jueves, 27 de setiembre de 2012

Cristología desde Nicea (325) hasta Calcedonia (451)



Controversias después de Nicea en cuanto a las Naturalezas de Jesús

            Durante el siglo IV había muchos que pensaron que el Logos reemplazó el alma humana en Cristo.  Así tenían una cristología de Logos-carne que vino de ideas de Platón quien vio al hombre como un cuerpo animado por un alma esencialmente ajena a él.  El Logos reemplazó esta alma en Jesús.  Otros siguiendo las ideas de Aristóteles que el hombre es una unidad psico-físico, empezaron a pensar en Cristo como Logos-hombre, o sea, que el Logos unió consigo una humanidad completa, tanto alma como carne.  Estas dos escuelas se pueden asociar respectivamente con Alejandría y Antioquia.

            Eustatio de Antioquia (m 336) era uno de los campeones de las decisiones de Nicea. 

            Los arrianos habían enseñado que en Cristo el Logos se había unido a un cuerpo humano, tomando el lugar de un alma racional.  Su posición se ve en el credo atribuido a Eudoxio, obispo de Antioquia y luego de Constantinopla: “Creemos... en un Señor... quien fue hecho carne, pero no hombre.  Porque no tomó un alma humana, pero llegó a ser carne para que Dios pudiera tratar con nosotros los hombres por carne como por un velo. No [fue] dos naturalezas, porque no fue hombre completo, sino Dios en lugar de un hombre en la carne.  Todo es una naturaleza resultando de composición...”  Esto en si no era inusual en aquel entonces.  Lo que sorprendió a muchos fue que le usaron a apoyar su teología.  Atanasio nos informa que referían textos como Jn 12:27 (“Ahora está turbado mi alma”) y Jn 13:21 (“Jesús... se conmovió en espíritu”) al Logos.  También atribuyeron textos refiriendo a la ignorancia, del Señor, su crecimiento en sabiduría y su necesidad de ayuda en tentación al Logos (Contra Arrio 3:26, 27). 

            A base de una cristología de Logos-carne, sus argumentos no eran sin fuerza.  Pero esto provocó la reacción de que Eustatio era uno de los pioneros.  Mientras él consideró que el Logos asumió un alma humana, parece que pensó que esta lama fue deificada por su cercana asociación con el Logos (De Engast 17).  Su cuerpo también era “santo” así que su divinidad se reflejo en su apariencia (De Engast 10).  Habló de los judíos crucificando al Logos (Frag 64; 70; 68) y hablando de María como Theotokos.  Pero era uno de los primeros en ver hasta donde estaba yendo la cristología arriana.  Preguntó “¿Porqué son tan determinado en demostrar que Cristo tomó un cuerpo sin un alma, gravemente engañando a sus seguidores?  Para que, si solamente pueden inducir a algunos a creer esta teoría falsa, puedan entonces atribuir los cambios debidos a las pasiones al Espíritu divino, y así fácilmente persuadirles que lo que es tan cambiable no podía haber sido engendrado de la naturaleza inmutable” (o sea del Padre) (Frag 15).  Así insistió que Cristo tuvo un alma racional y que esta era el sujeto de sus sufrimientos (Frag 41).  Rechazó el communicatio idiomatum diciendo que era erróneo que Dios fue llevado como cordero al matadero o que el Logos murió en la cruz (Frag 37; 48).

            Así abrazó una cristología Logos-hombre y distinguió una dualidad de naturalezas en el Dios-hombre.  Fue una anticipación del Nestorianismo.  Habla del “Dios” y del “hombre” (Frag 24).  “La oración ‘aun no he subido a mi Padre’ (Jn 20:17) no fue dicho por el Logos, el Dios que desciende del cielo y mora en el seno del Padre, ni por la Sabiduría que abraza todas las cosas creadas.  Fue hablado por el hombre, hecho de miembros divinos, quien se había resucitado de la muerte pero todavía no había ascendido después de su muerte a su Padre” Como todas las teorías de este tipo, se enfrentó con el problema de como el Logos y el hombre formaron una unidad.  Eustatio muchas veces decía que el Logos “moraba en” la humanidad, que era como su templo o casa (Frag 19; 41; 44; 45; 47).  Fue como moraba en los profetas pero en el caso de Cristo era continuo (Frag 9).  El punto de contacto era el alma humana del Señor, que “cohabita con Dios el Verbo” (Frag 17).  Así al encarnado se puede describir como “un hombre que carga a Dios” (Frag 42; 43; 59).  Lenguaje así se puede malinterpretar, pero es claro que aunque no podía explicarle bien, Eustatio estaba muy preocupado de mantener la unidad de Cristo. 

            Atanasio           

            Atanasio, a base de Juan 1:14 enseñó que “el Logos ha llegado a ser hombre y no ha entrado en un hombre” (Cont Arr 3:30).   Solamente Dios puede salvar a la raza caída, y por supuesto el Logos es totalmente divino.  “por su encarnación nosotros fuimos el objeto, y por nuestra salvación trató tan amorosamente como a aparecer y nacer aún en un cuerpo humano” (De Enc Verb 4:3).  “No llegó a ser otro que si mismo al tomar carne, pero, siendo lo mismo que antes, fue vestido en ella, y las expresiones ‘llegó a ser’ y ‘fue hecho’ no se deben entender como si el Verbo, considerado como Verbo, fuera hecho, pero que el Verbo, siendo el formador de todo, después fue hecho Sumo Sacerdote, por vestirse de un cuerpo que fue originado y hecho, y tal que puede ofrecer por nosotros, por esto se dice que fue hecho”( Cont Arr 2:8).  Al estar en un cuerpo humano seguía como soberano del universo (De Encar Verb 17).  Atanasio habla del Logos tomando carne o un cuerpo, o que se hizo un cuerpo para si mismo en la vientre de la Virgen (De Encar Verb 18).  En este cuerpo vivía como en un templo (De Encar Verb 8; 9; 20) y lo utilizó como su instrumento (Cont Arr 3:35).  Lo apropia por si mismo (De Encar Verb 8), no es de otro, es suyo (De Encar Verb 18).  “Llegó a ser carne, no que ha sido cambiado en carne, sino que ha tomado carne viva por nosotros y ha llegado a ser hombre” (Ep ad Epict 8).

            No está de acuerdo con la cristología de Logos-hombre.  ¿Cómo pueden ser cristianos que dicen que el Logos entró en un hombre santo como con los profetas, y no que llegó a ser hombre, tomando su cuerpo de María? (Ep ad Epict 2).  El Logos, aunque por Atanasio es personal, es el principio animador y gobernador del universo, y el alma racional del hombre, que cumple el mismo papel en relación a su cuerpo, es una copia de él, un Logos en miniatura (Cont Gent 44:30-4).

            Así el Logos era el principio gobernador en Jesucristo, el sujeto de todos los dichos, experiencias y acciones atribuidos a él (Cont Arr 3:35).  Era el mismo Logos quien hizo los milagros y que lloró y tuvo hambre, oró en Getsemani y gritó desde la cruz y admitió ignorancia de la fecha del último día (Cont Arr 3:43, 54).  Puede ser difícil reconciliar esto con su deidad e impasibilidad, pero Atanasio distingue entre lo que pertenecía al Logos en su ser eterno y lo que le pertenecía como encarnado (Cont Arr 3:34).  El Apóstol Pedro mismo nos recuerda (I Ped 4:1) que “Cristo ha padecido por nosotros en la carne” entonces es a su naturaleza de carne que debemos atribuir estas cosas.  “estas cosas no eran propias a la naturaleza del Logos como Logos, pero el Logos... fue sujeto a la carne que les sufrió” (Cont Arr 3:55).  En cuanto a las emociones del Señor les explica en términos de su carne (Cont Arr 3:54-58).  Pero cuando las Escrituras dicen que Jesús creció en sabiduría y gracia su significado verdadero es que había un desarrollo paralelo y progresivo de su cuerpo y la revelación de su deidad (Cont Arr 3:51-53).  Cuando profesó ignorancia fue fingida.  Siendo Logos sabía todas las cosas; pero como había llegado a ser carne, y la carne es naturalmente ignorante, fue conveniente que se muestre ignorante (Cont Arr 3:42-46).

