Persona, era lógico decir que Cristo solamente tuvo una voluntad.  Pero esto parece quitar su voluntad humana y así robarle de su integridad como un Ser humano.  Sin embargo, decir que hay dos voluntades parece llevarse a nestorianismo.

            Algunos monotelitas decían que la voluntad humana fue unida con la divina, otros pensaron que la voluntad fue compuesta.  Ellos acusaron a los demás de dividir la vida personal de Cristo.  Como el término “voluntad” incluía deseos, instintos, etc. decir que Cristo solamente tuvo una voluntad, y esta la divina, parecía presentar a un Cristo docético.   

            El papa Honorio aprobó esta idea de Sergio.  Pero había oposición a la doctrina en el imperio, encabezado por Máximo de Crisópolis, conocido como Máximo el Confesor y Sofronio, patriarca de Jerusalén y Constantinopla.  Por 648 la oposición era tan fuerte que el emperador Constante II prohibió toda discusión acerca de si había en Cristo una o dos voluntades. 

            Pero por entonces Egipto y Siria había caídos a los musulmanes y no había tanta necesidad de reconciliarse con los monofisitas de estas áreas, mientras era necesario consolidar el imperio y reconciliarse con el Oeste donde la gran mayoría era calcedonense.               

            III Concilio De Constantinopla. 680-681.
           
            Se celebró el Sexto Concilio Ecuménico Constantinopla en el año 680. Por celebrarse en la sala imperial llamada Trullos el Concilio se llamó Trullanum.  Lo presenciaron 227 padres, entre los cuales había 4 patriarcas de oriente y representantes del papa Agatón.  El Concilio estableció 102 normas. Este Concilio fue convocado principalmente con el objeto de combatir en especial las ideas del monotelismo, cuyos seguidores admitían las dos naturalezas en nuestro Señor Jesucristo, divina y humana, pero reconocieron una sola voluntad, la Divina. 

            Este VI Concilio Ecuménico condenó el monotelismo y reconoció dos voluntades en Jesucristo correspondientes a sus dos naturalezas, una de las cuales, la humana, estaba sometida en todo a la divina.  Mantenía que Cristo tuvo dos voluntades, la voluntad humana siendo elevada y perfeccionada por la voluntad divina, siendo subordinada a ella, pero siempre actuando en perfecta armonía con ella.
           
            El monofisismo sigue hasta hoy en las iglesias jacobita de Siria, Copta, Etiope y Armenia.  Los cristianos de Armenia, que, siendo invadido por Persia en 450, esperaban ayuda de Roma en vano, rechazaron las decisiones de Calcedonia y fueron llamados monofisitas por los demás cristianos.  Los persas les cedieron cierta autonomía religiosa.  La Iglesia de Armenia floreció bajo los árabes, pero con la llegada de los turcos en el siglo XI condiciones cambiaron y muchos armenios emigraron a Asia Menor donde fundaron “Pequeña Armenia”.  Los turcos tomaron este territorio también y oprimieron a los armenios severamente.  A comienzos del siglo XX masacraron muchos de ellos destruyendo muchas de sus aldeas. 

            Juan De Damasco 

            Juan de Damasco llevó la cristología del Este a desarrollo más alto.  El decía que el Logos asumió una naturaleza humana y no al revés.  Entonces es el Logos quien determina y controla en las relaciones entre las dos naturalezas.  No asumió a un individuo humano, ni naturaleza humana en general, sino asumió un potencial individuo humano, una naturaleza humana todavía no desarrollada en una persona o hipostasis.  Por la unión del Logos con este potencial hombre en el vientre de María el último adquirió una existencia individual.  Mientras no tiene personalidad independiente, sin embargo tiene una existencia personal en y por el Logos.  No es no-hipostático, sino en-hipostático.  Lo compare con la unión del cuerpo y el alma en los seres humanos.  Hay una comunicación de los atributos divinos a la naturaleza humana, así que la última es deificada y también podemos decir que Dios sufrió en la carne.  Solamente la naturaleza humana está afectada y entonces es puramente receptiva y pasiva.  El Hijo de Dios, ahora incluyendo la totalidad de su humanidad,  es un objeto de adoración para la Iglesia.  Hay cooperación en las dos naturalezas y la única Persona desea y actúa en cada naturaleza.  La voluntad se considera pertenecer a la naturaleza, pero en Cristo la voluntad humana devino a ser la voluntad del Dios encarnado.

Adopcionismo
           
            En el Oeste la Iglesia no se metía en las distinciones sutiles de la filosofía.  Pero en los siglos VII y VIII una nueva controversia surgió en España.  El concilio de Toledo (675) había mantenido que Cristo es el Hijo de Dios por naturaleza, no por adopción.  Felix, obispo de Urgella, mantenía que Cristo, fue el Hijo de Dios en cuanto a su naturaleza divina, en sentido natural, pero fue el hijo adoptivo en cuanto a su naturaleza humana.  Para él y sus seguidores la distinción entre las naturalezas implicó una distinción entre dos modos de filiación.  También hay pasajes de las Escrituras que refieren a la inferioridad de Cristo como hombre al Padre.  Además los creyentes son hijos de Dios por adopción y son llamados “hermanos” de Cristo.  Esto parecía implicar que Cristo en cuanto a su naturaleza humana fue un hijo de Dios de la misma manera.  Nació naturalmente en Belén y espiritualmente en su bautismo y se colmó en la resurrección.  Este nacimiento espiritual hizo a Cristo al Hijo adoptivo de Dios. 

            Según Alcuin, este error quiso dividir a Cristo en dos hijos.  El mantenía que ningún padre podría tener a un hijo que fue tal tanto por naturaleza como por adopción.  El error de los adopcionistas fue condenado por el Sínodo de Frankfurt (794).

            La Edad Media no vio mucho desarrollo de la doctrina de Cristo.  Tomás Aquino habló de una doble gracia que la naturaleza humana recibió al unirse con el Logos.  (1) la gratia unionis o dignidad que resultó de la unión de la naturaleza humana con la divina, así que la naturaleza humana también llegó a ser un objeto de adoración; y (2) la gratia habitualis, o gracia de santificación que fue garantizada a Cristo como hombre, sosteniendo la naturaleza humana en su relación a Dios.   


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