            Resume esto por decir que somos correctos en nuestra teología si, mientras distinguimos dos grupos de acciones que Cristo hace como Dios y como Dios-hecho-hombre respectivamente, también reconocemos que ambos grupos salen de la misma Persona (Cont Arr 3:35).  Aquí vemos el problema principal de su cristología.  Parece que vio al Logos como tomando el lugar del alma humano en Jesucristo.  Su uso de los términos “carne” y “cuerpo" a referirse a la humanidad de Cristo parece apoyar esta idea.  El N.T. (Jn 1:14; Rom 8:3) y Atanasio habló de la Biblia hablando del hombre como “carne” (Cont Arr 3:30).  Pero el Logos es el sujeto de todas las experiencias de Cristo a tal punto que consideró la muerte de Cristo como la separación del Logos de su cuerpo (Cont Arr 3:57).  Parece claro que no hay lugar para un alma humana en Cristo según sus ideas.  Su Cristología, tal como la de los arrianos, era de Logos-carne tipo.  Se distinguía de ellos solamente al ver al Logos como Dios y no una criatura. 

El Sínodo de Alejandría (362)
           
            Pero parece que su actitud cambió alrededor de 362.  En este año el sínodo de Alejandría llegó al acuerdo que “el Salvador no tuvo un cuerpo faltando alma, sensibilidad o inteligencia.  Porque fue imposible que, el Señor habiendo llegado a ser hombre por nosotros, su cuerpo hubiera sido sin inteligencia, y la salvación no solamente del cuerpo, sino del alma también, fue cumplida por el Logos mismo” (Ad Antioquia 7).  Atanasio presidió en este sínodo y es posible que fuera influido por los representantes de Antioquia quienes apoyaron las ideas de Eustatio y arguyeron que si el Redentor salvara los almas de los hombres tanto como sus cuerpos, tendría que asumir un alma humana tanto como un cuerpo humano.  Atanasio hace el mismo punto poco después: “pero de verdad nuestra salvación no es simplemente aparente, ni extiende al cuerpo solamente, sino el hombre total, cuerpo y alma igualmente, verdaderamente ha obtenido salvación en el Logos mismo” (Ad Epict 7).  Pero nunca dio mucha importancia al alma humana de Cristo.  Es posible que ni siquiera Atanasio cambiara de idea. 

Este sínodo, llamado por Atanasio, aseveró la existencia de una “alma” humano (que incluía el elemento racional que Apolinario había llamado el “espíritu”) en Cristo.  Declaró: "el Salvador no tuvo un cuerpo sin alma, sin sentidos, sin espíritu; y ello porque no es el cuerpo solamente, sino también el alma la que en el Verbo ha sido salvada".

            Apolinario pensó que estaba siguiendo ideas correctas al hablar del Logos tomando el lugar del espíritu humano en Cristo.

            Apolinarianismo

            Apolinario, obispo de Laodicea (m. 390) mantenía la plena divinidad de Cristo, pero creyó que el hombre consistía de cuerpo, alma y espíritu.  El espíritu humano era el asiento del pecado y naturaleza humana completa involucró el pecado necesariamente.  Así negó la verdadera y propia naturaleza humana de Cristo por decir que el Logos tomó el lugar del espíritu humano, o sea la racionalidad humana.  Pero si se le quita el aspecto racional del hombre llega a ser o un idiota o un bruto.
           
            Quiso guardar la deidad de Cristo contra los arrianos y mantener la unidad de su Persona.  En esto debemos reconocer sus meritos.  Las expresiones de Apolinario: una sola naturaleza, una sola hipóstasis, una sola persona, una sola sustancia, un solo sujeto, se convertirán en patrimonio común y servirán de gran ayuda para la formulación de la doctrina de Cristo más tarde.

            Más por desgracia, en la cristología apolinarista están ya presentes en ciernes también los errores que afligirán a la Iglesia durante los siglos siguientes, concretamente el monofisismo, el monotelismo y el monergetismo.

            Apolinario se defendió arguyendo que seguía los padres quienes condenaron a Pablo de Samosata en 268, y en esto tuvo razón.  Mantenía sus ideas desde 352 por lo menos (Greg de Naz Ep 102) pero solamente después del Sínodo de Alejandría en 362 estas empezaron a causar problemas.  En realidad era una década después que la controversia llegó a ser seria.

            Siempre se opuso a la tendencia dualista de Antioquia en cuanto a Cristo, que consideró reflejar la influencia de Pablo de Samosata cuyas ideas, pensó ver en Eustatio.  Escribe a Dionisio: “Estoy sorprendido a encontrar personas confesando el Señor como Dios encarnado, y sin embargo cayendo en la separación maliciosamente introducido por los imitadores de Pablo.  Porque servilmente siguen a Pablo de Samosata, diferenciando entre él del cielo, a quien declaran ser Dios, y el hombre derivado de la tierra” (Epist ad Dio 1:1).  Protesta contra los que “no confiesan a Dios encarnado, sino a un hombre unido con Dios” y contra la distinción entre “dos Hijos”, el Hijo de Dios y el hijo de María.  Tales distinciones implican que Cristo es “dos” mientras las Escrituras son claras que es una unidad (Epis ad Dio 1:1-9).  

            Su interés, como el de Atanasio, era soteriológico.  Si se separa lo divino de lo humano en el Salvador nuestra redención está en riesgo.  Cristo simplemente como hombre no podía salvarnos.  ¿Cómo podíamos adorarle si solamente era un hombre en quien Dios vivía?  Como tal sería falible y entonces incapaz de salvarnos.  Habló de “Dios encarnado” y “Dios cargando carne” o “Dios nacido de una mujer”.  La carne fue unida en una unidad absoluta de ser con la deidad desde el momento de su concepción.  “La carne no es nada sobreañadido a la deidad por haber hecho bien, sino constituye una realidad o naturaleza con ella” (Frag 36).  El Encarnado es “una unidad compuesta en forma humana” (Epist ad Dion 1:9).  Hay “una naturaleza compuesta de divinidad impasible y carne pasible” (Epist ad Dion 6).  El cuerpo de Cristo no podía existir como una “naturaleza” independiente; para existir así necesitaba ser unido con, y animado por espíritu (Epist ad Dion 1:8).

            Se ve el significado de su enseñanza cuando dice “la carne, siendo dependiente por sus mociones de algún otro principio de movimiento y acción (cualquiera que sea este principio), no es en si un total entidad viviente, sino para llegar a ser uno entra en fusión con algo más.  Así se unió con el principio gobernante celestial y fue fusionado con él... Así de lo movido y lo movidor fue compuesto una sola entidad viviente.- no dos, ni uno compuesto de dos principios auto-moviendo completos” (Frag 107).  

            Así se garantizó su impecabilidad y tuvo el poder de levantar a los muertos y resucitar de la muerte.  Era distinto de otros hombres, pero esto es lo que las Escrituras dicen de él.  Pero también “es una naturaleza, como es una Persona simple, no dividida; porque su cuerpo no es una naturaleza por si, ni es la divinidad en virtud de la encarnación una naturaleza por si; pero, tal como un hombre es una naturaleza, así es Cristo, quien ha venido en la semejanza de los hombres” (Epist ad Dion 1:2).  Siempre protesta contra la doctrina antioqueña de dos naturalezas.  En una frase que llegaría a ser famosa, dijo que había “una naturaleza encarnada del Logos divino” (Ad Iov 1).  

            Se explica claramente en un pasaje importante: “El cuerpo no es en si una naturaleza, porque ni es vivificante en si ni capaz de ser separado de lo que lo vivifica.  Ni debe el Logos, por otro lado, ser distinguido como una naturaleza separada aparte de su estado encarnado, como fue en la carne, y no aparte de la carne, que el Señor vivía en la tierra” (Epist ad Dion 1:8). 

            Como consecuencia la carne de Cristo es glorificado.  Ha llegado a ser “la carne de Dios” (Frag 116,153, 160).  Esto llevó a acusaciones que enseñó que la carne de Cristo fue celestial en origen y preexistente (Greg Naz Epist 101:6).  Pero creyó que el cuerpo de Cristo se derivó de la Virgen María.  Si es un cuerpo divino esto es porque nunca ha existido aparte del Logos.  Así dice: “Es claro de todo lo que hemos escrito que no decimos que la carne del Salvador ha descendido del cielo, ni que su carne es consustancial con Dios, en tanto que es carne y no Dios; pero es Dios en tanto que es unida con la deidad para formar una Persona” (Frag 164). 

            Así afirma que la carne de Cristo es un objeto correcto de adoración, porque no se le puede separar del Logos divino a quien pertenece y cuyas cualidades comparte (Frag 9).  Además, como todos los pensadores alejandrinos, acepta el comunicatio idiomatum.  Dice “la carne del Señor, mientras se queda carne, aún en la unión (su naturaleza ni siendo cambiado ni perdido) comparte en los nombres y propiedades del Logos; y el Logos, mientras quedándose Logos y Dios, en la encarnación comparte en los nombres y propiedades de la carne” (Timoteo de Berytas Epist ad Hom). 

            También concluye que la naturaleza divina se imparte a los fieles al consumir la Eucaristía: “la santa carne es una naturaleza con la deidad e infusa divinidad en los que participan de ella” (Frag 155) y como resultado “somos salvos por participar de ella como comida” (Frag 116).  Así el creyente es deificado por asimilar la carne deificada del Redentor.  Su cristología lógicamente se relaciona con su soteriología.  

            Reacción a Apolinario          

En Antioquia Epifanio respondió a un discípulo de Apolinario diciendo que para realizar la salvación del hombre el Unigénito tenía que haber asumido una humanidad completa (Ancor 119).  En 377 un concilio en Roma le condenó recogiendo el argumento soteriológico, afirmando que el hombre entero ha sido asumido por el Verbo..  Esta sentencia fue confirmado por sínodos en Alejandría (378) y Antioquia (379) y el Concilio de Constantinopla (381).  Los padres Capadocios le atacaron y una serie de decretos imperiales por el emperador Teodociano (383, 384 y 388) lo censuró y le hizo ilegal en el estado. 

Los Padres Capadocios y Epifanio
           
            Ellos se opusieron a Apolinario.  Arguyeron que si el Logos no asumió la naturaleza humana en su totalidad, entonces Cristo no podría ser nuestro perfecto redentor.  Como la totalidad del pecador tuvo que ser reconciliado, Cristo tuvo que asumir la naturaleza humana en su totalidad, y no simplemente sus partes menos importantes.  De otro modo sería algo monstruoso (Greg Nisa Antirh 29; 45).  En tal caso no se le debe llamar un hombre (Greg Nisa Antirrh 23; 33).  Además va en contra del cuadro pintado en los Evangelios de un Salvador quien se desarrolló, mostró ignorancia, sufrió y tuvo varias experiencias humanas (Greg Nisa Antirrh 24; 26; 34). 

            ¿Fue verdad que dos entidades completos, divinidad y humanidad, no podían unirse a formar una unidad? (Greg Nisa Antirrh 39) ¿O que no podía haber dos principios de voluntad en un individuo? (Greg Nisa Antirrh 45).  ¿O que la presencia de voluntad humana libre en el Dios-hombre necesariamente resultaría en él siendo pecador? (Pseudo Atanasio Contra Apol 1:15). 

            Pero el argumento más básico era uno de soteriología: era el alma racional del hombre, con su poder de escoger, que es el asiento del pecado; si el Logos no unió tal alma consigo, no se podría lograr la salvación de la humanidad.  En una frase famosa Gregorio de Nacianzo dijo: “lo que no ha sido asumido no puede ser restaurado; es lo que es unido con Dios que es salvo” (Epist 101:7).  Fue el alma de Adán que violó el mandamiento, entonces el Redentor tuvo que poseer uno también (Epist 101:11).  Según Gregorio de Nisa “por llegar a ser exactamente lo que somos, él unió la raza humana por si mismo con Dios” (C Eunom 3:10).  Como el nuevo Adán, dándonos poder a participar en su divinidad, Cristo necesariamente poseyó una naturaleza humana completa (Gregorio Nacianzo Orat 30:5).

            Vieron el problema cristológico.  Gregorio de Nacianzo enseñó que el Logos “viene a su propia imagen y lleva carne por causa de mi carne y se una con una lama inteligente por causa de mi alma, limpiando lo parecido por lo parecido y en todos punto, con la excepción del pecado llega a ser hombre” (Orat 38:13).  Hay “dos naturalezas (duo foseis) concurriendo en unidad” en el Dios-hombre, él “no es dos sino uno de dos” y por supuesto no hay “dos hijos” (Orat 37:2).  Se puede distinguir las dos naturalezas en el pensamiento (Orat 30:8) pero no hay dos Personas sino son una “Dios habiendo llegado a ser hombre y el hombre Dios” (Epist 101:4).  Las dos naturalezas “han sido sustancialmente (kat ousian) unidos y tejidos juntos”(Epist 101:5).  Sigue las ideas de Origenes al argüir que el alma racional del Señor provee un lugar de encuentro para ellas; por su afinidad natural al alma, el Logos puede “mezclarse” con el (Epist 101:10).  Habla mucho de fusión y mezclarse, pero estos términos serían rechazados más tarde debido a sus implicaciones de eutichianismo.  Pero le ayudó a hablar del comunicatio idiomatum en sentido pleno.  Habla del nacimiento de Dios de la vientre de la virgen María y habla de ella como “la madre de Dios (qeotokos)” (Epist 101:4).  Pero no utilizó la idea de la mente humana de Cristo a entender su crecimiento en conocimiento, que vio como la revelación gradual de la omnisciencia del Logos (Orat 43:38); su ignorancia, que vio como un fingimiento o arguyó que el Hijo podría ser ignorante porque sacó su conocimiento del Padre (Orat 30:15s). 

            Gregorio de Nisa trató las experiencias humanas de Cristo con más realismo.  Siguió a Origenes y la Escuela de Antioquia.  Vio la deidad entrando en la humanidad y controlándole.  Así se le podía llamar a Jesús “el hombre que recibe a Dios (qeodocos anqrwpos)”, “el hombre en quien tabernaculó” (En Cant Hom 13; Contra Eunom 3:3).  El Espíritu Santo en la encarnación preparó el cuerpo y el alma de Cristo y entonces el Hijo celestial “se mezcló” con ellos, así que la naturaleza divina llegó a estar “presente en ambos” (Antirrh 9:55).  Así “Dios llegó a estar en naturaleza humana” pero la manera de la unión es tan misteriosa e inexplicable como la unión entre cuerpo y alma en el hombre (Orat Cat 11).  En esta “mezcla” la carne era la parte pasiva y el Logos el elemento activo y una transformación de la naturaleza humana en la divina se inició (Contra Eunom 3:3,4; Antirrh 40).  Sin embargo, en el Jesús histórico las características de las dos naturalezas se quedaron distinguibles (Contra Eunom 3:4).  Por consecuencia en las experiencias humanas de Cristo, no fue su divinidad que les experimentó, sino “el hombre unido a la divinidad”; pertenecían “a la parte humana de Cristo” (Antirrh 21:24; Contra Eunom 3:4).  La deidad, siendo impasible, no fue afectada, aunque por su unidad con la humanidad, participó indirectamente en sus limitaciones y debilidades.  Cristo tuvo una voluntad humana distinta de y a veces contraria a su voluntad divina, aunque la voluntad divina siempre prevaleció (Antirrh 32). 

            La unión de las dos naturalezas efectuada en la encarnación duraría para siempre (Orat Cat 16).  El Dios-hombre fue “una Persona (en proswpon)” (Contra Eunom 3:3) y por la unión cercana y fusión entre el Señor y “el siervo en quien el Señor es” los atributos y experiencias pertenecientes al uno se podrían atribuir al otro (Contra Eunom 3:3).

            Pero con la resurrección y glorificación de Cristo la situación cambia.   Entonces empieza “la transformación de lo humilde en lo exaltado” (Contra Eunom 3:3).  El Logos “traselementa” el cuerpo material nacido de la virgen en la naturaleza divina inmutable (Antirrh 25).  La carne que sufrió llega a ser, como resultado de la unión, idéntica con la naturaleza que le asumió (Contra Eunom 3:3).  Como una gota de vinagre que cae en el mar y es absorbido, la humanidad pierda todas sus cualidades propias y es cambiada en divinidad (Antirrh 42). 

            Epifanio enseñó que el Logos “llegó a ser hombre, esto es tomó un hombre completo, comprendiendo alma animal, cuerpo y mente racional... llegó a ser hombre completamente” (Ancor 119: 5).  Su divinidad no fue afectada por sus sufrimientos, pero se les puede predicar  de ella (Ancor 92:2; Haer 77:33). 

            Basilio no añadió nada nuevo a esta doctrina, pero aceptó la realidad del alma humano de Cristo y aceptó que fue el sujeto de emociones pero no los que “ensucian la pureza de nuestra vida” (Epist 261:3).  Negó que el Hijo fue ignorante porque tuvo su conocimiento del Padre (Epist 236:1).   

            La Escuela de Antioquia

             Pero todos estaban trabajando dentro del marco de la cristología “Logos-carne”.  Lo que era necesario era un reconocimiento de la plena humanidad de Cristo.  La Escuela de Antioquia proveyó este ímpetu con la cristología “Logos-hombre” que ya hemos visto en Eustatio.  Los dos principales proponentes de la humanidad de Cristo eran Diodoro de Tarso (mc. 394) y Teodoro de Mopsuestia (m 428).

            Aunque Diodoro fue condenado como nestoriano en 499, en su tiempo fue considerado ortodoxo.  Defendió la divinidad de Cristo contra el emperador Julián el apostata mientras este estaba en Antioquia en 362-3.  Su cristología era del “Logos-carne” tipo, y mientras reconoció un alma racional en Cristo, no enfatizó su importancia en el crecimiento de Cristo.  Sin embargo rechazó la posición de Apolinario que vio como poniendo en peligro su divinidad de Cristo.  Así él distinguió entre el Hijo de Dios y el Hijo de David, pero arguyó que el último era un objeto de adoración porque fue permanente y completamente lleno de la gloria y sabiduría del Logos.

            Su discípulo, Teodoro de Mopsuestia empezó atacando la posición “Logos-carne” como expuesto por Arrio y Apolinario Arguyó que si el Logos era el principio animador de Cristo entonces no podía padecer hambre, sed y otras debilidades de la naturaleza humana, como estas no son intrínsecas a ella sino vienen de las imperfecciones del alma que preside en ella.  Concluye que “tomó no solo un cuerpo, sino un hombre completo, compuesto de un cuerpo y un alma inmortal” (Hom Cat 5:19).  Su alma fue el principio de vida y actividad en él, y también de los hechos salvadores que aseguran nuestra redención.  El alma humana es pecaminosa, pero la gracia divina le mantenía libre de pecado en el caso de Cristo (I Tim 3:16; Heb 9:14).

            Su cristología es del “Logos-hombre” tipo que presupone una naturaleza humana completa que de verdad crece en conocimiento y discernimiento del bien y del mal, tanto como en desarrollo físico (De Incarn 7) y tiene que luchar con tentación  (De Incarn 15).  “Apliquemos nuestras mentes a la distinción de naturalezas: él que asumió es Dios y unigénito Hijo, pero la forma de un esclavo, él que fue asumido, es hombre” ((Hom Car 8:13).  Parece contemplar una dualidad, pero rechaza la idea de Diodoro de dos hijos como “ingenuo”, arguyendo que “la distinción de naturalezas no previene que sean uno” (Hom Cat 8:º14; cp. De Incarn 12).  Ve la unión de las naturalezas como un vestido alrededor de un hombre.   Comentando sobre Salmo 45:8 dice, “a su cuerpo que fue doblado alrededor de él, la divinidad estando adentro en virtud de su morar” (In Ps 44:9).  El Logos no le puede difundir sustancialmente como la deidad está presente así en todas partes (De Incarn 7).  Más bien concluye que la unión es por gracia o favor.  Dios ayuda activamente a los hombres a quienes él aprueba.  Pero en el caso de Cristo “unió el hombre completo que asumió consigo mismo, causándole compartir con él todo el honor que él, el Hijo por naturaleza, morando en él, goza” (De Incarn 7).  

            Mientras las Escrituras distinguen las naturalezas, también enfatizan la unidad entre ellas.  “El Hijo es único, por la perfecta conjunción de naturalezas operado por la voluntad divina” (Hom Cat 3:10).  “Indicamos diferencia de naturalezas, pero unidad de Persona” (De Incarn 11). 

            Cirilo de Alejandría le acusó de ser nestoriano y fue condenado por el III Concilio de Constantinopla (553), pero el redescubrimiento de sus Homilías Catequéticas muestra que se preocupó por la unidad del sujeto en Cristo.  En ciertos respetos anticipó el lenguaje de Calcedonia.  “Así resulta ni ninguna confusión de las naturalezas ni ninguna división insostenible de la Persona; porque nuestro cuento de las naturalezas debe quedarse no confuso y la Persona debe ser reconocida como indivisible” y “mostramos una distinción de naturalezas, pero unidad de Persona” (De Incarn 5:11). 

            Mientras no era nestoriano, debemos reconocer ciertas debilidades en su Cristología.  A veces representó al hombre como agradeciendo al Padre por haberle adoptado, o hablando con el Logos como si fueran distintas personas (In Ioh 17:10; 10:15).  Mientras habla de un Prosopon parece que ve este como el resultado de la conjunción del Logos con el hombre.  No parece ser el Logos, sino la unidad de presentación resultando de la morada del Logos en el hombre.  Todavía no había una clara distinción entre “naturaleza” y “Persona”.  Pero nadie había hecho esta distinción y no podemos culpar a Teodoro por la falta de lenguaje preciso que Calcedonia proveería más tarde.                 
           
El Siglo V

            El Siglo V se caracteriza por el enfrentamiento y el choque entre dos orientaciones cristológicas opuestas: la antioquena y la alejandrina, y por el intento de conseguir un acuerdo en una doctrina tan importante para la unidad de la Iglesia como la de la unión de la realidad humana y divina en Jesucristo.

            Las primeras décadas del siglo vieron estas orientaciones radicalizándose hasta el punto de que el debate teológico terminó en un choque entre Nestorio, obispo de Constantinopla, y Cirilo, patriarca de Alejandría, alineados en frentes opuestos. El desenlace de la controversia debía venir por una solución capaz de resolver los aspectos positivos de la cristología alejandrina y de la antioquena. Ello se realizará por fin, no sin ciertas consecuencias, en el Concilio de Calcedonia.
           
Nestorianismo
           
Algunos de los padres tempranos de la Iglesia usaron expresiones que parecían negar la existencia de dos naturalezas en Cristo, y postularon una sola naturaleza, “el encarnado y adorable Logos”.  Desde este punto de vista María fue llamada Theotokos (qeotokos) o Madre de Dios.  Esta era la tendencia de Alejandría.  La escuela de Antioquia fue al otro extremo, como se ve en los escritos de Teodoro de Mopsuestia.  El aceptó la total humanidad de Cristo y la realidad de sus experiencias humanas.  Cristo luchó con pasiones humanas, pasó por conflicto con tentación, y salió victorioso.  Su poder de mantenerse libre de pecado se debía a (1) su nacimiento impecable; y (2)  a la unión de su humanidad con el Logos divino.  Pero parecía no aceptó la morada esencial del Logos en Cristo, sino solamente una morada moral.  No había diferencia esencial, sino solamente de grado, entre la morada de Dios en Cristo y la en los creyentes.  Dijo que la unión entre los dos era tan cercana que se podía hablar de ellos como uno, tal como se puede hablar de esposos como una sola carne.

Nestorio, Patriarca de Constantinopla, llevó estas ideas a su conclusión lógica.  Negó el uso de la palabra Theotokos para María al menos que fuera balanceado por el uso de Antropotokos (Epis ad Caelest 1:3), porque ella solamente produjo a un hombre que fue acompañado por el Logos.  Prefirió el término Christotokos.  Pero Theotokos fue usado en Alejandría a expresar la idea que, como su Persona fue constituido por el Logos, el Encarnado fue designado “Dios” correctamente.  Pero Nestorio utilizó lenguaje intemperado que provocó sus oponentes.  Dijo que Dios no podía tener una madre, y que ninguna criatura podría haber engendrado a la deidad (Sermón 1).  María engendró a un hombre, el vehiculo de divinidad, pero no Dios.  La deidad no se podía cargar por nueve meses en el vientre de la virgen, ni haber sufrido ni muerto (Nulla Deterior).  Detrás del uso de Theotokos vio la idea Arriana que el Hijo fue una criatura, o la de Apolinario que la humanidad fue incompleta.

Al ver que enseñó que María engendró solamente un hombre, algunos le acusaron de regresar a la herejía adopcionista de Pablo de Samosata   

Fue acusado de enseñar que Cristo tuvo dos naturalezas y era dos personas (o sea su divinidad y humanidad no se concebían de tal manera como a formar una verdadera unidad y constituir una sola Persona).  Cristo no es Dios, sino cargador de Dios (Dios está en él).  Mientras reconoce las dos naturalezas en Cristo su gran error es no relacionarles correctamente.  No hay nada más que una unión moral entre las dos, y así el hombre Cristo no es Dios sino un poseedor de la deidad. 

El descubrimiento al comienzo del siglo XX del Libro de Heracleides donde Nestorio se declara satisfecha con la cristología de León, canonizada en Calcedonia ha llevado a muchos a considerar que era esencialmente ortodoxo en sus ideas y que fue el victima de política eclesiástica. 

Insistía que las dos naturalezas se quedaron distintas después de su unión.  Vio la deidad existiendo en el hombre y el hombre en la deidad sin mezcla o confusión.  La encarnación no podía involucrar al Logos impasible en cambio o sufrimiento (Heracl 59; 133-5).  Entonces rechazó la fraseología de Alejandría cuando hablaron de Dios naciendo y muriendo y a María engendrando al Logos (Cirilo Contra Nest frag 35:40).  Pensó que era importante que Cristo viviera una vida humana de crecimiento, tentación y sufrimiento.; si iba a efectuar redención el segundo Adán tenía que ser un verdadero hombre.  Pero experiencia humana hubiera sido imposible si su naturaleza humana fuera fusionado con o dominado por su divinidad.  Así las dos debían de existir lado a lado cada una reteniendo sus propiedades y operaciones intactas.  Cada una era una naturaleza (fusis), el carácter concreto de una cosa.  No podía pensar de dos naturalezas aparte de que cada una tuviera su prosopon (su aspecto externo como un individuo) y su hupostasis (subsistencia concreta).  Por esto quiso decir que cada naturaleza fue objetivamente real (Heracl 304ss; 442ss).  Esto parecía implicar dos Personas enlazadas. 

Pero esto no era lo que estaba diciendo.  Estaba claramente en contra a la idea de dos Hijos (la idea de Pablo de Samosata) que consideró incompatible con el Prologo del Evangelio de Juan (Heralc 67-71).  Estaba seguro que el Encarnado fue una unidad, un solo prosopon: “Dios el Logos y el hombre en quien llegó a estar no son numéricamente dos; porque la Persona (proposon) de ambas fue una en dignidad y honor, adorada por toda la creación, de ninguna manera y en ningún tiempo dividida por diferencia de propósito o voluntad” (Frag 198). 

Dice que “Cristo es indivisible en ser Cristo, pero es doble en ser Dios y hombre... No conocemos a dos Cristos o dos Hijos o Unigénitos o Señores, no uno y otro Hijo, no un primer y un segundo Cristo, pero uno y el mismo quien se ve en sus naturalezas creada y no creada” (Cirilo Contra Nest frag 49).   Este tipo de dicho ocurre vez tras vez en sus escritos y muestra que no estaba pensando en Cristo como dos Personas relacionadas sueltamente sino en una Persona (prosopon) quien combinó en si dos elementos distintos (ousiai), deidad y humanidad, con todas las características propias al Logos y a un hombre.

No aceptó una unidad hipostática como Cirilo propuso, porque le parecía a él destruir lo distinto de cada naturaleza.  Quiso mantener la impasibilidad de la deidad mientras la humanidad tuviera libertad de acción.  Por esto no usa el término “unión” (evwsis) sino “conjunción” (sunafeia) que parecía evitar una mezcla de las naturalezas.  “La unión de Dios el Logos con ellos (cuerpo y alma) ni es ‘hipostática’ ni ‘natural’, sino voluntaria” (Heracl 432; 289).  Cirilo no aceptó esto, pero Nestorio lo explica como una interpenetración mutua como con las Personas de la Trinidad.  Así Cristo es un solo Ser con una sola voluntad e inteligencia, inseparable e indivisible (Heracl 102). 

Hay solo un Prosopon (individuo en su aspecto externo): “es Cristo quien es el Prosopon de unión” (Heracl 212).  Critica a Cirilo por empezar su análisis con “el Creador de las naturalezas”, o sea el Logos eterno, y no con “el Prosopon de unión”, o sea la Figura histórica de los Evangelios (Heracl 225).  Pero el “Prosopon de unión” era el resultado de la conjunción de las dos naturalezas y no era el Prosopon del Logos, sino algo distinto que unificó las dos naturalezas pero permitió ambas a funcionar en armonía según sus distintas propiedades.  Al hablar de la humanidad de Cristo como un Prosopon distinto no indicó que era una Persona distinta, sino que fue objetivamente real: así mantuvo la experiencia humana genuina de Cristo.  Pero la idea que las dos naturalezas conjuntas formaron otro Prosopon era en realidad inadecuada como no explicó que constituyó su Persona en si. 

Se puede entender porque sus contemporáneos, acercándose al problema desde la unidad de la Persona más bien que la distinción de las naturalezas, concluyeron que esta era una doctrina de un hombre ordinario, el Jesús humano, unido con el Logos por una armonía de voluntad y el favor divino.  Este malentendido fue por causa de su inhabilidad de explicar adecuadamente la unidad de la Persona del Señor, de que fue convencido.           
           
Cirilo de Alejandría
           
Cirilo de Alejandría era el oponente principal de Nestorio.  Le acusó de revivificar la teoría de dos hijos enlazados por una unión puramente moral.  Esta idea había sido rechazada en el siglo IV (Epist 3; 10).   Por explotar esta interpretación logró la condenación y caída de Nestorio.   Enfatizó la unidad de la Persona de Cristo.  Arguyó que si María no era Theotokos, o sea la madre de una sola Persona y esa Persona divina, entonces se sustituye la asunción de un solo ser humano a comunión con el Logos por la encarnación de Dios.  Además la relación de Cristo a la humanidad se cambia y ya no es el Redentor efectual de la humanidad (Contra Nest 3:2; 4:4; 5:1).  (Los seguidores de Nestorio aceptaron estas implicaciones, pero Nestorio no.)  Además la eucaristía sería reducida a canibalismo, como el cuerpo de un hombre estaba sobre el altar y la carne comida por los fieles no fue vivificado por el Logos (Contra Nest 4:5, 6).

Según Cirilo el Logos asumió la naturaleza humana en su totalidad, para redimirla, pero a la vez formó el único sujeto personal en el Dios-hombre.  Pero su lenguaje no siempre era claro.  A veces habló del Logos asumiendo una naturaleza humana para que haya dos naturalezas en Cristo, que son unidas en la Persona del Logos, sin ningún cambio en las naturalezas mismas.  Pero a veces enfatizó la unidad de las naturalezas por medio de la comunicación mutua de atributos, y habló de la Persona de Cristo como si fuera una unidad resultante. 

Enfatizó (1) la conjunción inseparable de las dos naturalezas; (2) la impersonalidad y dependencia de la humanidad, que el Logos usa como su instrumento; y (3) la unidad y continuidad de la Persona en Cristo. 

Pero aplicó el término Fusis (fusis) o “naturaleza” solamente al Logos, y no a la humanidad de Cristo, así usándole como un sinónimo de Hipostasis.  Esto llevó a la idea que después de la encarnación había solamente una naturaleza divina-humana en Cristo y apoyó a los monofisitas más tarde. 

Sin embargo, reconoció la distinción entre la divinidad y humanidad.  “las naturalezas que se unen en esta verdadera unión son diferentes, pero de las dos hay un Cristo, un Hijo, la diferencia de las naturalezas no siendo destruido como resultado de la unión” (Epist 4).   Vio la unión como hipostática, análoga a la unión de cuerpo y alma (Heracl 236s) y su descripción del Dios-hombre como “una naturaleza” sugirió a Nestorio una confusión de naturalezas.  (Para los antioqueños cuerpo y alma, en contraste al Logos y el hombre, eran naturalezas incompletas, unidas necesariamente y no voluntariamente. Fusis era una reunión de atributos concretos.)  Pero las ideas de Nestorio aparecían dejar la impresión de dos Personas enlazadas artificialmente. (Para los de Alejandría Fusis era un individuo o existencia independiente.)

Como alejandrino, Cirilo no vio el problema cristológico como el de explicar la unión de dos naturalezas distintas.  Más bien pensó en términos de dos fases o etapas en la existencia del Logos, una antes y la otra después de la encarnación.  El Logos “se queda como era”, pero lo que pasa es que en la encarnación, sin cesar de existir eternamente en la forma de Dios, añadió a esto por tomar la forma de un siervo (Contra Nest 5:2).  Tanto antes como después de la encarnación era la misma Persona, sin cambio en su deidad esencial.  El que había existido “fuera de la carne” (asarkos) ahora devino a ser “incorporado” (evsomatos).  La naturaleza o hipostasis que fue el Logos devino a ser “encarnada” (sesarkwmenh) y de allí en adelante el Logos fue “encarnado”.   Su mejor expresión de esto fue en una frase que él creyó vino de Atanasio: “una naturaleza, y esa encarnada, del Logos divino”.  Aquí “naturaleza” (fusis) tiene la idea de “individuo concreto” como Cirilo mismo lo dice.  “Después de la unión se entiende una naturaleza, o sea la naturaleza encarnada del Logos” (Contra Nest 2).  Por “carne” quiso decir la naturaleza humana en su totalidad incluyendo el alma.  La humanidad fue real y concreta.  Habló de los dos aspectos del ser de Cristo como dos “naturalezas” o “hipostaseis” o aun “cosas”.  La humanidad era tan real como la divinidad.  Cristo era “uno de dos”, “el simple único Cristo de dos diferentes naturalezas” (Epist 45).  Pero como el Encarnado no era otro que el Logos eterno en un nuevo estado, su unidad fue presupuesta desde el principio.  Así las ideas de Nestorio sobre una conjunción basada en una armonía de voluntades le parecía algo externo.  Más bien describió la unión como natural o hipostatica.  Esto “sencillamente expresa que la naturaleza o hipostasis del Logos, eso es el Ser concreto del Logos, siendo verdaderamente unido a la naturaleza humana, sin ningún cambio o confusión, se entiende ser, y es, un Cristo” (Apol C. Theodor).  La humanidad de Señor era una “naturaleza” o “hipostasis” , o sea, una realidad existente concreta, en la naturaleza o hipostasis del Logos.  Nunca existía a solas (idikws) como la posición de Antioquia parecía sugerir.  Tampoco se le podía describir como “el hombre”, sino desde el momento de su concepción en el vientre de María pertenecía al Logos.  El cuerpo era el cuerpo del Logos, no de algún hombre (Epist 17) y en la unión los dos constituyeron un solo Ser. 

Las dos naturalezas son distintas y no hay mezcla ni confusión.  Son como el alma y el cuerpo.  El Jesús de la historia es Dios mismo en carne humana, viviendo y muriendo y resucitando de nuevo por los hombres.  Así se entiende su horror por el rechazo del título Theotokos para María por parte de Nestorio.  El Logos era Hijo de Dios por naturaleza, pero también era hijo de María por naturaleza también, como la humanidad concebida en el vientre de María era suya exclusivamente.  La idea de Antioquia que “el hombre” podría ser “co-adorado” con el Logos divino fue rechazado; arguyó que a Emanuel, el Señor hecho carne, se debe adorar con una adoración simple e indivisible (Contra Nest 2:10).      Pero hay total intercomunicación entre ellas.  Es correcto decir que “el Logos de Dios sufrió en carne y llegó a ser primogénito de entre los muertos” (Anath 12).  Cada una de las naturalezas participó en las propiedades de la otra.  “Debemos entonces confesar que el Logos ha impartido la gloria de la operación divina a su propia carne, mientras a la vez tomando a si mismo lo que pertenece a la carne” (De Incarn Unigen).  Así la humanidad fue infundida con la energía vivificante del Logos y en si devino a ser vivificante.  Pero había límites a este principio.  El Logos no sufrió en su propia naturaleza; sufrió como encarnado, o sea respeto a la naturaleza humana que verdaderamente era suya, mientras él mismo era tan inmune como el fuego en que un fierro caliente es metido (Epist 4; 45; Contra Nest 5:4). 

Inicialmente parece que no dio mucho lugar a una alma racional en la humanidad de Cristo.  Atribuyó las aflicciones y pruebas de Cristo a su carne (In Ioh Ev 6:38s).  El único crecimiento en conocimiento que reconoció era la revelación gradual de la omnisciencia del Logos (In Ioh Ev 1:15).  Pero como resultado de estudio y reflexión sobre el debate llegó a reconocer que el alma racional fue el principio de sufrimiento en el Redentor (Epist 46).  Jugó un papel vital en su obediencia y oblación.  Si había una sola naturaleza después de la encarnación, la del Logos (Contra Nest 2), esta naturaleza fue encarnada.  Parece que llegó a ver que el reconocimiento de del alma humana de Cristo como un principio activo fue equivalente a confesar que la humanidad fue una segunda naturaleza (Epist 46:2).  Una vez que vio que al hablar de “dos naturalezas” no era aceptar una separación ente ellas, podía llegar a un acuerdo con los antioqueños moderados sobre el uso de la frase.

El Concilio de Éfeso (431) 

Al principio Cirilo opuso el rechazo del uso de Theotokos por Nestorio como una herejía que denunció en su Homilía  Pastoral para la Pascua de 429 (Hom 17) y en una Epístola a los monjes de Egipto (Epist 1).   Un intercambio de cartas entre los dos Patriarcas (Cirilo Epist 2 y 4) sin resultados.  Entonces Cirilo preparó sus tratados De Recta Fide para separar al emperador Teodosio II (408-450) y la corte de Nestorio.  Alrededor de 430 mandó varios extractos de los sermones de Nestorio junto con dichos de padres de generaciones anteriores a Celestino de Roma (Epist 11).  Nestorio también había escrito al Papa.  Celestino convocó un sínodo en Roma (Agosto 4309 que favoreció el uso del título de Theotokos y rechazó a Nestorio “el que niega el nacimiento de Dios”.  Estas decisiones fueron escritas en cartas mandadas a todos los partidos el 11 de Agusto y se le advirtió a Nestorio que al menos que renunciara su enseñanza dentro de diez días de recibir esta notificación y adoptara la “de Roma, Alejandría y toda la Iglesia Católica”, debe ser tratado como excomulgado (Epist Caelest 13:11).  Cirilo fue encargado con ejecutar la sentencia y convocó un sínodo en Alejandría.  Mandó una tercera y más larga epístola a Nestorio (Epist 17) añadiendo doce anatemas que exigió que Nestorio subscribe.    

Estas fueron provocativas a propósito y mostraron la cristología de Alejandría sin reserva.  La primera asevera que María es Theotokos “porque cargo según la manera de la carne al Dios-Logos hecho carne”.  Según la segunda el Logos es unido “hipostaticamente” (kaq upostasivn) a la carne.  La tercera rechaza cualquier separación de hipostaseis después de la unión o cualquier intento de relacionarles por medio de una simple asociación basado en dignidad, autoridad o poder; son unidas en una “unión natural”.  La cuarta niega la propiedad de distinguir los dichos hechos acerca de Cristo como si algunos propiamente se aplicara al Logos y otros al hombre.  La quinta rechaza la descripción de Cristo como un “hombre inspirado por Dios” a base de que Cristo es verdaderamente Dios, el Logos habiendo llegado a ser carne y compartiendo nuestra carne y sangre.  La sexta rechaza decir que el Logos divino es el Dios o Señor de Cristo, y no más bien que después de la encarnación es simultáneamente Dios y hombre.  La séptima niega que Jesús como hombre fue movido por el Logos o vestido en su gloria, como si hubiera una distinción entre él y el Logos.  La octava condena los que hablan del “hombre asumido” como mereciendo ser adorado junto con el Logos (esta era la formula que Nestorio favoreció) y designado Dios junto con él, porque esto sugiere una separación; Emanuel es el Logos encarnado y se le debe una adoración indivisible a él.  La novena aseveró que lejos de ser un poder ajena a Jesús, que le dio el poder de hacer milagros, el Espíritu Santo es suyo propio.  La décima dice que nuestro Sumo Sacerdote no es un hombre distinto del Logos, sino el Logos mismo encarnado.  La décima primera declara que la carne del Señor es la carne verdadera del Logos, poseyendo en consecuencia poder vivificador.  La décima segunda insiste en el hecho que el Logos realmente sufrió, fue crucificado y murió en su carne.

Estas anatemas sorprendieron los de la escuela de Antioquia, no todos de los cuales estaban de acuerdo con Nestorio. Teodoro de Cirus, por ejemplo creyó en la distinción de las dos naturalezas de Cristo y su unión en una sola Persona (proswpon).  Pero la unión del Logos con la humanidad fue el resultado de su decisión libre y favor amoroso a la humanidad.  Cuando Cirilo habló de una unión “natural” o “hipostática” Teodoro vio esto como implicando necesidad.

El emperador llamó un concilio para Efeso en Pentecostés (7 de junio) 431.  Como los obispos de persuasión antioqueña no llegaron Cirilo aprovechó por realizar el concilio con algunos sesenta obispos de su persuasión, contra la protesta del comisionado imperial.  Depuso a Nestorio y aprobó su propia posición.  Los antioqueños llegaron y formaron su propio concilio el 26 de junio, que repudió los doce anatemas.  Pero los legados papales llegaron el 10 de julio y aprobaron el concilio de Cirilo, que así llegó a ser reconocido como el tercer Concilio Ecuménico.  Este concilio aprobó el uso del término “Theotokos” para describir a María como “la Madre de Dios”, así salvaguardando la deidad de Cristo.  Reiteró el Credo de Nicea y estableció la  Segunda Epístola de Cirilo a Nestorio como su interpretación autoritativa. 

A pesar de estos eventos todavía existía la posibilidad de reconciliación entre alejandrinos y antioqueños.  Mientras las anatemas de Cirilo fueron leídas en el Concilio del 22 de junio no fueron canonizados, como fue su Segundo Carta a Nestorio.  Y aunque los obispos Orientales, bajo Juan de Antioquia, condenaron a Cirilo, no mencionaron a Nestorio.   A nivel teológico también los dos partidos estaban empezando a entenderse.  Cuando Juan de Antioquia leyó las Doce Anatemas de Cirilo les parecían apolinarias en contenido.  Encargó a Teodoreto de Ciro y Andrés de Samosata con refutarles.  El debate que siguió era bravo, pero en su trascurso parece que Cirilo empezó a entender el punto de vista de sus oponentes (Apol c Theo; Apol C Orient).  Por su parte, Teodoret, quien inicialmente se había opuesto al uso de la frase “unión hipostática” (Refut Anat 2), empezó a usar “hipostasis” como sinónimo de “prosopon” (Eran 3).  También Andrés de Samosata casi sancionó el uso de la frase “un hipostasis” en su respuesta a Cirilo (Cirilo Apol c Orient). 

La muerte de Celestino abrió camino para Xystus III de Roma a tratar de buscar una reconciliación con tal que las decisiones del Concilio de Efeso fueron reconocidas.  Los problemas fueron por un lado las Anatemas de Cirilo y por otro la deposición de Nestorio.  Después de largas negociaciones Cirilo aclaró su posición negando cualquier cambio o confusión en las dos naturalezas (Epist 33).  Los principales antioqueños fueron inducidos a abandonar a Nestorio y se llegaron a un acuerdo.  Este fue conocido como el Símbolo de Unión en la forma de una carta de Juan de Antioquia a Cirilo.  Aparte de la última oración, consistía en una formula, sin duda escrito por Teodoret, que los Orientales habían aprobado en Efeso en 431:

“Confesamos entonces a nuestro Señor Jesucristo, el Unigénito Hijo de Dios, perfecto Dios y perfecto hombre, compuesto de una alma racional y un cuerpo, engendrado antes de las edades de su Padre respeto a su divinidad, pero de igual manera en estos últimos días por nosotros y nuestra salvación por la Virgen María respeto a su humanidad, consustancial con el Padre respeto a su divinidad, y a la vez consustancial con nosotros respeto a su humanidad.  Porque una unión de dos naturalezas se ha cumplida.  Así confesamos a un Cristo, un Hijo, un Señor.  En virtud de esta concepción de una unión sin confusión confesamos a la santa Virgen como Theotokos porque el Logos divino llegó a ser carne y fue hecho hombre y de la misma concepción unió a si mismo el templo tomado de ella.  En cuanto a los dichos evangélicos y apostólicos acerca del Señor, reconocemos que teólogos emplean algunos con indiferencia en vista de la unidad de la Persona, pero distinguen otros en vista de la dualidad de naturalezas, aplicando los que corresponden a Dios a la divinidad de Cristo y los humildes a su humanidad.”  

Cirilo aceptó esta formula con entusiasmo aunque no utilizó las frases “una naturaleza” ni “unión hipostática”.  Pero si habló de “un prosopon” y “unión de dos naturalezas”.  Theotokos fue admitido, pero equilibrado por la expresión antioqueña de la humanidad como “el templo” del Logos.          

Eutiquianismo
           
Muchos de los seguidores de Cirilo no eran satisfechos con estas decisiones.  Cirilo mantuvo su posición de haber aceptado el Símbolo de Unión como expresando esencialmente lo que él había enseñado.  Pero con su muerte en 444 su sucesor, Dioscoro, determinó defender la doctrina de una sola naturaleza, que genuinamente creyó.  Eutico, un viejo monje que era algo inestable en sus convicciones, trató de defender la posición de Alejandría en Constantinopla.  Según Teodoret, él mantenía o una absorción de la naturaleza humana en la divina o la fusión de las dos naturalezas; los atributos humanos de Cristo fueron asimiladas en lo divino.  El cuerpo de Cristo no era consustancial con lo nuestro, y él no era “humano” hablando propiamente.  En 448 fue denunciado como hereje por Eusebio de Dorilaeum.  Debate formal empezó el 12 de noviembre bajo la presidencia de Flavio EL Patriarca de Constantinopla.  El empezó por leer una profesión de fe que contuvo la formula “Confesamos que Cristo es de dos naturalezas después de la encarnación, confesando a un Cristo, un Señor en un Hipostasis y un Prosopon”.   Su identificación de hipostasis con prosopon marcó un gran paso hacia Calcedonia.  Eutico rehusó asistir a esta sesión, y cuando apareció el 22 de noviembre era para ser sentenciado.  Condenado como seguidor de Valentino y Apolinario, fue depuesto.  Pero es claro que no era ni docetista ni apolinario.  Arguyó por dos naturalezas antes de la unión y una después.  Pero era claro en que la humanidad de Cristo era real.  Parece, como dijo Leo después que simplemente era confuso y no podía defender la unidad de Cristo que es lo que quiso hacer. 

Condenado por el Concilio de Constantinopla en 448, apeló a Leo el obispo de Roma.  Después de recibir un reportaje de todo de Flavio, con una solicitud de su opinión, dirigió su famoso Tomo a Flavio.     
           
El Oeste  
           
            En el Oeste generalmente no había tanta especulación como en el Este.  Así el Oeste no contribuyó mucho al debate cristológico entre Tertuliano y Leo.  Esto es porque los términos utilizados por Tertuliano fueron adecuados a expresar lo que los teólogos después de él quisieron decir.  Hilario, por ejemplo regularmente habla de las dos naturalezas de Cristo siendo unidas en una Persona (De Trin 9:14).  Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios, uno pero con dos naturalezas en su unidad (De Trin 9:3).  Cada naturaleza es completa, la humanidad tiene una alma racional (De Trin 10:19) y la unión no involucra ningún cambio o confusión (Trat in Ps 138:2).  Mientras habla de la humanidad como “el hombre asumido” (Trat in Ps 68:25), considera que la Persona del Encarnado es la Persona del Logos: “El quien está en forma de un siervo es ningún otro que él que está en la forma de Dios” (De Trin 9:14).  Esto no consiste en el Logos rindiendo ninguno de sus poderes o cesando de ser lo que es, pero en limitarse a las condiciones humanas (De Trin 9:4, 14; 11:48; 12:6).  Sus experiencias de emociones y sufrimientos eran genuinas pero no naturales: “tuvo un cuerpo susceptible a sufrimiento y por esto sufrió, pero su naturaleza no era capaz dedolor” (De Trin 10:23-32, 35).  Habiendo sido concebido por el Espíritu Santo, su cuerpo no era terrenal sino celestial (De Trin 10:18)  y fue levantado más allá de debilidad humana; así al consentir a sucumbir a ellas estaba haciendo una concesión, por un acto libre de su voluntad, a lo que se esperaba de él (De Trin 10:24, 35).  Así había cierto docetismo en Hilario.

            Ambrosio y Agustín eran perfectamente ortodoxos en su doctrina de Cristo como una sola Persona en dos naturalezas.  La Escuela de Roma entonces enfatizaba los aspectos prácticos de la vida cristiana, no comenzando con la vida interior de Dios sino con la vida de los hombres, pensando del hombre como un pecador necesitado de salvación y preguntándose como podía ser perdonado. El énfasis en el Occidente estaba puesto sobre el pecado y la gracia. El hombre esta ante Dios como un deudor que no puede pagar. Cristo viene al mundo y paga la deuda. Por ser Dios puede actuar como Mediador, por ser hombre puede pagar la deuda, por ser tanto Dios como hombre puede ser el Salvador.  Desde Tertuliano de Cartago hasta Agustino de Hipona los cristianos occidentales pensaban así.  Así el Tomo de Leo no era original, sino reflejo la posición de sus predecesores.    

El Tomo de León
           
Este documento declaró: (1) la Persona del Dios hombre es idéntica con la Persona del Logos divino: “él que llegó a ser hombre en forma de un siervo es él quien en forma de Dios creó al hombre” (Epist 28:3); (2) hay dos naturalezas permanentemente distintas en Cristo sin mezcla ni confusión (Epist 28:3); (3) las dos naturalezas se unen en una Persona, ambas haciendo su propia función en la vida encarnada: “cada forma cumple en concierto con la otra lo que es propia a ella, el Logos haciendo lo que pertenece al Logos, y la carne realizando lo que pertenece a la carne” (Epist 28:4); (4) de la unidad de la Persona fluye la comunicación de atributos, así podemos decir que el Hijo de Dios fue crucificado y sepultado, y también que el Hijo del Hombre vino del cielo; (5) la obra de redención requiso a un Mediador tanto humano como divino, pasible e impasible, mortal e inmortal, en la encarnación el Logos no cesó de ser Dios: “uno y el mismo Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Jesucristo, debía poder tanto morir respeto a la una como no morir respeto a la otra”; (6) la humanidad de Cristo es permanente.  Esto influyó el Concilio de Calcedonia.

Éfeso 449

Dioscoro de Alejandría apoyó a Eutico y persuadió al emperador Teodocio II a convocar un concilio en Efeso en agosto 449.  Dioscoro lo dominó Los tres legados del Papa no fueron dado la oportunidad de leer su Tomo.  Eutico fue rehabilitado y su ortodoxia vindicado.  El Símbolo de Unión fue dejado a un lado como más allá de las decisiones de Efeso en 431.  La confesión de dos naturalezas después de la unión fue anatematizada.  Flavio, Teodoreto, Eusebio de Dorilaeum fueron condenados y depuestos.  Así terminó el Sínodo de Ladrones, como Leo lo llamó.  El emperador se determinó mantener sus decisiones a pesar de los intentos de Leo a abrir el debate de nuevo.  Pero murió el 28 de julio por una caída de su caballo, que los ortodoxos vieron como un hecho de providencia.  El camino fue abierto a una solución del problema. 

El nuevo emperador, Marcian cementó su posición por casarse con la hermana del emperador anterior, Pulcheria.  Ambos favorecían la doctrina de las dos naturalezas. 

El Concilio de Calcedonia (451)

Después de varios concilios locales, algunos a favor y otros en contra de Eutico, se convocó un Concilio Ecuménico en Calcedonia, cerca a la capital, en 451.  Había más de 500 obispos presentes incluyendo los legados del Papa.  Este concilio se abrió el 8 de octubre 451.  Su objeto era la unidad de la Iglesia dentro del imperio.  La mayoría de los obispos no quiso formular un nuevo credo.  Consideran que era suficiente afirmar la fe de Nicea y aceptar la fuerza obligatoria de las Epístolas Dogmáticas de Cirilo y el Tomo de León.  Pero los Comisionados imperiales quisieron una formula que todos podían suscribir y esto lo hicieron claro.

            Al principio la mayoría de los 600 obispos presentes estaba a favor de Dioscoro, pero fueron persuadidos por el emperador y León.  Su epístola entusiasmó tanto a los obispos asistentes que se pusieron de pie y gritaron "Pedro ha hablado".  Influido por esta epístola, el concilio aprobó la "Definición de Calcedonia" que, dejando de lado el "como" de la cuestión afirmó que Cristo como persona entró en la vientre de María y asumió una naturaleza humana porque el Padre le mandó a ser el Salvador. Por esto tuvo que asumir una naturaleza humana para poder sufrir y morir por nosotros. Así tenía dos naturalezas en una sola persona, sin mezcla o cambio (contra Dioscoro), y sin separación (contra Nestorio). La definición no resolvió el misterio pero si lo definió y aclaró, estableciendo en forma definitiva, la comprensión de la naturaleza de Cristo.

Así reafirmó el Credo de Nicea, y la de Constantinopla como refutando herejías surgidas desde Nicea.  Luego canonizó las dos Epístolas de Cirilo y el Tomo de Leo, las primeras como refutando el nestorianismo y dando una interpretación correcta del credo, y el último como refutando el eutiquianismo.  Declaró que Cristo tiene dos naturalezas (sin confusión, cambio, división ni separación) concurriendo en una Persona.  Maria es Theotokos (“Cargadora de Dios”).  El texto del Símbolo lee así:

            “Siguiendo, pues, a los Santos Padres todos a una voz enseñamos a confesar un solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en divinidad, así como en humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, con alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, hecho en todo semejante a nosotros, pero sin pecado; engendrado del Padre antes de todos los siglos en cuanto a la deidad; y en estos últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, nacido de la virgen Maria, Madre de Dios, en cuanto a la humanidad;

            Que uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, ha de ser reconocido en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación; sin que en manera alguna sea suprimida la diferencia de las naturalezas a causa de la unión, sino quedando más bien a salvo la propiedad de cada naturaleza, y concurriendo ambas en una sola persona (prosopon) y subsistencia (upostasis), no partido ni dividido en dos personas (prosopa), sino uno y el mismo Hijo, el Unigénito, Dios el Verbo, el Señor Jesucristo; como desde el principio han declarado los profetas acerca de él, y el mismo Señor Jesucristo nos ha enseñado, y el Credo de los Padres nos lo ha transmitido.” 

            Lo que intentó hacer el concilio era preservar las siguientes ideas: (1) la verdadera deidad de Cristo; (2) la verdadera humanidad de Cristo; (3) la unión de deidad y humanidad en una sola Persona; y (4) la distinción de la deidad de la humanidad en esta Persona.  Todas las herejías cristológicas que surgieron en la Iglesia primitiva originaron en la falla de combinar todos estos elementos en el dicho doctrinal de la verdad.  

Las implicaciones de esta definición son: (1) las propiedades de ambas naturalezas (omnisciencia y conocimiento limitado) se pueden atribuir a la única persona; (2) el sufrimiento del Dios-hombre se puede considerar como verdaderamente infinito mientras la naturaleza divina todavía es impasible; (3) la divinidad, no la humanidad, constituye la raíz y base de la personalidad de Cristo; (4) el Logos no se unió con un distinto individuo humano previo, sino con una naturaleza humana; (5) la unión fue efectuada con la sustancia de humanidad en la vientre de Maria.   
           
            Robert L. Reymond explica bien el significado de este Símbolo:
           
            “Como un dicho apologético la Definición se dirigió a cada problema que había plagado la iglesia en cuanto a la persona de Cristo.

            1.         Contra los Docetistas declaró que el Señor Jesucristo fue perfecto en humanidad, verdaderamente hombre, consustancial…con nosotros según la humanidad y nacido de María.

            2.         Contra los adopcionistas Samosatas insistió en la subsistencia personal del Logos ‘engendrado del Padre antes de todos los siglos’

            3.         Contra los Sabelianos, distinguió el Hijo del Padre, tanto por los títulos de ‘Padre’ e ‘Hijo’ como por su referencia al Padre habiendo engendrado al Hijo antes de todos los siglos.

            4.         Contra lo Arrianos afirmó que el Señor Jesucristo fue perfecto en deidad, verdaderamente Dios, y consustancial con el Padre. 

            5.         Contra los Apolinarios, quienes habían reducido la humanidad de Jesús a un cuerpo y una ‘alma animal’ (yucjjh alogov psyché aLogos), declaró que Jesús tuvo una ‘alma racional’ (yucjjh logikjjh psyché logiké), eso es, un ‘espíritu’

            6.         Contra los Nestorianos tanto describió a Maria como qeotokov, theotokos, no para exaltar a Maria en lo menor, sino para afirmar la deidad verdadera de Jesús y el hecho de una encarnación verdadera, como habló en todo de uno y el mismo Hijo y una persona y una sustancia, no partida ni dividida en dos personas y cuyas naturalezas están en unión sin división y sin separación.

            7.         Finalmente, contra los Eutiquianos confesó que en Cristo había dos naturalezas sin confusión y sin cambio, la propiedad de cada naturaleza siendo preservada y concurriendo en la sola persona.”[1]

            Calcedonia proveyó la Definición de la Persona de Cristo que duró en la Iglesia hasta la Ilustración.  Fue aceptado por ambos lados después de la división de la Iglesia en Este y Oeste en 1054 y de nuevo en el tiempo de la Reforma en el siglo XVI.  Está a la base de la mayoría de los Credos y Confesiones subsiguientes en la historia de la Iglesia.




[1] Robert L. Reymond A New Systematic Theology of the Christian Faith  p. 608-609                    


No hay comentarios.:

Publicar un comentario